Ubicada en Santillana del Mar, Cantabria a solo dos kilómetros del centro urbano, la cueva de Altamira se preserva casi intacta desde que fuese descubierta por una niña de ocho años de edad en el siglo XIX.
María Sanz de Sautuola y Escalante quien vio en el techo de la gruta, le señaló a su padre Marcelino Sanz de Sautuola que había bueyes dibujados a lo largo de esta bóveda.
La cueva de apenas 270 metros de profundidad pudo preservar las pinturas rupestres con el paso del tiempo debido a que aproximadamente hace 13 mil años un derrumbe selló su entrada por completo, sería hasta 1868 que el tejero asturiano Modesto Cubillas encontró accidentalmente la entrada del lugar al intentar liberar a su perro atrapado.
Para conmemorar el hallazgo Google dedicó su doodle a la caverna el día de hoy.
La Unesco hizo patente al sitio como Patrimonio de la Humanidad en 1985, logrando su extensión en 2008 a la protección a otras 17 cuevas con vestigios humanos.
En el 2001 se abrió un museo con réplicas junto a la cueva original, para restringir la visita a la cueva solo con propósitos académicos o permisos especiales y es que en 1982 se tuvo un registro de más de ocho mil 500 personas al año, lo que hacía peligrar la conservación de las pinturas rupestres y el microclima en el que se mantienen preservadas.