La colección Zambrano: piezas de museo

La colección del industrial Lorenzo Zambrano sería la mejor reunión de piezas artísticas de arte mexicano que ha salido al mercado sin segmentar.  

Puesta en el mercado por sus herederos a la muerte de Zambrano, ocurrida en mayo de este año, la colección muestra el “ojo” de quien fuera presidente del Consejo de Cemex y que hace de cada obra de arte elegida una pieza de museo por su calidad y representatividad dentro de la historia del arte nacional. 

Como parte dominante de la exhibición están seis obras de Rufino Tamayo, cinco pinturas y una escultura. 

Norma Garza Norma Garza Publicado el
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La colección del industrial Lorenzo Zambrano sería la mejor reunión de piezas artísticas de arte mexicano que ha salido al mercado sin segmentar.  

Puesta en el mercado por sus herederos a la muerte de Zambrano, ocurrida en mayo de este año, la colección muestra el “ojo” de quien fuera presidente del Consejo de Cemex y que hace de cada obra de arte elegida una pieza de museo por su calidad y representatividad dentro de la historia del arte nacional. 

Como parte dominante de la exhibición están seis obras de Rufino Tamayo, cinco pinturas y una escultura. 

La “Naturaleza muerta” de 1935 es una tela excepcional para la época del artista por sus dimensiones de 76 por 151 centímetros, según opinión Alex Stein, director de Arte Latinoamericano de la casa de subastas basada en Nueva York, Sotheby’s.

La tradicional puja de noviembre, cuyo punto focal este año es la colección Zambrano, será en Nueva York el próximo 24, y se espera recaudar entre 30 y 40 millones de dólares con base al valor estimado de cada una de las obras. 

La mayoría son de artistas mexicanos del Siglo 20, aunque se incluyen algunas piezas importantes de pintores extranjeros como un Conrad Wise Chapman,  óleo del Siglo 19 que recrea el paisaje de la tierra del coleccionista con del Cerro de las Silla y el Obispado. 

También entre los extranjeros hay obra de los cubanos Wilfredo Lam y Tomás Sánchez, los colombianos Francisco Botero y Ana Mercedes Hoyos, el venezolano Armando Reverón, el chileno Claudio Bravo y el nicaragüense Armando Morales. 

Además las dos artistas surrealistas que dejaron atrás las guerras en Europa y llegaron a México a producir lo mejor de su arte: la española Remedios Varo y la británica Leonora Carrington, ambas representadas por dos extraordinarias piezas. 

El guatemalteco Carlos Mérida está presente con un autorretrato, género pictórico por el que se inclinó Zambrano como renglón principal de su colección. 

De los mexicanos están los autorretratos de José Clemente Orozco, imprescindible para comprender al gran artista tapatío, igual que el de grandes ojos del acercamiento al rostro de David Alfaro Siqueiros. 

Los dos autorretratos de Roberto Montenegro han aparecido en muchas publicaciones y también son piezas clave para entender su producción.    

Una obra maestra, y rara, es el autorretrato temprano de Tamayo, fechado en el año 1931,  en el que enfatiza sus rasgos indígenas. 

Al mejor postor… las mejores piezas 

La pieza con avalúo más alto es un gran mural de Diego Rivera formado por cuatro paneles cuyo estimado se mantiene restringido a interesados. 

El récord del pintor considerado patrimonio nacional es de 3 millones de dólares,  que aún con la restricción de no poder salir del país, es probable que sea el que alcance mayor precio en la puja pues encontrar un mural de Diego, desmontable,  no es fácil. 

El María Izquierdo “Sueño y presentimiento” ha estado, como muchas de las obras de la colección, en destacados museos que incluye el George Pompidou de París y el Moma de Nueva York. Dentro de la producción de la pintora es una de sus mejores piezas por la mezcla del surrealismo con el paisaje mexicano. 

Las estrella en precio estimado son Carrington, Varo, Tamayo, Toledo y dos piezas típicas y muy representativas de futbolistas del duranguense Ángel Zárraga,  de principio del Siglo 20.  

