Es la maldición que se hace realidad con la aparición de toda nueva tecnología: expertos, aficionados y personas que no tienen nada que ver con ella predicen la desaparición de la generación anterior.
Con la televisión, se dijo que sería el fin de la radio; el Internet supuestamente acabaría con la televisión (y los periódicos y la comunicación persona a persona); y los reproductores de mp3 consiguieron con bastante éxito extinguir a los ahora arcaicos “Walkman”.
Un pronóstico parecido ha perseguido a los libros impresos desde la aparición del Kindle –el lector electrónico de Amazon– en el 2007. Los literatos más apasionados lo negaban llenos de miedo, los más vanguardistas comenzaron con la compra obsesiva de e-books instantáneamente y el mundo estaba a la expectativa.
Y entonces nada pasó.
En un anticlimático reporte, Nielsen confirmó que los libros tradicionales siguen a la cabeza, pero el mercado parece haberse estabilizado.
¿Campo de batalla o patio de juegos?
Durante la primera mitad del 2014, los libros electrónicos representaron el 23 por ciento de las ventas del mercado estadounidense; los libros de pasta dura el 25 por ciento, y los de bolsillo el 42 por ciento.
Así, los libros de papel tienen la fidelidad del 67 por ciento del mercado, por lo menos en apariencia. Antes de sacar conclusiones, hay que tomar varios aspectos en consideración.
Primero, los libros electrónicos y los impresos pueden coexistir pacíficamente, aún en la vida del mismo consumidor.
Hay situaciones en las que leer en un dispositivo móvil es más conveniente, como hay ocasiones en las que es preferible llevar un libro físico a la mano.
Los lectores más asiduos no ven razón para limitarse, y suelen utilizar ambas maneras para cultivarse.
En segundo lugar, aunque el factor nostálgico sin duda juega un papel importante en la toma de decisiones de los consumidores, el mercado ha dado la razón a la conveniencia de un e-book, que puede cargarse en el mismo lugar que el correo electrónico, aplicaciones de mensajería y esencialmente toda la información que una persona puede desear.
Sin embargo, hay situaciones en las que un libro impreso dice más que uno digital. Una tarjeta de regalo de Amazon carece del romance de un libro envuelto y dedicado; los escritores no pueden firmar versiones electrónicas, y la capacidad decorativa –y, ¿por qué no? de presunción– de un libro cuya portada o lomo queda visible es indudable.
Y es que ahora nadie da crédito a los augurios de desaparición de los libros en papel. El autor Stephen King dijo recientemente a The Huffington Post que los libros van a estar ahí por mucho, mucho tiempo”, de la misma forma que los discos de vinil siguen existiendo, y aún más.
“Hay un deseo de querer libros que está entendido e implantado profundamente, y que no está ahí con la música”, afirmó el autor.
La predicción es ahora mucho más amable, y se va por el lado de la coexistencia pacífica. Quien quiera comprará e-books, quien quiera comprará impresos, y quién quiera comprará ambos. Y uno no hará al otro desaparecer, por lo menos por ahora.
El papel se defiende
Ha quedado claro que el papel es el futuro pero, ¿cuál es la razón?
Varios estudios han apuntado a que la lectura de libros físicos es el tipo favorito del cerebro, y que contribuye a la retención más profunda de la información leída.
En agosto de este año, un estudio de la Universidad Stavanger, en Noruega, puso a 25 adultos a leer una historia de 28 páginas en un Kindle, y a otros 25 en un libro de bolsillo. Después, aplicó a una prueba a todos los participantes para ver qué habían logrado absorber.
“Quienes leyeron en el Kindle tuvieron peores resultados en los ejercicios de reconstrucción de la trama, cuando se les pidió poner 14 eventos en orden”, afirmó Anne Mangen, quien es investigadora del caso.
Los científicos concluyeron que el elemento táctil de un libro físico sirve de apoyo a la construcción mental de la historia.
“Cuando lees en papel puedes sentir con tus dedos una pila de hojas creciendo del lado izquierdo, y reduciéndose del derecho”, expresó Mangen. “Tienes un sentido táctil de progreso, además del aspecto visual”.
Algo parecido sugirió un estudio publicado en abril, y realizado por la Universidad West Chester, en Pennsylvania. En este caso, una evaluación fue aplicada a estudiantes, y se descubrió que los que habían leído en tablets se distraían por aspectos interactivos de los libros, y no retenían la misma información, y algunos incluso ignoraban el texto por completo.
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