Colombia, esa meca y edén en el cultivo de drogas, ha sido explotada por el negocio del narcotráfico proveyendo cocaína, amapola y marihuana en cantidades industriales año tras año, atrayendo además un conflicto armado que pareciera no tener fin.
El paternalismo de Estados Unidos relució bajo el mando presidencial de Bill Clinton, cuando se firmó el “Plan Colombia”, el cual fue propuesto por el entonces presidente del país sudamericano Andrés Pastrana Arango para poner fin a la guerrilla y de paso armar escuadrones antinarcóticos.
Pero entre la batalla, se cobraron una factura que prefirieron ignorar por casi 15 años, la mano de obra y el sustento, los sembradíos y la vida misma. Atentaron contra el propio pueblo colombiano.
La prioridad era acabar con los cultivos de “coca” y aminorar su producción en un 50 por ciento a un plazo de diez años, ¿cómo lograrlo? Con el uso de un químico que rociado desde el aire, acabaría con la hoja lucrativa del mercado negro de narcóticos.
El glifosato resultó funcional, acababa con las plantas, pero también socavaba los plantíos que se le pusieran enfrente, además de perjudicar la salud de quienes eran rociados por el potente herbicida.
Esta realidad queda expuesta en “Guerras ajenas” el documental de Carlos Moreno que hoy se estrena por HBO a las 22 horas, y cuestiona las fórmulas políticas hechas entre las naciones, y si es que acaso dieron resultado en los plazos pactados como objetivo.
La guerra polarizada
En el recorrido del documental de Moreno se contó con alrededor de 30 testimonios para armar un discurso que se confronta con distintos intereses: quienes defienden a capa y espada que el herbicida no es dañino a quienes han sido afectados por él y los que pugnan que su uso afectó por completo al pueblo de Colombia.
Entre las declaraciones sobresale la opinión de expertos en la materia de narcóticos, políticos, analistas y campesinos afectados, todos entrando en la polémica del glifosato.
De los rostros que destacan está el actual presidente colombiano Juan Manuel Santos, quien el 9 de mayo del 2015 ordenó la suspensión de las fumigaciones con glifosato, sin embargo estas siguieron todavía de manera aérea y ahora sólo se aplica de manera manual y terrestre.
“Para nosotros era muy importante tener la opinión de Santos, quien desde hacía unos años se preveía una intención de reflexión acerca de la lucha contra las drogas y esa reflexión tiene mucho que ver con la legalización (…) y eso es una medida muy cuestionable en un país que lleva tantos años luchando contra las drogas”, comentó el cineasta vía telefónica.
Detrás de la otra guerra
Dentro de la realización de “Guerras ajenas” las cantidades de material audiovisual sobraron a raudales, por lo que la selección de las escenas para el corte final sufrieron varios cambios en la postproducción.
En el rodaje, el realizador dice que no se corrió peligro al estar en campo abierto en zonas rurales, sin embargo eso es un albur en la extensión del territorio colombiano.
“Vivimos con esa claridad y esa claridad nos tuvo fuera de peligro. En general en Colombia no se corre peligro ya, corres peligro en Bogotá, Cali, Medellín, es un país que tiene un conflicto social muy profundo, entonces podrías correrlo en cualquier lugar potencialmente”, especificó.
En el filme de 90 minutos de duración, se aclara el proceso por el que pasa la hoja de “coca” hasta llegar al polvo blanco, explicando el paso histórico de cómo es que el narcotráfico tenía copada la fórmula para realizar el estupefaciente pero después, algunos agricultores se volvieron en los propios productores de la droga al ser corrompidos y forzados en el juego de poder.
La comunidad enardecida
Al ritmo de “El corrido del cocalero” de Uriel Henao, se dejan ver imágenes de una Colombia que se convulsiona ante el reclamo que le hacen a las autoridades del país por no proveer el bienestar del pueblo.
“El problema no es de nosotros, viene de allá, nosotros la cultivamos y al extranjero llega a parar… los gringos se la meten al cerebro, desde los pobres hasta la sociedad”, lapida la melodía jornalera.
Con video de archivo de noticieros nacionales, el recuento del daño que ha hecho el glifosato en las comunidades agrícolas se evidencia en el documental, mostrando en varias ocasiones la crudeza de la piel corroída y lacerada por el químico.
“El documental habla de la lucha contra las drogas y eso involucra esencialmente actores armados como el Estado, el ejercito, los paramilitares, la guerrilla y el narcotráfico, estén involucrados entre sí o no son actores armados de los cuales digamos que las víctimas desarmadas son los campesinos”, comentó.
Los testimoniales recopilan las lágrimas de quienes también han perdido todos sus sembradíos de cacao, maíz y otros vegetales, ya que el glifosato actúa sin discriminar a la vegetación colombiana.
‘La historia no acaba aquí’
Al cuestionar a Moreno respecto si se tiene pensado sacar secuelas o serializar el material pendiente, él se mostró positivo en querer explotar lo inédito que se resguarda en el cuarto de edición.
“La historia de este documental no se acaba aquí (…) no se sabe qué va a pasar con esos campesinos que acuerden con el Estado que -de manera voluntaria- van a dejar de cultivar “coca”, no se sabe qué va a pasar con la legalización, nosotros de alguna manera vamos hacia allá porque el mundo va hacia allá, creo que el documental si tiene un continuará”, puntualizó.