Los asuntos de Anabella
Como si fuera un confesionario, las letras de la guatemalteca Anabella Schloesser de Paiz se encuentran cargadas de emotividad personal en la segunda novela que ahora publica bajo el sello Alfaguara, pero la centroamericana expresa que el personaje de Margarita es la niña que a ella le habría gustado ser en su infancia.
Hidalgo Neira
Como si fuera un confesionario, las letras de la guatemalteca Anabella Schloesser de Paiz se encuentran cargadas de emotividad personal en la segunda novela que ahora publica bajo el sello Alfaguara, pero la centroamericana expresa que el personaje de Margarita es la niña que a ella le habría gustado ser en su infancia.
“De niña yo era muy insegura, muy sensible. Ahora el personaje que yo creé es la niña que yo hubiera querido ser, por decirlo así, y aunque muchos de los eventos que narro en realidad me sucedieron así, la forma de enfrentarlos eran muy distinta”, aclara vía telefónica.
Entre las páginas de “Asuntos de familia” se devela la historia de una niña que abraza a su padrastro como si fuera su consanguíneo e inclusive le llama Vati, pero antes de su muerte le revela pasajes de su vida que le resultan inesperados a la ahora adulta Margarita.
Una de las confesiones que Vati le hace a su hijastra es la vivencia al interior del campo de concentración de Crystal City en Texas, el cual fue instalado poco después del ataque a Pearl Harbor y se dedicaba a deportar familias enteras de alemanes y japoneses al interior de Estados Unidos como parte de un revanchismo a los soldados retenidos por la fuerza en la Alemania nazi.
La seducción literaria
Ante la pregunta de cómo ella defiende su libro frente al mundo literario actual, plagado de novelas de misterio, ciencia ficción, policiacas y demás géneros, Schloesser de Paiz aclara que “hay que saber cómo seducir al lector”.
“El reto del escritor siempre es cómo seducir al lector, por un lado parece que fuera como una confesión, pero es una confesión y no lo es porque como escritor tu escoges qué quieres decir”, comenta en entrevista para Reporte Indigo.
Los detalles en su novela son los que le dan peso a sus textos, al menos así la defiende la autora, “eso me han dicho algunos lectores, que me dicen ‘¿Cómo es posible que a través de una cosa tan particular y tan tuya, por decir, has logrado que yo me acuerde de mi abuela?’”.
Admite que es una novela personal, pero que busca retratar un momento en la historia casi desconocido, y es el asunto del campo de concentración estadounidense en Crystal City, Texas.
“Esa parte de la historia, aquí en Guatemala… Te digo, las generaciones de hoy ya no la conocen, no la saben, realmente me sorprende (…) el objetivo de mandar a los padres de familia a este campo de concentración a Texas era, para el gobierno americano, una esperanza para intercambiarlos por los prisioneros de guerra que tuvieran en Alemania”, devela a escritora.
Amor por Guatemala
Arraigada por gusto a su nación, la escritora confiesa que no siempre ha podido vivir en Guatemala, ya que debido a la guerra civil suscitada en la década de 1980 tuvo que abandonar el país y vivir en Miami por un tiempo, pero en el fondo ella volvió 20 años después.
“Pero mi esposo cuando tuvo la oportunidad, quería regresar a su país, porque él lo ama profundamente. Yo tengo menos raíces porque donde me encuentro, mientras tenga mis libros alrededor, porque eso sí, soy gran dependiente de ellos, yo me siento cómoda”, dice.
En el fondo, otro motivante para el regreso de Anabella fue porque toda su familia y amigos estaban en el país centroamericano y a diferencia de Carlos Fuentes o Gabriel García Márquez que migraron de Panamá y Colombia, respectivamente, para no volver, ella si decidió abrazar a Guatemala una vez más.
“Las relaciones personales, eso es lo que a mí me jalaba, por decir, pero a mi esposo lo jalaba la tierra, le hacía falta el aire, los volcanes, todo lo que vemos aquí al abrir los ojos. Es un país muy lindo”, recuerda.
Vivir en Estados Unidos le sirvió como experiencia para vivir la vida como una minoría y tener la perspectiva de ver a su país desde fuera, “abrir un poco la mente, eso me trajo de bueno salir (de Guatemala). Ahora, al estar de vuelta en mi país, y habiendo aprendido esas lecciones, me gusta mucho”.
La literatura actual
Entre la oferta y la demanda de las obras latinoamericanas actuales, Schloesser de Paiz considera que las nuevas generaciones tienen mucho que aportar y cree que hay talentos que vale la pena resaltar a futuro.
“Tenemos nuevas formas de comunicarnos ahora, a través del internet, de publicarse uno mismo y que a mí me parece todo muy válido. La gente dice a veces ‘los libros ya no van a existir’ yo no lo creo, yo creo que van a ser universos paralelos que se complementan, que se ayudan”, indica.
Roberto Bolaño, Eduardo Halfon, Rodrigo Rey Rosa, Juan Villoro, son de los nombres que le surgen de sus homólogos que ella considera están representando lo mejor de la literatura actual y que a futuro podrían tomar la estafeta de la trascendencia en la literatura latinoamericana.
“Todos estos nuevos escritores con los años se podrá ver cuáles de ellos realmente llegaron a la altura de que la gente realmente los levantó de la repisa y los leyó, porque ese es el gran problema del escritor, primero no tienes quien te publique, y luego de que te publiquen quien te toma y luego ver quién te lee”, explica.
La falta de educación
A pesar de que Schloesser de Paiz está consciente de las deficiencias de su nación, apunta que algo que le parece imperdonable es que falte la educación elemental para los guatemaltecos ya que es una responsabilidad social.
‘“Me duele que los niños de Guatemala no obtengan todos la misma oportunidad, me duele enormemente. Yo tengo hijos, tengo nietos y eso para mí es un pecado capital”.