El 12 de octubre de 1492 no fue el descubrimiento del continente americano, primero porque no necesitaba ser “descubierto” y segundo porque unos navegantes nórdicos habían dado con el continente en el siglo décimo. Se estima que estos viajeros se asentaron, no por mucho tiempo en lo que hoy es la costa de Newfoundland en Canadá.
Hasta el día de su muerte, Cristóbal Colón seguía convencido que no un Mundo Nuevo era lo que había descubierto, sino una cadena de islas vecinas a las costas de la China fue lo que le previnieron llegar a su anhelado destino, que era hacia el extremo oriental de Asia, según una investigación realizada por Alex Kerner, Investigador del Departamento de Historia de la Universidad de Haifa.
Al desembarcar Cristóbal Colón y sus hombres en Guanahaní, el diario que el navegante mantenía indica que “se juntó mucha gente de la Isla. I se quedarían atónitos, contemplándose”, y que muy pronto los intérpretes se deben haber percatado de que sus conocimientos lingüísticos eran inútiles (desde luego, nada de esto se menciona).
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Las cosas así, la primera forma de acercamiento tuvo que darse por otro medio: el intercambio de obsequios, según registra en un estudio María Ángeles Soler Arechalde, Licenciada en Lengua y Literatura Españolas, con especialidad en Lingüística Hispánica.
“Yo (…) porque nos tuviesen mucha amistad (…) les di a algunos de ellos unos bonetes colorados y unas cuentas de vidrio que se ponían al pescuezo, y otras cosas muchas de poco valor, con que hubieron mucho placer y quedaron tanto nuestros, que era maravilla”, relató Colón.
Por parte de los nativos, ellos se acercaban a las naves marítimas y les llevaban papagayos (al parecer las aves) e hilo de algodón en ovillos y azagayas (un arma de asta primitiva y ligera que se lanza con la mano) y otros objetos que no menciona, que les intercambiaban por cuentecillas de vidrio y cascabeles que los españoles llevaban.
Este trueque continúa ya que es una forma de entendimiento, pero también para que la población local le entregue agua y alimentos, pero también para “rescatar” el oro.
“Hay una ocasión en que el intercambio toma la forma de una ceremonia muy significativa, de una gran trascendencia, pues a través de ella se establece un pacto entre dos autoridades: el Almirante y Guacanagarí, el cacique amigo”, explica.
En el diario, Colo escribe pasado octubre que a ellos los habían recibido con gran solemnidad, pero también los tocaban y les besaban las manos y los pies “maravillándose y creyendo que venían del Cielo”.
¿Quién fue Américo Vespucio?
Américo Vespucio fue el que comprendió que de lo que se trataba era de un continente desconocido, y efectivamente es en su honor que el cartógrafo alemán Martin Waldseemüller lo nombró en 1507.