Iztacalco en underground

En “la casa de la sal” se festejó a los muertos al ritmo de Emir Kusturica & The No Smoking Orchestra. Grupo de origen serbio que conquistó el entusiasmo de sus seguidores al crepúsculo que iluminaba el escenario.

 

¿Cuántos saben dónde está Serbia? ¿Cuántos saben algo del lugar en el que están parados?

Azaneth Cruz Azaneth Cruz Publicado el
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Al final, al estilo del teatro, realizaron tres reverencias, sacudieron las manos en señal de adiós y uno a uno  desaparecieron de la escena 

En “la casa de la sal” se festejó a los muertos al ritmo de Emir Kusturica & The No Smoking Orchestra. Grupo de origen serbio que conquistó el entusiasmo de sus seguidores al crepúsculo que iluminaba el escenario.

 

¿Cuántos saben dónde está Serbia? ¿Cuántos saben algo del lugar en el que están parados?

 

Cayó la noche y entre una cortina de humo con olor a hierba –sí, esa que quieren legalizar- y suspiros de alcohol sonó “Jaguar”, una melodía de Stribor Kusturica & The Poisoners. De telonero, su hijo.

 

El plato fuerte llega al escenario

 

El público enloquece y al evento se suman más. Kusturica comienza a presentar a los integrantes del grupo. Desde donde está, se pueden visualizar ofrendas, niños disfrazados, el vaivén de los autos y, a las personas que están exaltadas por escucharlos tocar.

 

¿Njat njet njet boljse njet blatnova kriminala? Al principio no se entiende, pero segundos después algunos reconocen los coros.

 

El líder de la banda tiene una conocida carrera como cineasta, y cuando comienza hablar inglés se puede entender que se trata de Vasja, pues el coro de los presentes comienza a ser “Fuck you MTV”.

 

El acordeonista, Zoki Milošević resalta de entre la multitud vestido de blanco a la par del instrumento; Ivica Maksimović, llamado por Emir el “Carlos Santana” de la banda, sobresale por su cabellera rizada y larga; cada uno tiene un estilo sencillo. 

 

El atuendo más polémico es el de Stribor Kusturica quien portó una playera con la imagen de Donald Trump en el círculo de prohibido. Mientras que Emir llevaba en su camiseta negra un Pancho Villa con la leyenda “I want you gringo”.

 

El escenario es un lugar privilegiado, nadie puede pasar, excepto el público al que Emir Kusturica y la banda escogen para las divertidas comparsas del espectáculo.

 

Las voces serbias y los tonos graves de Nele Karajlić, Zoki Milošević y el mismo Kusturica entonan 

“Unza Unza Time”, Sanela y la canción de su película “Maradona”, pieza en la que se vale del apoyo de un ballet de fanáticas a las que recurrentemente llamaba “entusiastas, inteligentes, bailarinas y guapas”.

 

El tiempo vuela y en medio de una multitud que no para de bailar con ellos, los puentes musicales al estilo de “La Pantera Rosa” de Blake Edwards les acompañan.

 

El intermedio se hizo para los duelos y llegó el momento en el que el violín de Nele Karajlić y el silbato de Kusturica inician una conversación, se ha dejado de escuchar la canción de su película “El tiempo de los Gitanos” y entonces comienza el reto.

 

Entre los gritos enardecidos y la música de fondo que parece ser el residuo de una transición de la ingeniosa versión de la canción “Shine On You Crazy Diamond” de Pink Floyd, los observan, miran a la audiencia, su conversación regresa, se torna íntima y entonces dejan de observar, el violín le dice al silbato y viceversa, sus risas y gestos nos dan un idea de lo que pueden hablar, unos creen que se refieren al concierto, otros más a algo personal.

 

¡Vaya usted a saber que están diciendo!, se escucha a un costado de la barrera. 

 

El ambiente se tranquiliza. Pero qué sería de la vida o un concierto sin “Romeo y Julieta”.

 

Kusturica elige de nuevo, al escenario sube una “Julieta” mexicana a quien la orquesta se le arrodilla, Emir le canta y ella pareciera imaginarse en la torre más alta.

 

Continúa sonando lo que queda de aquella pieza musical y Nele Karajlić toma su mano para llevarla bailando en un recorrido por el escenario.

 

El romanticismo se rompe, más de uno despega sus pies del piso, los acordes explotan, las vibraciones comienzan a sentirse cada vez más pues la rola “Pitbull Terrier” está tronando el concreto.

 

Con el arco -el accesorio para frotar los instrumentos de cuerda- en el calcetín, en el cinturón y en la boca de Emir, Nele hace estremecer el violín. 

 

De pronto, un arco de al menos dos metros de largo aparece y entonces son los dos quienes comienzan un duelo que llega con gran entusiasmo al oído de aquellos que se encuentran más lejos. 

 

No privan a nadie de su orquesta, todos disfrutan y escuchan con un corazón que ya está más que exaltado.

 

Salen del escenario para dar por terminada la velada. Pero al grito de “otra” y una media vuelta se colocaron los instrumentos y en la voz de Nele Karajlić comienza “Cerveza”, una canción que fue interpretada completamente en español.

 

Es una despedida etílica. Ahora sí se van.

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