La importancia de dudar
El escritor, poeta y conferencista mexicano, Óscar de la Borbolla, habla en entrevista sobre su nuevo libro ‘El Arte de Dudar’ e incita a que el lector se cuestione de forma introspectiva y filosófica
Ernesto Santillán[kaltura-widget uiconfid=”38045831″ entryid=”0_kl6quzsp” responsive=”true” hoveringControls=”true” width=”100%” height=”75%” /] Sin la duda, ese sentimiento que carcome, que quita el sueño, que obsesiona, que invita a reflexionar, el mundo como lo conocemos no existiría.
La duda es la materia prima que mueve al hombre, un distintivo único y, en gran parte, la razón por la que hemos logrado sobrevivir y evolucionar a lo largo de tantos años.
Pero dudar requiere de esfuerzo y no es fácil, ya que debes ser capaz de desprenderte de tus propias convicciones.
“Todos pensamos de una determinada manera y nos rodeamos de personas que piensan como nosotros y que refuerzan esas ideas.
No nos juntamos con quienes piensan distinto porque ellos son del bloque contrario, por lo que al cabo de un rato nos vemos rodeados de tantos espejos que estamos más convencidos que nunca de lo que pensamos”, reconoce el filósofo y escritor mexicano Óscar de la Borbolla en entrevista para Reporte Indigo, quien con su nuevo libro “El Arte de Dudar”, busca ofrecer un verdadero instrumento que capacite al lector para dudar.
“Mi máximo deseo sería que el libro no sólo prendiera un cuestionamiento o resolviera una interrogación, sino que ayude al interlocutor a ponerse en duda.
La inseguridad respecto a nuestras ideas nos hace mucho más sociables, nos permite entender mejor al otro. No es simplemente tolerarlo, sino considerar que a lo mejor él está en lo correcto y nosotros no.
En cambio, cualquier certeza, por mínima que sea, pasado un tiempo termina por hacer que pelemos los dientes, saquemos las uñas, desenfundemos el cuchillo y defendamos nuestra verdad hasta las últimas consecuencias.
La verdad es peligrosísima, trae con ella un germen de fanatismo, mientras que la duda trae un germen de inseguridad que ayuda a la convivencia”, agrega el también ensayista.
Con esta idea en mente, el autor de “Las Vocales Malditas y La Rebeldía de Pensar” ofrece en esta publicación reflexiones sobre algunos de los asuntos más preocupantes de hoy y de todos los tiempos: el sentido de la vida, el estado del conocimiento, el deseo, la comunicación, la felicidad, el valor de nuestros actos, la razón, la realidad, el tiempo, el engaño, la memoria y la identidad, entre otros.
“‘El Arte de Dudar’ es una guía para que la vida sea algo más que un acto biológico (…) Dudar permite frenar la precipitación del juicio y las acciones que son mera reacción. Quien duda considera y reconsidera, pesa y sopesa, discierne y distingue; en una palabra, hace que su vida sea resultado de la elección y no esa inercia de quienes se pierden en el coro aborregado de la sociedad (…)”.
La creación del libro
Conformado por la recopilación de los mejores textos escritos en su columna semanal que se publica en el portal Sin Embargo desde hace más de tres años, “El Arte de Dudar” surge como una idea de Óscar de la Borbolla.
“Desde hace mucho tiempo tuve la intención de hacer que la filosofía estuviera más al alcance de la gente y que el pensamiento filosófico se ocuparan de asuntos que tuvieran que ver con la vida cotidiana.
El antecedente de esta idea proviene de cuando tuve un programa en W Radio que se llamaba ‘La Noche W’ y en donde trataba, desde un punto de vista filosófico, temas que tuvieran que ver con la vida.
Cuando me invitaron a colaborar en el portal digital de noticias propuse una columna llamada ‘El Oasis de la Insignificancia’. La intención de la colaboración es hacer que la gente piense en su vida y dude de lo que hace. Así nace el libro”, relata el escritor nacido en la Ciudad de México mientras prende un cigarro.
Con una boina negra que adorna su cabeza y enfundado en unos pantalones y camisa de mezclilla, Óscar cuenta que el proceso para crear el libro fue muy distinto al que siguió con sus obras anteriores.
“Para cuando armé este volumen tenía cerca de 100 ensayos y finalmente quedaron sesenta y tantos. Traté de seleccionar los mejores y los que pudieran tener algún sentido de unidad.
Al configurar el primer capítulo me di cuenta que tengo obsesiones muy marcadas. Temas que suelo abarcar, por lo tanto decidí armar bloques usando esos temas como guía.
