Pete Doherty me ha dejado plantado dos veces. Al parecer, la verdadera manera de experimentar sus shows es en ese momento en el que, minutos antes de que inicie el concierto, te hacen saber que el espectáculo ha sido cancelado por causas ajenas a los organizadores.
Traducción: la cancelación es a causa de los problemas de adicción del cantante. Así es como el ex líder de The Libertines se ha convertido en el talento más desperdiciado de la música en el siglo 21.
Su carrera musical se entiende solo usando “hubiera” para conjugarla; una gran parte de ella son metas y expectativas no cumplidas. Su estatus como “national treasure” (o tesoro nacional) del Reino Unido estaría asegurado tan solo por escribir la sutil “Albion”, pero sus problemas de adicción hacen todo más complicado.
La actual gira por su país de origen debía servir para presentar las canciones que está preparando para su disco solista, luego de más de tres años de silencio. Su nuevo álbum debería salir antes del final del año, pero se antoja cada vez más difícil que esté en tiempo.
Todo mundo sabe que Pete Doherty está en problemas –a la Amy Winehouse–, sin embargo nadie puede hacer nada para corregir al enfant terrible más conocido de la música británica de los últimos 15 años.
Puedo vivir sin nunca verlo tocar “Fuck Forever” en vivo, pero da impotencia saber que alguien tiene que hacer algo antes de que lo único que quede sea lamentar otra perdida musical y nada suceda.
Tristemente, el primero que tiene que tomar conciencia es el mismo Doherty.