Los seres humanos son vulnerables, efímeros e imperfectos. Su condición los obliga a buscar la trascendencia, la fuerza y la resistencia para evadir las sensaciones de vacío y de fractura. Esa es la esencia que envuelve al montaje Frágil, una propuesta de danza contemporánea.
“Frágil es una obra íntima en la que se exploran múltiples posibilidades escénicas que ponen en juego el conflicto entre la resistencia y el punto de fractura, visualizándose tenuemente en una mujer que habla consigo misma en un tiempo suspendido o en una acción insistente, deliberada e instintiva a la vez”, explica Talía Falconi, creadora y bailarina del espectáculo.
Este trabajo coreográfico es la continuación de una línea de búsqueda que lleva Falconi experimentando desde hace varios años, siempre centrada en el cuerpo y a partir de él, recrea todo un universo poético que parte desde el movimiento.
“El montaje es un trabajo bastante íntimo, solamente hay un intérprete en escena que está acompañado por Federico Valdez —que trabaja la música en vivo—, es un proyecto que confronta el espacio con el movimiento, es como esa relación con el espacio, el tiempo y con la música, con el sonido”, indica la creadora.
Mientras la bailarina interpreta a su personaje, existe un discurso paralelo, a través de imágenes que se proyectan en escena, ambas disertaciones se conjugan, a veces intervienen juntas y de alguna manera son una especie de álter ego.
La música que complementa el espectáculo es contemporánea experimental. “Federico es un músico muy versátil, trabaja con instrumentos como el piano, la guitarra, con tipos de flautas, a partir de esa gama también trabaja con electroacústicos. Su desempeño en vivo conjuga cosas compuestas con elementos sonoros que van surgiendo en escena, que pueden cambiar de manera distinta”, dice Falconi.
Los estilos de estos dos artistas se han “contaminado” uno del otro, juntos han aprendido que el sonido puede partir de una gestualidad y cómo el gesto parte de un sonido.
No es debilidad
La palabra frágil se refiere a un material que se puede quebrar, que tiene un punto de resistencia en el que se rompe y cuando pasa esto, no pierde sus propiedades, no se transforma, esa es una las características realmente de ser frágil, no debe asociarse con debilidad.
Falconi analiza la palabra de una manera más física, “entre el punto de resistencia y el punto de quiebre, de fractura. Eso fisicamente se trabaja en la obra y tiene que ver con el desarrollo del personaje. Por otro lado, me remite a la existencia humana, que tiene que ver con que somos efímeros, de alguna manera, entonces se relaciona con esa concepto de la vida”.
La bailarina reconoce que siempre se ha interesado por los puntos intermedios, de inestabilidad, esos puntos que en el teatro remiten al conflicto porque, dice, no hay teatro si no hay conflicto. Además ha estudiado cómo se genera el movimiento a partir de un cuerpo, cómo se moldea, cómo se trabaja, por eso se ha acercado al teatro físico y al espacio circense, porque también trabaja con esos puntos de desequilibrio y aborda el movimiento con arneses, con la danza vertical, sistemas técnicos que permiten al intérprete poder suspenderse en el aire para desarrollar nuevas posibilidades físicas y de movimiento.
“Es una manera de ver esos puntos que juegan con una cierta inestabilidad, donde no todo está completamente seguro, sino que siempre pueda pasar cualquier cosa, se cae y se rompe. Entonces el espectáculo tiene que ver con eso, uno como artista, de alguna manera, traslada lo que vive al entorno, lo recrea en un universo propio a través de los diferentes mensajes”, afirma Falconi.
Cambiando paradigmas
Existe la creencia de que la danza contemporánea es complicada, rara, poco amigable con un espectador nuevo porque sólo está dirigida a personas cultas e intelectuales, pero esas ideas son barreras que le impiden a la gente acercarse a nuevas expresiones artísticas.
“Son paradigmas que hay que romper completamente, pero creo que la comunicación en el hombre es básicamente por dos puntos, uno es por el lenguaje hablado y otro es por el movimiento, que es un lenguaje muy expresivo y esa comunicación tiene que ver con una lógica racional y a veces el espectador no está acostumbrado, es cierto, porque sólo ve espectáculos más narrativos, pero es capaz de entender, de sentir, los movimientos, la poética de gestos. ¿Implica más trabajo? Claro, pero hay que romper con esos estigmas de que sólo es para un público especializado”, argumenta la bailarina.
Justo ese es otro de los objetivos de Frágil, mostrar esa otra comunicación, invitar al público a percibir, a que se entregue a nuevas sensaciones, a sensibilidades que son distintas a solamente cosas que te llegan de una manera lineal. A dejar de entender y empezar a sentir a través de los movimientos.
“El mensaje es el producto artístico en sí mismo. Para que exista fragilidad tiene que haber resistencia, son puntos contrarios que están evidentes en la obra. Hay que acercarse a ver espectáculos que se comprometan, que abran otras maneras de percibir el mundo, que se salgan un poco de lo cotidiano, que transmitan eso que no es racional y concreto, pero que sí existe, que están y que son parte del ser humano”, concluye Falconi.
Frágil se presentará del 1 al 3 de agosto, a las 20:00 horas, en el Teatro de la Danza “Guillermina Bravo”, del Centro Cultural del Bosque.
Los creadores
La compañía Talía Falconi-Federico Valdez/ escena contemporánea se formó en México en el año 2010 con la idea de generar proyectos de creación escénica, desde una perspectiva heterodoxa, contemporánea y transdisciplinar, con el respaldo de las experiencias artísticas y de las trayectorias individuales de más de 20 años de sus directores en los ámbitos de la danza, la música, el teatro y los lenguajes audiovisuales.
Desde su conformación han realizado residencias de creación y presentado sus obras en diferentes foros a nivel internacional. Han desarrollado, hasta el momento, tres ejes principales de trabajo: Composición escénica, medios audiovisuales e improvisación escénica.
Falconi es bailarina y coreógrafa, nació en Ecuador, pero lleva viviendo en México alrededor de ochos años. Se formó en la Escuela de Martha Graham, en Nueva York, en la Escuela Nacional de Circo Annie Fratellini y la Escuela de Teatro de Movimiento Jaques Lecoq, en París.