También noté que mi punto de vista respecto a esas reflexiones cambia como si estuviera esquizofrénico, lo cual me resultó muy benéfico porque al abordar un tema desde distintas perspectivas, incluso contrarias, y en cada caso parecer convincente me pareció que podrían propiciar que la lectura de esa sección llenara al lector de dudas.
Entonces lo que hice fue ponerlas muy próximas unas con otras para que el lector sea capaz de discernir estas contradicciones y pueda ver los distintos ángulos desde los cuales se pueden abordar los temas”, comparte.
El segundo reto después de elegir los textos que se incluirían fue editarlos. En promedio, cada nota que conforma el libro se reescribió en un 30 por ciento.
Óscar considera que “fue un trabajo de edición drástico, no fue simplemente un paso de plumero para corregir puntuación o quitar repeticiones.
La dificultad consistió en cambiar ciertas fórmulas y frases que en su momento me parecieron suficientemente elocuentes. Sin embargo, a la hora que las revisé me pareció que eran como una especie de lugar común personal que solía aplicar para resolver las oraciones usando siempre el mismo giro.
El problema fue que al quitar esos giros me di cuenta que se provocaba una laguna en el texto y que tenía que zurcirla con un párrafo que dijera lo mismo porque la idea estaba bien concebida pero que no repitiera las formas”.
Para el autor, quien catalogó la labor como endemoniadamente difícil, la experiencia también estuvo llena de aprendizaje, pues explicó que le ayudó a descubrir algunos vicios de los que se había hecho como escritor a lo largo de los años, los cuales dice tener ya bien identificados para evitar volver a caer en ellos.
En las entrañas
Al interior de la nueva obra de Óscar de la Borbolla, donde se abordan una amplia variedad de temas, destacan algunas reflexiones que no son comunes de encontrar en sus obras anteriores.
El autor confiesa que el libro es el residuo de la etapa más conflictiva de su vida.
“A mi caos personal sirvió de fondo un momento histórico caracterizado por la incertidumbre, la desesperanza y el cambio vertiginoso en todos los órdenes (…) las breves reflexiones que lo componen constituyeron mi madero para mantenerme a flote”, señala.
Por ello, el matiz personal que adereza los textos, convierte el libro en una rendija por la cual el lector, además de poder aproximarse a la filosofía de una forma inteligente y digerible, también puede acercarse al autor.
En los temas que aborda, muchos de ellos pertenecientes a sus obsesiones, podemos discernir diversas reflexiones. No obstante sorprende encontrar algunas con tintes políticos.
“Normalmente no me meto en crítica política porque mis opiniones serían muy radicales. Entonces lo que decidí hacer fue una especie de crítica social planteando la pregunta: ¿qué tanto es nuestro grado de responsabilidad como ciudadanos de la situación del país si somos nosotros los que elegimos a nuestros representantes?”, ejemplifica el autor.
Otro de los temas que confiesa decidió abordar por una nostalgia personal es el de la tecnología y la manera en la que las nuevas generaciones acceden a la información.
Los libros son objetos muy complicados que tardan en entregarte sus secretos porque hay que recorrerlos de un lado al otro y normalmente no encuentra uno lo que busca, obligándote a pasar por varios más.
En cambio hoy, cuando a alguien le surge una duda le pica al internet y arroja el dato, pero éste no tiene contexto. Entonces lo que pasa es que la gente se informa pero no se forma. Por eso siento una nostalgia por esas épocas donde era difícil encontrar lo que uno quería encontrar”, dice el también conferencista mexicano.
En relación a uno de los textos titulados: “Hoy es el mañana de ayer”, se le cuestionó al autor si ha logrado los objetivos que tenía planeados cuando comenzó su carrera, a lo que respondió que nunca imaginó “que iba a llegar hasta aquí”.
“Ojalá pudiéramos acordarnos de lo que pensamos o quisimos cuando cruzamos una puerta, cuáles eran nuestras intenciones. Creemos que las recordamos pero en realidad las maquillamos mucho para que se parezcan a la situación en la que estamos.
Pero haciendo un esfuerzo de objetividad y pensando en qué es lo que quise, a donde quería llegar y a dónde llegué, encuentro una bifurcación enorme. Y detecto algunos momentos de mi vida que fueron cruciales en los que por algún azar me desvié.
Quería ser filósofo pero para llegar ahí me tuve que disfrazar primero de periodista, luego de escritor y otra vez de periodista, por lo que terminé siendo escritor y quién sabe si filósofo. Me concibo más como una especie de pensador en realidad”, sentencia mientras deja salir una bocanada de humo.