Bernardo Fernández “BEF”, reflexiona sobre cómo el fenómeno de la cancelación se ha acrecentado debido la comunicación virtual

Las academias de la censura y la cancelación

Universidades en Estados Unidos y Reino Unido están haciendo observaciones a libros históricos que tienen una transcendencia cultural; por ejemplo, en Tennessee prohibieron la novela gráfica Maus, que habla del holocausto. ¿Acaso llegó una nueva inquisición? Escritores mexicanos reflexionan sobre estas posturas

En el ensayo La tiranía de la estupidez, de José Luis Trueba Lara, publicado en 2008, el autor describe que la más noble de las causas llevada al extremo se convierte en fascismo, así lo recuerda Bernardo Fernández “BEF”, quien con este ejemplo de años atrás reflexiona sobre cómo el fenómeno de la cancelación se ha acrecentado debido la comunicación virtual que inunda el internet.

El escritor considera que las sociedades jóvenes y modernas están cayendo en un cuestionamiento que irrumpe abruptamente en el pasado, ¿Qué es violento? ¿Qué atenta contra la moral? ¿Qué es peligroso de leer en el presente? O ¿qué puede perjudicar el pensamiento crítico? Son algunas de las preguntas que se hacen.

Este año trasciende que universidades en Reino Unido están haciendo señalamientos a literatura que tiene relevancia y peso histórico, para entender la tiranía y los embates políticos. Por ejemplo, la Universidad de Northampton emitió una advertencia sobre que la novela 1984, de George Orwell, contiene material explícito que algunos de sus alumnos podrían encontrar sensible.

La Universidad de Salford lanzó una advertencia sobre los libros Jane Eyre, de Charlotte Bronte, y Grandes Esperanzas, de Charles Dickens

El libro fue publicado en 1949 y advertía del peligro de un mundo dominado por un poder único, dictatorial. Orwell claramente estaba exhibiendo en la ficción los recientes acontecimientos sucedidos en la Alemania Nazi, conjugándolo con el régimen estalinista de la Rusia Soviética.

Así como este volumen ha sido fichado, también la obra de teatro de Samuel Beckett, Final de partida; la novela gráfica V de Venganza, de Alan Moore y David Lloyd; y Gente normal, novela de Sally Rooney, entre otros, lo que ha puesto las alarmas en el campus educativo, por tratar temas que hablan de violencia, control de pensamiento, existencialismo, y más.

No solamente en Northampton se suscita el escándalo académico, ya que la Universidad de Salford también lanzó una advertencia sobre los libros Jane Eyre, de Charlotte Bronte, y Grandes Esperanzas, de Charles Dickens, por hablar abiertamente de tópicos que ahora resultan sensibles, como el racismo, la desigualdad social y la equidad de género, entre otros.

“El origen de la cultura de la cancelación nace de ideas muy nobles; sin embargo, creo que en este tiempo líquido, como dice Zygmunt Bauman, que todo es un presente permanente, se desvanece la noción del pasado y la conciencia histórica, de entender el contexto en el que fueron generadas todas estas obras”
BEFMonero

Lo que más ha alertado al mundo de la literatura es que en el condado McMinn, del estado de Tennessee, en Estados Unidos, se prohibió que la novela gráfica Maus, de Art Spiegelman, sea leída por estudiantes de octavo grado (lo que equivale a secundaria en México). Este ejemplar habla de las torturas que vivió el pueblo judío durante la Segunda Guerra Mundial y lo que sucedía al interior de los campos de concentración.

Tanto el ilustrador BEF, como el escritor Jorge F. Hernández, coinciden en que las academias se han vuelto espacios donde se condena la literatura, y no se defiende su libre distribución, lo que atenta y podría caer en una censura mucho más rigurosa a futuro.

“Nos ha tocado vivir, el –no tan lento– progreso del imperio de la imbecilidad (…) Les hemos dado voz y voto a unos canónigos del vacío, que están abonando cosas muy simples y fáciles. La cosa se complica cuando les dices ‘hay que leer’ y el problema es que ahora, lo que impera, es esta especie de comida rápida del intelecto, que es, ni te molestes en leerlo, porque es una cosa prohibida”, explica Hernández en videollamada.

En respuesta a la prohibición de Maus en Tennessee, Ryan Higgins, propietario de Comics Conspiracy, que se encuentra en California, anunció que mandaría gratuitamente la novela gráfica de Spiegelman a cualquier habitante del estado donde fue censurada, además de que decenas de académicos han resaltado el valor histórico que tiene este ejemplar ilustrado.

“Es el testimonio de viva voz del padre de Spiegelman, quien es un sobreviviente de un campo de exterminio, nada menos que de Auschwitz, y es una historia muy cruda que justo no debemos olvidar. El holocausto, por su brutalidad, tiene que ser recordado, para nunca ser repetido, ello independientemente de que Maus sea considerada la primera gran novela gráfica norteamericana”, agrega BEF.

Maus tuvo una publicación paulatina en la revista Rawen 1980, fue hasta 1991 que se logró un compendio total.

La cancelación por parte del condado McMinn, en Tennessee, logró que en la localidad se hablara enérgicamente del holocausto, incluso, desde distintas posturas religiosas. Medios internacionales han condenado esta censura y el libro en Amazon logró la posición número uno en ventas a finales de enero en Estados Unidos.

Las universidades merman el futuro con cancelación y censura

Además de ser monero y novelista, BEF es profesor de diseño gráfico, por lo que observa, desde hace tiempo, que al menos en el ámbito educativo, ya se habla de la infantilización de la academia, de cómo en las aulas se merma a los estudiantes para que se disuelva el pensamiento crítico, en áreas que están ligadas hacia la creatividad literaria.

“Si con estos criterios se produjeran sólo obras políticamente correctas, estaremos condenando a las generaciones jóvenes presentes y futuras a una literatura blandengue sin sustancia, pero además con una anulación del pasado. Hay que contextualizar y, en todo caso, prefiero, con grandes reservas, que advirtamos, a que cancelemos, porque podríamos condenarnos a una literatura excesivamente ligera y, en última instancia, frívola”, insiste Fernández.

Otro ejemplo que observa también Hernández con sus alumnos jóvenes que tiene en cursos literarios es que ellos prefieren silenciar su pluma, porque piensan anticipadamente en que sus escritos puedan ser adquiridos por servicios de streaming y tenga que ser aptos para todo público al momento de pasar de libro a producto audiovisual.

“Hoy en día lo que más me preocupa es que los escritores se autocensuran, chavos que tengo en talleres ya están pensando en Netflix, en las regalías o en el premio; entonces, dicen ‘no voy a escribir una escena muy cargada de no sé qué, porque no me la van a aceptar en tal editorial’ y lo que yo estoy tratando de privilegiar es a los escritores que se la jugaron”, subraya el autor radicado en Madrid, España.

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