Durante años se ha discutido si el grafiti es o no un arte. Este debate ha llegado a un nuevo nivel, luego que un juez de Nueva York concedió una indemnización de 6.7 millones de dólares por la destrucción de los famosos murales urbanos del edificio neoyorquino conocido como 5Pointz.
El edificio y la obra creada por al menos 21 artistas del grafiti fueron destruidos en su totalidad hace cuatro años para poner en el lugar un edificio de departamentos de lujo; la edificación se encontraba cerca del puente que conecta Manhattan con Queens, en Long Island City.
Jerry Wolkoff, quien era el dueño original del inmueble, dio su consentimiento para que los jóvenes pintaran sobre el edificio de la Avenida Jackson. Sin embargo, no había más un acuerdo de palabra entre Wolkoff y los artistas, por lo que el caso se tornó bastante complicado.
El jurado tuvo que deliberar sobre si el grafiti debe o no ser considerado arte y si Wolkoff tenía plenos derechos sobre la obra que se creó en sus paredes. Al final, los miembros del jurado se decantaron por la postura de los artistas.
Los jóvenes basaron su demanda en la Ley de Derechos de los Artistas Visuales de 1990, la cual prohíbe la destrucción intencionada o negligente de cualquier trabajo de amplio reconocimiento público; tal era el caso del edificio 5Pointz.
Desde 1993, los artistas comenzaron a plasmar su obra en el inmueble y desde entonces se convirtió en un punto turístico para los amantes del grafiti.
Lo que más llama la atención es que los murales estaban en constante evolución, pues sólo algunas de las obras eran permanentes, mientras que el resto cambiaba cada determinado tiempo; se calcula que se crearon cera de 11 mil piezas que se fueron superponiendo una sobre otra.
Antes de vender el 5Pointz, Wolkoff eliminó los murales con pintura blanca en octubre de 2013, meses después fue derrumbado en su totalidad y en 2015 fue construida la torre departamental.
El propietario del edificio argumentó ante el jurado que los jóvenes sabían, de antemano, que el edificio estaba en las últimas, por lo que no tardaría en venderlo.
Los grafiteros se plantearon la posibilidad de comprar el edificio, pero el costo del inmueble se disparó a más de 200 millones de dólares, por el proceso modernizador que se ejecutó en la zona.
Incluso, el misterioso Banksy pidió que no se derribara el inmueble, para que se preservara este museo urbano del grafiti.
Finalmente, el juez federal Frederic Block resolvió que al menos 45 de las obras debieron ser protegidas, por lo que falló a favor de los artistas.
Block consideró que la colección artística que se exponía en las paredes era de gran calidad y destacó la técnica, la maestría y la visión utilizada por sus creadores, “que merecía haber sido expuesta en museos de renombre”.
Además su valor artístico, Block destacó el valor social de la obra, pues el crimen se redujo en el barrio gracias a esta colección.
El juez considero que el propietario debió esperar al menos 10 meses para intentar salvar algunas de las obras. Wolkoff ya anunció que apelará la sentencia.