Al igual que en la infidelidad de la vida real, las “cibermovidas” involucran los mismos componentes de sexualidad y cuestiones emocionales.
Un estudio realizado por Cravens and Whiting, indicó que los comportamientos en línea que se consideran infidelidad son cibersexo, dating online, prácticas sexuales digitales y, sobre todo, involucrarse sentimental y emocionalmente con una persona que no es la pareja.
Entre el 60 y el 82 por ciento de los participantes del estudio declararon que consideran aún más dañino y doloroso que el miembro de la pareja infiel se involucre emocionalmente con otra persona, incluso más a que tenga prácticas sexuales en línea con alguien más.
Y es que el uso constante, frecuente y casi adictivo de redes sociales como Facebook está aumentando la cantidad de divorcios, pues esta plataforma está considerada el origen de muchas rupturas y como el objeto de deseo para quienes son infieles dentro y fuera de las redes sociales.
Sobre todo porque apps sociales como Facebook, Instagram, Snapchat y WhatsApp facilitan que las personas interactúen y tengan diversos canales –y maneras de comunicación (desde un emoji, hasta una foto al desnudo, conocida como nude).
Cravens and Whiting señaló que actualmente las parejas batallan para establecer y adaptarse ante la decisión de qué es comportamiento apropiado o indebido dentro de la relación.
Por ejemplo, dar un simple Like en la foto de alguien más puede causar una escena de celos e incluso un pleito fuerte entre una pareja. Pero no se sabe si detrás de ese Like hay también interacción mucho más íntima y personal.
En la gran mayoría de los casos, la infidelidad cibernética “empieza cuando una tercera persona se convierte en objeto de deseo sexual o amoroso de uno de los miembros de la pareja. La existencia de la pareja supone un contrato implícito de amor, fidelidad y exclusividad, tanto afectiva como sexual. La aparición de un tercero, aunque sólo sea la idea de ese tercero, ya pone en jaque ese contrato”, dijo la psicóloga Mónica Cruppi, quien es especialista en el tema de relaciones humanas y forma parte de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).
Y el abogado Leandro González Frea, abogado y experto en tecnologías de la información, dijo que los mensajes a través de apps como WhatsApp, Facebook y hasta los SMS se han vuelto el lenguaje de la infidelidad por excelencia.
De acuerdo a datos de su despacho (en Argentina), González Frea subrayó que el 80 por ciento de los juicios de divorcio que llegan a tribunales comenzó con pruebas de infidelidad constituidas por mensajes de texto, correos electrónicos, chats y otros tipos de comunicación en redes sociales.
Una investigación a cargo de la Universidad Tecnológica de Texas demostró que el engaño que se realiza en redes sociales duele de igual manera como el que se perpetra físicamente.
Y la revista Sexual Addiction and Compulsivity publicó que el 22 por ciento de las parejas acaban divorciándose o separándose por motivos directamente relacionados con Internet y por causas vinculadas a redes sociales como Facebook.
¿Darle la contraseña?
Hay parejas que comparten todo e incluso unas se revelan entre sí las contraseñas de sus redes sociales. Sin embargo, para otras, esto es una violación de la privacidad e intimidad.
De acuerdo a un estudio elaborado por el Pew Research Center, el 59 por ciento de las parejas que están juntas hace menos de cinco años se comparte las contraseñas. Mientras que en las relaciones de más de 10 años, el porcentaje aumenta a 72 por ciento.
Sin embargo, para Kelly Campbell, profesora de la California State University y quien ha realizado estudios del tema, las parejas más felices son aquellas que mantienen cierto grado de privacidad.
Y Suzanne B. Phillips, psicóloga y profesora de la Universidad de Long Island, dijo que cada pareja es diferente pero sí resulta saludable mantener un balance entre intimidad y privacidad. “Cuando no hay privacidad, no hay lugar para la imaginación. Raramente tenemos fantasías sobre alguien que está encima nuestro todo el tiempo”, señala Phillips. “Cuando nos permitimos tener sueños privados, estos pueden convertirse en posibilidades compartidas”, dijo.