Opio y más
Escasa información sobre una peculiar mujer de origen veracruzano, fue lo que tomó Jordi Soler para construir alrededor de este personaje una historia de ficción que brinca de la realidad a la imaginación, y en la que la maestría de su pluma hace dudar si lo que se lee es parte de un relato histórico documentado o un engaño de prestidigitación literaria.
Soler explora en “El cuerpo eléctrico” la vida de Lucía Zárate, mexicana liliputiense del siglo 19 que fue famosa en todo Estados Unidos y Europa.
Hidalgo NeiraEscasa información sobre una peculiar mujer de origen veracruzano, fue lo que tomó Jordi Soler para construir alrededor de este personaje una historia de ficción que brinca de la realidad a la imaginación, y en la que la maestría de su pluma hace dudar si lo que se lee es parte de un relato histórico documentado o un engaño de prestidigitación literaria.
Soler explora en “El cuerpo eléctrico” la vida de Lucía Zárate, mexicana liliputiense del siglo 19 que fue famosa en todo Estados Unidos y Europa.
El autor toma este hecho anecdótico desde un punto de vista inesperado, el de Cristino Lobatón, quien en el libro es su mánager tras bambalinas.
“El narrador no soy exactamente yo, es otro de mis personajes que se mete dentro de la novela, el personaje real –histórico– de la novela que es Lucía Zárate me lo regaló un colega catalán, el escritor Sergi Pàmies, que me dijo ‘a ti que te gustan las historias retorcidas, aquí te tengo esta enana que encima era tu paisana’”, comenta Soler en entrevista para Reporte Indigo.
Pero además de la historia de Zárate, Soler tejió con el personaje de Lobatón un relato que aviva parte de lo ocurrido en la realidad en Estados Unidos (EU) y el camino de la comercialización del opio, disfrazado de un tren con criaturas que al igual que la enanita eran exhibidos recorriendo la Unión Americana.
Lo que empezó siendo un espectáculo circense terminó por ser el negocio más lucrativo de Lobatón en “El cuerpo eléctrico”, la venta de opio irrestricta en el país del norte, ya que en 1876 no había legislación que lo prohibiera.
Y ante las leyes prohibitivas que México adopta respecto a las drogas actualmente, el autor cree que este discurso debe ablandarse ahora más que nunca, debido a que EU ya toma fuerza en la regularización de las drogas para su producción y consumo en distintas entidades.
“Yo creo que el tema no se va a solucionar mientras no se legalicen las drogas, me parece clarísimo que es un tema de legalizarlas y ya está, no hay que darle más vueltas”, dice Soler.
“El cuerpo eléctrico” se publica bajo el sello Alfaguara y se encuentra disponible en librerías a nivel nacional.
Persiguiendo al personaje
Soler se encuentra escribiendo una nueva obra literaria desde Canadá, donde vivirá por un año, por lo que estos parajes nevados y boscosos le inspiran para plasmarlos en sus letras, confesando que se quedó algo enganchado con la atmósfera recreada en algunos lugares que muestra en “El cuerpo eléctrico”, ahí donde Cristino Lobatón desaparece repentinamente.
“Estoy viendo si en mis caminatas por el bosque aparecen los chikuapawa y me llevan por ahí”, dice entre risas.
De mirada indiscreta
La pluma del narrador anónimo al interior de la ficción de Soler, da con la historia de la mujer diminuta por su mánager Cristino Lobatón, pero en la realidad el escritor veracruzano encontró la vida de Lucía Zárate con poca información al respecto y sin un representante de por medio, por lo que Soler es una especie de Sherlock Holmes dentro y fuera de su obra literaria.
“No encontraba la manera de entrar a la historia, hay novelistas que entran por la puerta a las historias, que son muy ordenados, pero yo en mis historias trato de contar siempre desde una perspectiva oblicua lo que está sucediendo y siempre trato de meterme por la ventana, no por la puerta”, aclara.
De hecho, Lucía Zárate se vuelve un pretexto dentro del libro. Soler explica que al haber poca bibliografía de la liliputiense disponible, solo tomó al personaje y lo poco que se conoce del mismo a la fecha.
“Lo complicado fue vestir a ese personaje, inventarle un mánager como es Cristino Lobatón, un mánager a la altura de su proeza, tenía que ser un em presario que la hiciera grande en Estados Unidos, entonces inventé a este político veracruzano”, cuenta el literato mexicano en la entrevista.
Una ruta de costa a costa
Lo que brinda interés particular en la novela de Soler es cómo ahonda en el tema del consumo y comercio del opio en Estados Unidos, pues en el siglo 19 la droga no estaba prohibida ni para la venta, ni para uso lúdico.
Jordi cuenta que “llegó un momento, en el que pensando como Cristino Lobatón, vi claramente que su asociación con los chinos, con los chikuapawa, la compra de ese tren que iba de un lado a otro de Estados Unidos, era un espacio donde podía montarse un laboratorio, dije a ver un empresario hubiera pensado esto seguro”.
El tren de Lobatón cruzaba la Unión Americana, partiendo desde Nueva York y cruzando el corazón del país hasta llegar a San Francisco. Soler cuenta en la ficción cómo operaba la distribución del estupefaciente ideada por su personaje y describe los fumaderos que los chinos tenían en San Francisco y otras entidades.
Sin embargo, a pesar de ser un trabajo literario, esta obra no dista de la realidad. Se calcula que en todo Estados Unidos había 313 mil adictos a la planta en 1896, cuya exportación se prohibió hasta 1909.
¿El Chapo Lobatón?
Entre las licencias que Soler se toma como escritor, está la de vestir a Lobatón con parte de sus pensamientos, ya que al igual que su personaje él se confiesa como un hombre provinciano.
“Cristino tiene una parte mía y del narrador y del que está detrás de Sherlock Holmes que es su carácter pueblerino, su provincianismo. Este carácter pueblerino de Lobatón me gustó mucho escribirlo porque es como el mío, yo soy un niño de pueblo, yo nací en un pueblo en Veracruz igual que él y a lo largo de mi vida me he dado cuenta que ser de pueblo es muy valioso”, confiesa.
Y al preguntarle si Lobatón podría ser el Chapo en la era moderna, argumenta que no están en la misma sintonía.
“Yo creo que hubiera buscado un negocio en el límite de la legalidad, como era entonces el narcotráfico (…) Sería un empresario muy exitoso en el límite de lo legal, si el límite de velocidad fueran 40km/h él iría a 42, no a 100 como va el Chapo”, ríe.