Golpes, maltratos, humillaciones y agresiones sexuales tuvieron que vivir niños mientras se les arrebataba su identidad cultural y social, ya que, durante casi 100 años, el gobierno canadiense, junto con las principales organizaciones cristianas, operó las denominadas Escuelas Residenciales Indígenas. Más de 150 mil niños fueron alejados de sus familias para ser internados en estas instituciones con el fin de asimilarlos a la cultura occidental y obligarlos a olvidar su idioma y todo su bagaje cultural. Para muchos es el episodio más oscuro de la historia canadiense.
Ese “genocidio cultural” fue representado por el Royal Winnipeg Ballet, a través de su espectáculo “Going Home Star-Truth and Reconciliation”, obra con la que homenajean a dichas víctimas como un intento de sanar las heridas, en la edición 47 del Festival Internacional Cervantino (FIC).
La pieza está basada en la obra del novelista Joseph Boyden, que narra la vida de una mujer perteneciente a los pueblos originarios de Canadá, llamados First Nations (Primeras Naciones) y su nombre se refiere a Keewatin, astro que ha guiado por generaciones a los Cri.
“Venimos del norte, donde nuestra gente ha vivido desde tiempos inmemoriales, nos llaman Cri, la historia que se les ha traído, a través de este ballet, en este escenario, resuena a lo largo del norte, del centro y del sur de América, es una historia verdadera que fue vivida por muchos a lo largo de esta grandiosa tierra. Nunca olvidaremos”, aseguró, en lenguaje nativo, uno de los miembros de esta comunidad, quien realizó un ritual antes de que el ballet comenzara.
El ritual fue una muestra de la integración que se logró entre la compañía de ballet y la comunidad indígena con el afán de seguir construyendo puentes entre las dos culturas.
“La reconciliación no es un acto aislado, sino un proceso, es uno que asume el Royal Winnipeg Ballet en sus dinámicas actuales de producción artística. El arte como mediador con esta propuesta, que resulta un acto singular e inesperado”, expresó Jaime Camarena.
Historia canadiense en movimiento
La pieza dancística, bajo la dirección de André Lewis, cuenta la historia de Annie, una joven urbana perteneciente a las Primeras Naciones que está a la deriva de los excesos juveniles, pero conoce a Gordon, un chamán de pelo largo disfrazado de hombre sin hogar, quien la impulsa a un mundo que siempre ha sentido, pero que nunca ha visto.
Juntos recorren el presente y el pasado, los recuerdos de sus antepasados que sufrieron los horrores de las Escuelas Residenciales Indígenas se presentan ante ellos. Se muestra el peso que tuvieron estas instituciones sobre las personas que al interior se encontraban y cómo los clérigos abusaban de su poder.
Los personajes aprenden y buscan transmitir que sin verdad no hay reconciliación. Que está bien recordar, al igual que olvidar. Sus movimientos son precisos y cautivadores, con pocas palabras logran transmitir el sufrimiento de aquellos niños qué ante el dolor, solo les quedó arder.
La obra, que tardó 10 años en fraguarse, ha impactado desde su estreno por su profundo humanismo y la manera tan noble en que presenta este episodio tan dura de la historia canadiense.
Desde 1996, con el cierre de la última Escuela Residencial Indígena, se han abierto miles de expedientes donde, efectivamente, se reiteran los horrores ocurridos a las familias indígenas canadienses al tratar de eliminar su cultura.
Este espectáculo de una de las compañías más antiguas de América, fundada en 1938 y reconocida ampliamente por la calidad y el arrojo de sus propuestas artísticas, se logró gracias a la colaboración del Canada Council for the Arts y la Embajada de Canadá en México.