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El sábado, la noticia de que un bebé que se desarrolló dentro de un útero trasplantado había nacido recorrió al mundo. El pequeño Vincent está sano y llegó al mundo tras 31 semanas en el vientre de su madre, una mujer sueca de 35 años.
El éxito del procedimiento dio esperanza a millones de mujeres en el mundo que, por una u otra razón, no tienen matriz. En el caso de la madre de Vincent la razón era genética –nació sin útero– pero también podría significar una alternativa para las mujeres que han perdido el órgano por enfermedades como el cáncer.
La histerectomía –extracción quirúrgica del útero– es uno de los tratamientos más comunes para el cáncer cervicouterino, el tercer tipo de cáncer con mayor prevalencia en México, que afecta hasta a 8 por ciento de las pacientes de esta enfermedad en el país.
Y los ojos de quienes carecen de este órgano y quieren ser madres, están puestos en el pequeño Vincent.
El bebé victorioso
Aunque no se sabe si es su nombre real o con el que lo presentan, hay una razón por la que lo eligieron: Vincent significa “vencedor” en latín. Y sus padres vivieron muchos obstáculos para lograr que este niño llegara al mundo.
Su madre sufre de un desorden genético que provocó que naciera sin útero, así que recibió uno de una amiga de la familia –una mujer de 61 años, con dos hijos y entrada en la menopausia.
Antes y después del trasplante, la ahora madre tuvo que tomar tres medicamentos para evitar que su cuerpo rechazara el órgano, y seis semanas después de recibirlo tuvo su primer periodo, lo que significaba que sus propias hormonas habían hecho funcionar la matriz.
Después de un año de funcionamiento normal, se llevó a cabo un proceso de fertilización in vitro con óvulos de la mujer y espermatozoides de su esposo.
Durante el tiempo previo al embarazo, la receptora tuvo dos incidentes de rechazo que fueron controlados con medicamentos. Lo mismo sucedió con uno después de la concepción del bebé.
El pequeño tuvo que ser extraído por medio de una cesárea a las 31 semanas, después de que su madre desarrollara preclampsia, o un incremento en la presión sanguínea que puede ser peligrosa para la madre.
Pero todo parece haber quedado detrás de él, y su padre lo describe como “muy, muy lindo” e “igual que cualquier otro niño, pero con una buena historia que contar”.
La investigación y el parto fueron realizados por el doctor Mats Brannstrom, profesor de ginecología y obstetricia en la Academia Sahlgrenska de Gotemburgo.
La polémica está presente
Aunque la idea del trasplante de útero da esperanza a millones de mujeres alrededor del mundo, y les ahorra algunas de las consideraciones legales y emocionales de alternativas como la renta de un vientre, el procedimiento tiene puntos débiles.
Para empezar, la implantación funciona como cualquier otro trasplante en un sentido importante: el receptor debe tomar inmunosupresores para evitar que su cuerpo rechace el órgano.
Esto tiene efectos secundarios a largo plazo, pero es especialmente delicado en el caso de una mujer embarazada, pues cualquier enfermedad que contraiga al tener el sistema inmunológico debilitado podría transmitirse al bebé y hacer daño permanente.
Y hay una importante manera en el que este trasplante no es como los demás: la mujer que lo recibió no conserva el útero en su cuerpo para siempre, pues no se trata de un órgano vital.
Así, la paciente sueca madre de Vincent deberá pasar por una extirpación del útero, operación naturalmente riesgosa –sobre todo después de las tribulaciones que su cuerpo ha pasado.
Fuera de eso, y del hecho de que pacientes anteriores perdieron a sus bebés a solo semanas de quedar embarazadas, todo indica que el método podría perfeccionarse en los próximos años.
Por el momento, Brannstrom asegura que hay dos mujeres más con úteros trasplantados que están más allá de la semana 28 de embarazo, y espera que ambas lleguen a término exitosamente.
A diferencia de Vincent, estos bebés crecerán en los mismos úteros que sus madres –cuyas propias mamás donaron los órganos a sus hijas.
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