Fuera de los creadores inscritos entre el muralismo y la escuela mexicana de pintura, están los hiperrealistas, los autorretratos de latinoamericanos, y un poco fuera de contexto pero con la misma calidad del resto, una tela del pintor Julio Galán que recrea una naturaleza muerta.  

En general la colección Zambrano, que encontrará compradores el próximo 24 de noviembre en la sala neoyorquina de Sotheby’s, es de una calidad excepcional, de museo. 

Sin embargo Stein duda que alguna institución cultural mexicana pudiera acercarse a comprar debido a la burocracia que rodea estas adquisiciones, que no es muy adecuada para la inmediatez y sorpresas de precios de una venta de subasta. 

Por la calidad, y el valor agregado de ver el conocimiento y el gusto excepcional de Lorenzo Zambrano, se espera que la subasta sea un éxito. 

Y aunque se especulaba que muchas de las piezas fueran restringidas a compradores mexicanos por la reserva de la Ley de Monumentos, solamente cuatro de todas las obras aparecen en el catálogo con la advertencia que impone el código conocido como de “confinamiento” y cuya utilidad para el arte mexicano se ha puesto en duda desde su promulgación, en 1972. 

La ley los confina, no los resguarda

En 1972 gobernaba Luis Echeverría y se puso en marcha la Ley Federal sobre monumentos y zonas arqueológicos, artísticos e históricos que protegía el patrimonio nacional, y se convirtió en delito sacar del país objetos considerados “valiosos”. 

La ley había sido promulgada por Díaz Ordaz desde 1970 pero el secretario de Hacienda la detuvo por considerarla agresiva. Dos años después Echeverría solo modificó considerar patrimonio las colecciones numismáticas y a los artistas extranjeros que hubieran producido en México. 

Para los creadores plásticos específicamente se hicieron siete decretos, con valor de ley, que incluían como monumentos históricos de la Nación a los artistas muertos de “gran valor”, en donde afortunadamente solo inscribieron a siete, que supuestamente eran honrados por caer en esa categoría. En realidad se limitó su promoción en el mundo y su valor de comercialización. 

Quedaron confinadas en México las obras de José María Velasco, con retroactividad a partir de 1943, Gerardo Murillo (Dr. Atl) a partir de 1964, José Clemente Orozco y Diego Rivera a partir de 1959, y David Alfaro Siqueiros desde 1980. Frida Kahlo en 1984 y Saturnino Herrán a partir de 1987. 

¿Quién decidió qué artistas se agrupaban en la categoría? Nadie supo… pero además de que su valor en el mercado cayó por las restricciones, se perdió la oportunidad de ver en México obras de los siete producidas o ya expatriadas en el extranjero, porque obviamente pocos las quieren prestar o regresar ante el temor de que sean confiscadas como propiedad de la nación. 

El político regiomontano Mauricio Fernández, conocido también como coleccionista de arte, propuso hacer modificaciones a la ley durante su periodo como senador de la República, pero quedó en intento y dice que cuando terminó su legislatura no se dio seguimiento a la iniciativa. 

“Es la ley más tonta y ridícula que va en contra del arte mexicano”, dice en entrevista para Reporte Indigo.

“No sé a qué estúpido se le ocurrió que la cultura mexicana es nada más para los mexicanos. Es universal para todo el planeta Tierra. ¡Por Dios! estamos globalizados en un planeta”, agrega. 

“Con esta ley los que tienen esos cuadros pues a nadie le van a decir, ni los va a prestar. Entonces pues no podemos conocer muchas obras… 

“Han desgraciado al arte mexicano con esa ley. Yo no entiendo, si no van a poner artistas nuevos (desde 1984 que no agregan a ninguno), pues que saquen a los otros. ¿Cuál es la bronca? Están castigando a la gente que quiere invertir en arte mexicano. 

