La historia del doctor Walter Freeman y sus lobotomías con picahielo
El neurólogo Walter Freeman cobró notoriedad en EU, país en el que, con su técnica, dejó incapacitada a una hermana de John F. Kennedy
Fernando FrancoResulta inconcebible que, durante décadas, en países “desarrollados”, la lobotomía cobrara notoriedad entre los círculos cultos y de “avanzada”, a tal grado que cientos de personas decidieran someterse a esta técnica para “curarse” de homosexualidad o ansiedad, la mayoría poniéndose en manos del entonces popular doctor Walter Freeman.
El doctor Freeman, especializado en neurología, alcanzó la fama entre la élite estadounidense durante, por lo menos, dos décadas (1940-1960).
Cual estrella de rock and roll, el galeno recorría el país en su lobotomóvil, nombre con que el mismo “bautizó” a su automóvil, realizando lobotomías a diestra y siniestra.
Catalogado ahora como “siniestro”, durante años el doctor fue una especie de salvador para quien requería su servicio: desde homosexuales solitarios hasta familias que deseaban curar los trastornos psiquiátricos, como la depresión, en sus seres queridos.
Uno de sus clientes sería la familia Kennedy, esa de cuyas filas emanó un presidente de los Estados Unidos: John.
En 1941 Rosemary Kennedy, la tercera hija de Joseph Patrick Kennedy y Rose Elizabeth Kennedy, comenzó a mostrar signos graves de neurosis, derivados de una “discapacidad mental” que nunca fue bien atendida.
Su padre, por ende, decidió recurrir a la popular lobotomía y llamó al mejor neurólogo que conocía: Walter Freeman. En ese entonces Rose tenía 23 años y su vida cambiaría trágicamente para siempre.
El doctor asistió a la lujosa residencia de los Kennedy y auxiliado por su equipo operó a Rosemary con la llamada técnica del picahielo, su “obra maestra”, que consistía en introducir un estilete por la órbita ocular y golpear hacia arriba con un mazo de goma para cortar conexiones nerviosas en el lóbulo frontal.
Aunque los resultados siempre fueron desastrosos, todos los allegados de los pacientes del doctor callaron, incluso los Kennedy: nadie quería que se supiera que tenían un familiar homosexual, con trastornos mentales o, peor aún, loco…
Freeman se aprovechó de esta situación “moralista” para elevar los costos de sus operaciones y de paso perfeccionar su técnica.
ESTRAGOS CUASI FATALES
El caso de Rosemary Kennedy se ventiló años después: la lobotomía aplicada por Freeman la había dejado incapacitada, sin poder caminar ni pronunciar palabra alguna, además de que por el resto de su vida sufriría incontinencia.
El ideal de Joseph Patrick Kennedy, quien pensaba que con la operación aumentaría el coeficiente intelectual de su hija, se desvaneció. No obstante ser víctima de la lobotomía, Rose murió a los 86 años, en 2005, postrada en una cama de un hospital en donde pasó la mayoría de su vida.
La técnica de lobotomía con picahielo, nombrada así debido a que Walter utilizó esta herramienta, en lugar del estilete en cientos de operaciones, dejó miles de víctimas, algunas fatales.
Se calcula que el neurólogo realizó 2 mil 500 operaciones en 23 estados de Estados Unidos y que el 40 por ciento de sus pacientes fueron jóvenes homosexuales que se sometían a la “cura” contra lo que consideraban una enfermedad.
Cientos más fueron puestos en manos del doctor y su estilete, por sus padres, después de notar “algo raro” en su comportamiento.
LA REVOLUCIÓN CIENTIFICA LLAMADA LOBOTOMÍA
El doctor Freeman jamás dejó de creer en sus logros. Aún cuando en 1967 perdió la licencia médica por una muerte, la única comprobada, derivada de sus operaciones, hasta el día de su muerte, en 1972, nunca dejó de visitar a sus pacientes para dar puntual seguimiento a sus casos.
Walter fue el más férreo defensor de la lobotomía, práctica que, por inconcebible que parezca, llevó al psiquiatra y neurocirujano portugués António Caetano de Abreu Freire Egas Moniz (1874-1955) a ganar el Premio Nobel de Fisiología (Medicina) junto con el neurólogo suizo Walter Rudolf Hess, “por su descubrimiento del valor terapéutico de la lobotomía en determinadas psicosis”.
La lobotomía esta prohibida en la actualidad, pero se calcula que en la década de los cuarentas se realizaron 40 mil intervenciones en Estados Unidos y 17 mil en Reino Unido, con el fin de paliar los efectos de enfermedades mentales como la esquizofrenia o la depresión, extendidas hasta el homosexualismo e, incluso, el alcoholismo.
La práctica duró poco, alrededor de dos décadas que fueron suficientes para que miles de pacientes, algunos sanos, quedaran incapacitados de por vida y no llegaran a conocer las virtudes de los medicamentos psiquiátricos que en la actualidad consumen quienes son proclives a alguna enfermedad mental, de esas que han sido inherentes al ser humano desde su origen.
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