El fenómeno más raro de la música actualmente es Mumford & Sons.
En la era del Wi-Fi infinito y la alta definición, el disco más popular en el mundo es uno que parece estar hecho –bueno, más bien lo está– con instrumentos de finales del siglo 19.
“Babel”, el segundo disco de la banda más vintage que tiene Gran Bretaña, es esta semana el disco número uno tanto en su país de origen como en Estados Unidos.
Con 600 mil unidades vendidas en su semana debut, “Babel” ha tenido la mejor semana en ventas en lo que va del año, récord que estaba en las manos de Justin Bieber y sus 374 mil copias. “I Will Wait”, el festivo primer sencillo del álbum está en la segunda posición de Billboard.
Si Mumford & Sons pudo con la “Bieberfever”, pocas esperanzas quedaron para Green Day y No Doubt, bandas que también lanzaron discos la semana pasada y cuyas ventas combinadas apenas llegan a la mitad de lo que vendió el grupo folk de Marcus Mumford.
“Sigh No More”, su disco debut, fue un éxito total y vendió 2.5 millones en Estados Unidos, cifra lograda en parte a la colaboración de la banda de folk con Bob Dylan durante los Grammy del 2011, la cual aumentó los bonos de Mumford con “middle America”. Esto es entendible ya que la intensidad en la letra bien podría hacerlas pasar por canciones country.
“Babel” es una versión aumentada del disco debut de la banda con extra banjo. Tan solo transcurren cinco segundos para que el instrumento suene por primera vez y no se detiene hasta la última canción.
La mejor de ellas es “Lover of The Light”, una carta de amor del vocalista a su esposa Carey Mulligan en la que el in crescendo que combina banjo (obviamente) con una lluvia de violines, parece no terminar nunca.
El éxito de Mumford & Sons es una prueba contundente de que la nostalgia vende, siempre y cuando se tenga un par de buenas canciones para sostenerla.