“Es muy triste que un cuadro de esos artistas, si lo limitan al mercado mexicano, pues obviamente le quitas un 0 al valor. Con esto obviamente nadie ni te los presta, ni los exhibe, y cuando quieran sacarlos por la frontera los venden internacionalmente a un precio enormemente superior porque los posibles clientes en el mercado mexicano, pues son muy limitados”. 

Insiste en que no se explica estas aberraciones de que los cuadros mexicanos solo pueden ser para mexicanos, y en su opinión “han desgraciado al arte mexicano con esa ley”. 

“Si compras un cuadro fuera y lo traes a México lo nacionalizas. Si lo compras en Estados Unidos tienes que encontrar alguna figura legal… es un camote (…)”, dice, y aclara que él ha vivido esos problemas con su colección. 

De la colección de Lorenzo Zambrano, que considera una de las más importantes de arte nacional, dice que le da gusto que tenga una promoción internacional y que espera que algunas se queden en México.

Lo prehispánico, prohibido 

A partir de 1972 el arte en México cambió. Los coleccionistas de piezas prehispánicas se convirtieron en delincuentes porque la ley aclaraba que son propiedad de la nación y tenerlas sería un delito. 

Algunos las registraron, otros las sacaron en maletas por cualquier frontera y empezó el mercado negro de objetos precolombinos y virreinales, a la vez que México perdía importantes colecciones. A los pocos años salieron a la venta en el extranjero obras como la Venus Calipigia, estatuilla de 71 centímetros de altura con una antigüedad de 23 siglos vendida en un millón 700 mil euros el año pasado en París. 

La ley no tiene capacidad para detener la comercialización en el extranjero ni hay control en las fronteras. 

Los directivos de instituciones culturales coinciden en que no se puede hacer nada y muchos se han pronunciado contra la ley porque los resultados son contrarios a lo que se esperaría al convertir el mercado negro, o paralelo, en mucho más próspero de lo que sería sin el estatuto. 

En Italia hay una ley similar que permite la comercialización del patrimonio siempre que el Estado tenga el derecho de tanto, que significa la primera opción de compra en caso de que sea de su interés.  

En Irán y Egipto la ley prohíbe la pertenencia y comercialización, lo que impide que su arte se difunda y el regreso de importantes tesoros arqueológicos en otros países, como la Nefertiti que se encuentra en Berlín y no ha vuelto a su origen. 

La ley persiste hasta hoy y mientras el INAH insta a los coleccionistas a registrar sus piezas, alegando que no las confiscarán porque literalmente no caben en sus bodegas, las piezas se venden y salen del país guardadas en cualquier bolsa generalmente con la leyenda de “Made in México” que ante los oficiales de aduanas las hace pasar por reproducciones. 

Y así se alejan de México los objetos que se encuentran todos los días en el subsuelo de más de 40 mil zonas precolombinas mexicanas, de las cuales solo 135 son vigiladas y exploradas y cuyos hallazgos no caben en las bodegas ni en las salas de exhibición de los museos.

Algunas de las obras más destacadas son:

> Wifredo Lam
Autorretrato, II

> Diego Rivera
Vendedora de flores

> Roberto Montenegro
Autorretrato en bola de cristal

> Armando Reverón
Autorretrato

> Claudio Bravo
Conversation between Clark and Ring

> Rodolfo Nieto
La Raison Du Plus Fort

> Rodolfo Morales
Canasta de flores

> Amelia Peláez
Autorretrato

> Tomás Sánchez
Meditador y Laguna escondida en el bosque

> Julio Galán
Naturaleza muerta

> José Clemente Orozco
Paisaje con tres mujeres y maguey

> Botero
Autorretrato, el día de mi primera comunión

> Ángel Zárraga
Futbolistas en el llano

> Francisco Toledo
Sin título

> Rufino Tamayo
Naturaleza muerta con dominó y focos

> Francisco Zúñiga
Desnudo sentado

> Carlos Mérida
Autorretrato

> Ana Mercedes Hoyos
Mural In Three Parts

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