el diablo a todas horas

‘El diablo a todas horas’: el absurdo y la realidad en una película gris de Netflix

Querido, lector: mi opinión vertida en La Cinemágora no representa la perspectiva del medio. La crítica de El diablo a todas horas NO TIENE SPOILERS

A sus 52 años, Donald Ray Pollock abandonó su rutinaria vida en la fábrica de papel para integrarse a un curso de escritura creativa en la Universidad Estatal de Ohio. Tres años más tarde ya publicaba en el NY Times. Su novela The Devil All the Time (El diablo a todas horas) llegó pronto y fascinó a la crítica. El libro fue catalogado como una nueva especie de literatura gótica norteamericana.

En poco más de 200 páginas, Pollock escribió una historia henchida de arrebatos religiosos que superan el fanatismo. Es la vida de Arvin, un jovencito que parece delatar la biografía de su autor con una trama a la que le sobran simbolismos y críticas a la podredumbre de la religión.

El cineasta Antonio Campos, laureado en el Festival de Sundance por su película Christine, de 2016, eligió realizar la adaptación de la novela de Donald Ray Pollock. El reparto estaría encabezado por Tom Holland, Bill Skarsgård y Robert Pattinson. Y este 16 de septiembre se estrenó en Netflix.

¿DE QUÉ VA?:

Arvin pasa de ser un niño que sufre abusos en el instituto a convertirse en un hombre que sabe cuándo y cómo ha de pasar a la acción. Los acontecimientos que se dan lugar en Knockemstiff, Ohio, desatan una tormenta de fe, violencia y redención que se desarrolla a lo largo de dos décadas.

La Biblia está llena de hombres y mujeres buenos que sufren delirios
Pastor Teagardin

LO BUENO: ACTUACIONES, NARRATIVA Y FOTOGRAFÍA

Mucho de lo que se apetece en una película es su narrativa. En El diablo a todas horas eso predomina. No hay guerra alguna contra el interés del espectador. Todo el tiempo, el cineasta Antonio Campos entrega escenas que guardan cierta atracción y morbo de acuerdo a la historia.

La cinta es una novela, literalmente. A caminata pausada, Antonio Campos cuenta la historia de Arvin, interpretado por Tom Holland, sin decir mucho, pero con mostrar demasiado en las escenas. Por eso es que logra presentar una narrativa trepidante y ágil.

Los diálogos, basados en la novela de Pollock, se utilizan para propósitos específicos. Sin embargo, son los mismos personajes los que salen hablando a través de sus decisiones y acciones que, por exagerado que parezca, todas son violentas y bestiales.

Antonio Campos repite el estilo que ya había adaptado en Christine (2016). No se decanta por lo espectacular sino por la perturbación a cuenta gotas sin que ello resulte en un largometraje aburrido. La dirección por eso brilla demasiado, pues sus actores y actrices se desenvuelven sin tapujos en una historia taciturna.

Holland, Skarsgård, Pattinson y Eliza Scanlen son los artistas que, gracias a la historia y dirección, exponen a cabalidad la desolación y fanatismo de sus personajes. Miradas llorosas, sermones y gestos propios de un predicador y reacciones iracundas se sortean a lo largo de la película bajo las excelentes interpretaciones.

Por otra parte, y a manera de cuento con la narración del propio Donald Ray Pollock, el filme de Campos hila los acontecimientos de los personajes con un propósito que se resuelve a media hacia su conclusión. Ello es muestra de que el cineasta neoyorquino se preocupó por conservar la esencia literaria.

La última de las virtudes de El diablo a todas horas se halla en su apartado técnico. La fría fotografía, casi sepia, adorna de forma elegante una producción que no tiene fallos en retratar los años en los que está ambientada la cinta.

No sería descabellado que Lol Crowley (Vox Lux, 2018), quien estuvo a cargo de la fotografía, fuese nominado a los premios Oscar de la Academia.

LO MALO: UNA HISTORIA ABSURDA

Lo que vuelve gris a El diablo a todas horas es la historia originada desde la novela. No hace falta avanzar hasta la mitad del filme para comprender que el autor, Donald Ray Pollock, conserva una reticente crítica hacia la religión.

Y es que lejos de ser realista, la trama avanza por caminos absurdos que están trazados a la fuerza para conectar obligatoriamente a los protagonistas. La crítica al fanatismo es evidente pero se vuelve, paradójicamente, fanática porque esboza circunstancias totalmente frenéticas, irreales y propias de una ficción pobre.

Una tras otra, cada acción iracunda de los personajes se vuelve un acumulado de ficción, es decir, una mirada sesgada del cristianismo. No importan las formas. La distorsión y las desgracias de los protagonistas acaban en, última instancia, las manos de Dios.

A pesar de que El diablo a todas horas sea una sincera pintura de la condición asquerosa y perversa del corazón, hay una intención de ensalzar el pesimismo sin importar los medios. Ello provoca que la película se sienta forzada y, hasta cierto punto de la historia, predecible.

*Recomendación: 3.5 estrellas de 5. Una película sumamente literaria y novelesca.

*Plataforma: Netflix

*¿Qué es lo que más te gustó de “El diablo a todas horas”?

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