Hacia una enseñanza socioemocional para docentes y alumnos
La pandemia de COVID-19 dejó grandes retos, uno de ellos, repensar la forma de enseñar, así como replantear el papel de docentes, alumnas, y alumnos, tema que analiza Alejandro Enríquez, catedrático de la Universidad La Salle
Karina CoronaLa presencia del COVID-19 ha impactado de gran manera es un evento que ha tenido pocos precedentes en la historia de la humanidad, tanto a nivel de salud y economía como en el tema de los recursos naturales. Sin embargo, también ha afectado en la educación y enseñanza.
De acuerdo con estimaciones del Banco Mundial, la pandemia causó en México un rezago que equivale a dos años de escolaridad. Antes de la crisis sanitaria los mexicanos alcanzaban, en promedio, el aprendizaje correspondiente a tercero de secundaria. Hoy, su conocimiento llegará solo al equivalente a primero de secundaria.
“Todo el sistema de educación, desde el preescolar hasta nivel superior, está conformado por un poco más de 36 millones de estudiantes, pero la desigualdad es una de las principales características de nuestro sistema educativo, igual que en el país, hay pocas personas ricas y muchos pobres”, indica Alejandro Enríquez, director de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad La Salle.
En entrevista para Reporte Índigo, aclara que, así como hay estudiantes y profesores que tienen acceso a muchos recursos que facilitan la enseñanza, hay quienes carecen completamente de ellos, limitando así su acceso a la información.
El otro gran problema es que México cuenta con un sistema educativo muy amplio: “dicen ‘¿por qué no se copia el sistema educativo finlandés o el coreano, que son los mejores del mundo, pero, por ejemplo, esos sistemas tienen dos millones de estudiantes, nada que ver si comparas nuestro sistema”, aclara.
Cada nivel de escolaridad, ya sea primaria, secundaria o licenciatura, tanto de escuelas particulares como públicas, tiene distintos retos.
Desde su perspectiva, y en términos generales, las escuelas particulares han podido solventar los desafíos de la pandemia, pues muchas disponen de más recursos, implementando más tecnología en sus aulas, algo que no se podría pensar en escuelas de comunidades como Oaxaca, Chiapas o Guerrero, las cuales carecen de apoyos e infraestructura.
“Seguimos viendo escuelas que ni siquiera tienen piso firme, o que las niñas y los niños se sientan en botes, primarias donde no hay libros de texto por su lugar geográfico no llegaron, eso establece grandes diferencias”, recalca.
Los grupos más vulnerables
Debido al confinamiento, el docente considera que las y los alumnos más afectados han sido los que cursan el nivel medio superior y superior, pues cerca del 57 por ciento de ellos ha abandonado las aulas, o sea, casi tres millones de estudiantes de preparatoria y universidad dejaron sus estudios para conseguir empleos informales y así solventar los gastos que dejó la pandemia, principalmente aquellos de servicio médico como medicinas, estudios y hospitalizaciones.
De acuerdo con el profesor de La Salle, el impacto afecta de diferentes formas. A nivel preescolar los infantes aprenden a socializar, algo que en casa es algo nulo. En la primaria comienzan el aprendizaje científico, formulan su razonamiento lógico-matemático, habilidades de comunicación y pensamiento científico, algo en lo que, sin duda, estas generaciones tendrán un rezago
Ante este panorama, el sistema tuvo que modificarse, maestras y maestros tuvieron que encontrar otra forma de enseñanza.
“El maestro y el estudiante tienen otro papel, los recursos y apoyos son otros. Los elementos de enseñanza y aprendizaje se alteraron, por eso se ha visto un cambio en el desarrollo de otras habilidades”, platica.
Un ejemplo muy claro ha sido que los profesores tuvieron que aprender a utilizar y emplear los recursos tecnológicos: “la pandemia puso en manifiesto que los profesores no teníamos habilidades digitales, algunos no sabíamos cómo prender la computadora, cómo se usaba la cámara y el micrófono, hoy nos vemos obligados a emplearlos”, confiesa.
Ahora, medios como la computadora y la televisión ya forman parte de la enseñanza. No obstante, esto deja otro reto, el tener a un alumnado desde la virtualidad, algo que también marca la desigualdad del país, pues se calcula que cerca de dos millones de estudiantes no tuvieron ningún contacto con sus profesores, o no han tenido posibilidad de una interacción educativa.
“Parece mentira que uno prendía la televisión y se sentaba a verla, pero no había habilidad para captar y procesar la información”, abunda.
Con ello, considera que el programa de la Secretaría de Educación Pública, “Aprende en casa”, destinado a las y los alumnos de educación básica, ha tenido que adaptarse.
“Ha sido un impacto para la SEP porque tuvo que aprender a trabajar contenido con los niños. El cambio del “Aprende en Casa” 1 y 3 fue sustancial. Al principio, las clases eran muy largas y con contenido que aburría a los niños, tuvieron que hacer contenido más dinámico, meter otro tipo de profesor, porque ahora el proceso de enseñanza es distinto”, reflexiona.
Pendientes y futuro de la enseñanza
Pero el tema va más allá de las habilidades y el conocimiento, pues también se refleja otro tema pendiente: la educación socioemocional, algo que considera Alejandro Enríquez, pues tendrá que analizarse y llevar a la acción con planes, estrategias y programas en los colegios.
“Vamos a tener en las aulas cada vez más niños que socialicen muy poco, con mucho miedo y traumas, aparte por los impactos que hubo en sus domicilios, mucha gente perdió a un ser querido, un trabajo”, expone.
Estrés, ansiedad, depresión, incluso, suicidios son eventos que han incrementado durante la pandemia, más aún en las y los niños y adolescentes. Por lo que la educación sobre las emociones es un tema que se deberá trabajar con urgencia.
“Un niño y un joven que tiene estrés y depresión no aprende. Es muy difícil que con estas afectaciones psicológicas tenga disposición para aprender. En la universidad ya tenemos planes de capacitación para los profesores y estudiantes con programas específicos donde se les enseña que no hay emociones malas, se trata de reconocerlas, identificarlas y cómo procesarlas para luego trabajarlas”, concluye.