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¿Cuántos poemas, canciones, películas y demás han marcado la diferencia entre lo que manda el corazón y lo que quiere la mente?
Se suele decir que el corazón no ve consecuencia alguna y que el cerebro es quien nivela esa lucha de fuerzas “opuestas”. Pero lo cierto es que a nivel cerebral –y científico– también se puede estar enamorado para toda la vida.
Diversos estudios realizados con parejas comprobaron la teoría del “amor eterno” a nivel científico, práctico, casi tangible. Sin emociones o sentimientos de por medio.
Por años, investigadores han estudiado los niveles neurológicos que influyen en las relaciones de pareja duraderas y han concluido que el amor más feliz es el de pareja, mientras que el más fuerte es el que une a padres e hijos.
Pero, ¿qué hay detrás de la ciencia del amor y la pasión? Oxitocina y dopamina. Los niveles altos de oxitocina (también conocida como la hormona y/o molécula del amor), son clave para que la relación de pareja sea más duradera.
Y estudios comprobaron que las parejas que han permanecido durante mucho tiempo juntas siguen estando enamoradas “como el primer día” gracias a su gran producción de dopamina.
Y es que el amor es la droga más potente para el ser humano. Según expertos de la Universidad de Stanford, una persona puede sentir abstinencia cuando termina una relación.
La antropóloga Helen Fisher y un equipo de investigadores del Albert Einstein College of Medicine, concluyeron que el amor le genera una adicción tal que sus efectos son muy similares a los de cualquier analgésico.
Esto debido a que el amor activa áreas del cerebro que reducen el dolor y aumentan el placer.
Eso también explica cómo es que cuando se está enamorado, el cuerpo y el cerebro experimentan emociones a diestra y siniestra, desde la euforia, hasta la obsesión, en algunos casos.
Sin embargo, pese a que no se puede sentir esa “montaña rusa” de emociones durante toda la vida, pues el cuerpo no soportaría esos niveles de éxtasis, el amor sí puede durar de forma perenne.
Como si fuera la primera vez
Lucy L. Brown, neurocientífica del Albert Einstein College of Medicine, dijo junto a Helen Fisher que se centraron en “aquellas personas que decían estar enamoradas como los primeros meses, aunque llevaban juntas 10 años o incluso más”, en la conclusión de su estudio “Correlaciones neurales del amor romántico intenso de larga duración”.
Para esa investigación, Brown, Fisher y el resto del equipo eligieron a 10 hombres y siete mujeres que hayan estado casados, en promedio, durante 20 años. Se les sometió a resonancia magnética mientras les mostraban diferentes imágenes de parientes, familiares cercanos y claro, amigos y parejas íntimas.
“Los resultados sugieren que el sistema de recompensa que se activa en determinadas parejas duraderas se puede prolongar en el tiempo como ocurre con un nuevo amor, pero también está relacionado con los sistemas implicados en el apego y el emparejamiento”, dicen las autoras.
Los resultados de las resonancias magnéticas también demostraron que el cerebro de los voluntarios se activó como lo haría el de personas recién enamoradas. Produciendo neurotransmisores, entre ellos dopamina, activando las áreas de amistad y el apego entre madre e hijo.
Oxitocina para la fidelidad
Pero los efectos de producir dopamina no es el único ingrediente en la fórmula del amor eterno. Como se mencionó anteriormente, la oxitocina también juega un papel fundamental, sobre todo en la empatía, fidelidad y la monogamia.
Así que si quieres que tu relación perdure, no solo te limites a los besos y las caricias, las flores u otros regalos, sino también toma en cuenta que la oxitocina es muy importante para fomentar la monogamia. Con mayor ímpetu en los hombres.
René Hurlemann y un grupo de colegas de la Universidad de Bonn, señalan que “dado que la recompensa es una motivación clave que subyace a la conducta humana, es muy probable que los mecanismos que conducen a la monogamia se acoplen al sistema de recompensas humano”.
La investigación de Hurlemann, publicada recientemente en Proceedings of the National Academy of Sciences, indica que cuando los hombres tienen altos niveles de oxitocina en su cerebro, tienden a ver aún más atractivas a sus parejas. Es decir, que cuando ven a sus parejas, hay mayor actividad en las regiones cerebrales de recompensa. E inclusive vieron a sus compañeras mucho más atractivas que mujeres desconocidas.
Hurlemann y su equipo también establecieron que la oxitocina aumentó la respuesta neuronal del núcleo accumbens izquierdo con la pareja de cada voluntario, si se compara con la respuesta hacia una mujer conocida (familiar o una compañera de trabajo con la que se pasa mucho tiempo). Por lo que refuerza el efecto de la oxitocina en las parejas.
Quererse, besarse, tocarse
El calor del amor. Fuera de toda respuesta corporal y sexual, el calor humano se siente en todo su esplendor cuando una persona está enamorada. Inclusive hay reacciones físicas que lo comprueban, como temblar de nervios, sudar de emoción y la aceleración de los latidos del corazón cuando llega el encuentro con el ser amado.
Y es que es termodinámica pura. José-Manuel Rey Simó, quien es matemático de la Universidad Complutense de Madrid, declara en una investigación publicada en la revista científica PLoS ONE, que la segunda ley de la termodinámica bien podría explicar las rupturas –o permanencia– de ciertas parejas.
La segunda ley de la termodinámica dice que cuando un cuerpo se enfría (por ende, deja de recibir calor de algo externo), se le debe aportar energía.
José-Manuel Rey Simó enfatiza en su analogía entre las parejas y la termodinámica que “solo como un paralelismo, no como una verdadera ley física de los sentimientos”.
Las variables de la ecuación, en el caso de las parejas, son la sensación amorosa y el esfuerzo que hacen las mismas porque esta perdure.
Siendo la sensación amorosa la energía y el calor interno. Y el esfuerzo es el aporte de energía externa que se necesita para que un cuerpo no se enfríe.
Y no solo eso, Ruth Feldman, que es investigadora del Centro de Investigación del Cerebro de la Universidad Bar-llan, en Israel, señala que las muestras de cariño, así como tocarse con frecuencia, aumentan los niveles de oxitocina en las parejas.
Si piensas que además de un beso, la solución está en rociarle oxitocina a tu pareja para aumentar su producción y efecto, mejor hazle una caricia, pues Ruth Feldman subraya que no se recomienda usar esta hormona de forma exógena, o bien, mediante inhalación o medicación, para aumentar los niveles y avivar la relación artificialmente”.
Ruth agrega que “cuando las parejas se tocan más, pasan más tiempo juntas y se prodigan en muestras de afecto, la oxitocina aumenta y es muy positivo para los dos (…) Si los niveles bajan porque todo lo anterior falla, “la relación debería terminar”.