Desempleo y pérdida de hogares; la otra epidemia

Otra epidemia se extiende entre la población de México después de una prolongada cuarentena por COVID-19, la del desempleo y pérdida de hogares
Elizabeth González-Manrique Elizabeth González-Manrique Publicado el
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La crisis económica derivada de la epidemia de COVID-19 en nuestro país ha pegado directamente en la economía de las familias mexicanas, muchas de las cuales se encuentran a la deriva y sin falta de oportunidades tras sufrir desempleo y pérdida de hogares.

La prolongada cuarentena, que obligó a que varias de las actividades económicas se cerraran, afectó los empleos de miles de personas, quienes incluso perdieron sus fuentes de ingresos.

Según el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) entre marzo y abril se cerraron 685 mil 840 puestos de trabajo formales.

En julio, el panorama no hizo sino empeorar, pues entonces el IMSS reportó la pérdida de un millón 113 mil empleos formales, durante el primer semestre de 2020.

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La evidencia que demuestran los datos es aplastante, se trata de una crisis social a todas luces, sin embargo, es a través de las historias que se hace más comprensible la tragedia.

No sólo la pérdida de empleo se convirtió en un problema, pues la pérdida de viviendas por no poder pagar más el alquiler de una, dejó de un día para otro a familias en la calle.

Algunos de los afectados tuvieron la oportunidad de alojarse con familiares, sin embargo, muchos se encuentran en la disyuntiva de alimentar a su familia o poner un techo sobre sus cabezas.

Dios aprieta ¿y ahorca?

Fernanda y su familia son algunas de las personas que se han visto envueltas en una espiral de problemas que abarcan temas de economía, salud y vivienda.

Debido a la cuarentena y el cierre temporal de negocios, el esposo de Fernanda perdió su empleo, ese sería el inicio de una mala racha que hasta hoy no ha terminado.

Aunque el panorama era negro, tras haber sido una familia con recursos estables, Fer contaba con su trabajo, sin embargo, lo peor aún estaba por venir.

“Mi esposo perdió su trabajo por la pandemia, a mí me detectaron cáncer de riñón y me operaron de urgencia para quitarme el riñón, todo nos pasó al mismo tiempo”, relata Fernanda.

La madre de familia aún se encuentra en recuperación de la cirugía, y aunque conserva su empleo tendrán que cambiarse de departamento, pues con un solo ingreso les es imposible pagar la renta y mantener el estilo de vida que llevaban.

“Con mi sueldo no nos alcanza para rentar y comer, los dueños no quieren llegar a un arreglo y mi esposo sigue sin poder colocarse en algún trabajo”, menciona Fer.

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Fernanda y su familia no son los únicos en esa situación, Tannya y su pareja se quedaron sin empleo durante la epidemia, después de que la actividad a la que se dedican fuera de los primeros rubros en cerrar.

“Mi pareja y yo nos quedamos sin empleo ya que los dos trabajamos en gimnasios”, platica Tannya.

A partir del 19 de marzo, el esposo de Tannya dejó de trabajar, pues fue en esa fecha que el gimnasio en el que laboraba dejó de abrir sus puertas al público.

“A él lo descansaron el 19 de marzo, desde ese día cancelaron todos los gimnasios en donde trabajaba, imagínate el golpe tan tremendo”, relata.

Como Tannya se dedica a la coordinación de centros deportivos, fue hasta mayo que dejó de trabajar. Fue entonces cuando le suspendieron el sueldo.

“La economía en nuestro hogar se vio muy afectada, ya que en cuatro meses mi pareja no logra encontrar trabajo y yo menos. Somos dos personas de 45 años y los pocos trabajos que hay le dan prioridad a gente joven”, menciona consternada Tannya.

Tras llegar a un punto crítico en su situación, Tannya y su esposo realizaron acopio de sus finanzas conjuntas y comenzaron a pensar ideas para generar ingresos, pues no cuentan con casa propia y la renta no espera.

Pese a la situación, ni ella ni su pareja se dieron por vencidos, pues decidieron emprender y comenzar a vender pizzas y cupcakes, además de contar con el apoyo de familiares y amigos.

“Ya había empezado a economizar gastos en casa, así que preparé unos cupcakes a mi pareja y en lo que pensábamos en lo que haríamos le ofrecí uno. Al momento de probarlo me dijo ‘te quedó delicioso’ y me preguntó ¿y si haces unos y los ofrecemos?”, comenta.

Después de hacer la prueba con sus amigos cercanos, y estos quedar fascinados con sus creaciones, estos los recomendaron con sus otras amistades. Poco después llegó la idea de las pizzas.

“No ganamos mucho, pero si lo suficiente para sacar los gastos de la casa”concluye Tannya.

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Berenice y su esposo son otra de las parejas afectadas por la crisis económica derivada de la epidemia, sin embargo, su historia tiene final feliz y ya comienzan a ver la luz después del túnel.

Después de que ella y su esposo perdieran su fuente de empleo, la pareja comenzó a considerar la opción de salirse del que hasta ahora era su hogar, pues la falta de ingresos imposibilitaba el pago de renta.

“Mi esposo y yo nos quedamos sin empleo antes de la pandemia, cada uno en sus respectivos empleos, él de editor de video, yo en Marketing Digital, y en febrero comenzamos un trabajo como consultores de publicidad para una empresa que llevaba diferentes proyectos. Todo parecía ir muy bien pero empezó la pandemia”, platica Bere.

Sin embargo, ante el cierre inminente de edificios y centros de trabajo, el jefe de la pareja, que no sabía que estaban relacionados, no tuvo más opción que dejarlos trabajar desde casa.

“Para cuando empezamos a trabajar en casa, ya no había mucho trabajo, y para la última quincena de abril nos avisó que ya no iba a ser posible pagarnos más, pero eso sí, nos siguió pidiendo trabajo con el pretexto de que era para terminar el proyecto y que una vez hecho todo era mucho más rápido que nos aprobaran y continuar con el trabajo”, menciona Bere.

Hasta el momento, ni Bere ni su esposo tienen noticias acerca de nuevos proyectos en este sitio, pese a que saben que el trabajo que realizaron fue aprobado.

Poco después emprendieron un negocio de venta de quesadillas para poder subsistir, mediante el cual lograron juntar algo de los gastos, como renta, sin embargo no sobraba nada para los servicios.

“Durante el tiempo en que no nos pagaron, tuvimos que empezar a vender quesadillas para subsistir. A domicilio y arriesgándonos a que algo nos pasara, nos fue relativamente bien porque logramos juntar un mes de renta de ahí, pero no había para comida, ni para los servicios o para los impuestos, tenencia”, relata.

Después de recibir apoyo por parte de su papá para poder pagar la renta, Bere y su esposo comenzaron a considerar abandonar su vivienda y regresar a vivir en casa de su suegra, donde se librarían, al menos, de ese gasto.

Sin embargo, las cosas comenzaron a mejorar para ellos, pues el jueves pasado el esposo de Berenice tuvo una entrevista y se quedó con el empleo, aunque las facturas no dejan de acumularse.

“Las facturas se empiezan a acumular y sentimos que no salimos pero creo que todo va a mejorar. Tenemos aún la idea de salir de este departamento para buscar algo más barato pero creemos que sería mejor vivir en provincia, aún lo estamos platicando. Mientras tanto yo sigo buscando trabajo y seguimos con el negocio con ayuda de mi suegra”, concluye.

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