Más que una obra de teatro
A través de la puesta en escena Yo Soy y Existo, personas privadas de su libertad expresan, con canto, baile, rap y poesía, lo que les ha hecho sentir estar en una prisión, lejos de su familia, pero también lo que los hace valer más
Fernanda MuñozToda la gente tiene algo que decir, sólo necesita el impulso y la libertad para hacerlo. Ese es el gran mensaje que un grupo de personas privadas de su libertad sostienen arriba del escenario con la puesta en escena Yo Soy y Existo, que el director Arturo Morell les ayuda a representar.
Morell trabajó para el Reclusorio Preventivo Varonil Oriente hace 13 años, impartía un taller de teatro para que los reclusos descubrieran más de ellos mismos, pero un día los dejó. Sin embargo, hace cuatro años regresó para darles una conferencia, se encontró con algunas caras conocidas; la energía que le transmitieron en ese momento hizo que regresara para seguir siendo el guía de muchas más personas.
Yo Soy y Existo forma parte del proyecto de intervención cultural Un Grupo de Libertad, que durante 15 años se ha implementando en diversos Centros de Reinserción Social del país y en el cual han participado más de cuatro mil presos, obteniendo resultados muy positivos en quienes participan y ven las obras.
El director detrás del proyecto sostiene que todos los lunes asiste con quienes habitan entre las paredes del Reclusorio Varonil Oriente para practicar, por más de 10 horas, cinco puestas en escena; Don Quijote, versión libre del musical El Hombre de la Mancha; Soy También José, la versión libre del musical José el Soñador; Pastorela de la Integración, Alquimia y Transmutación, éstas dos últimas creadas por Morell.
Arturo busca transmitirle a la gente que asiste a ver las obras, la importancia de echar fuera el estigma de que sus actores están en la cárcel. “Deberían llegar a entender que esta es sólo una etapa para ellos, que es un paréntesis que los hará crecer y ser mejores seres humanos de lo que ya lo son”, recalca el director.
En Yo Soy y Existo, la mayoría de los participantes son presos, pero también colaboran algunas personas, tanto hombres como mujeres, que ya lograron salir de prisión y que siguen apoyando a sus compañeros a expresarse en el escenario.
En ese sentido, Morell comenta que se siente muy emocionado por aquellos que ya lograron ser libres, pero resalta que tiene mayor responsabilidad por querer brindarles afuera más oportunidades teatrales.
“Si actores que tienen nombre en cartelera no llenan los teatros, de pronto los proyectos que son así, como Yo Soy y Existo, no tienen el interés social que deberían, entonces debemos ser conscientes de que también son seres humanos que vale la pena creer en ellos”, opina Morell.
Los nuevos actores
En esta obra, cada uno de los participantes se presentan ante el público al inicio de la puesta en escena. Mario, por ejemplo, dijo que anhela volver a ver a sus hijas, quienes, a pesar de que ya son madres, aún siguen siendo unas niñas para él; Mari Cruz confesó que aunque la prisión ha sido un lugar difícil para ella, le ha ayudado a transcender, y Angelina reveló que lo que más le duele es no poder darle un beso a su madre.
Ellos son tres de las casi 40 personas que se suben al escenario a cantar, bailar y hacer monólogos sobre su experiencia en prisión, actividades que les apenaba realizar en un inicio, cuando se integraron al proyecto, pero que hoy en día lo sienten parte importante de su vida.
José Antonio tenía pena de hablar en público, pero, según cuenta, la participación que tenían sus compañeros y el impulso que les transmitía Arturo fue lo que lo hizo seguir en esto.
“Primero nos ponen a contar un chiste, a cantar una canción y expresarte con el público, ya después te vas desenvolviendo, vas perdiendo el miedo (…) Yo les digo a mis demás compañeros que se integren, que está chido estar aquí, que es una convivencia chingona la que tenemos”, comenta.
Por su parte, para Said, quien lleva un año en Yo soy y Existo, dice que lo que más le gusta de estar arriba del escenario es quitarse su propia piel y convertirse en otra persona, comprender algunos valores como la tolerancia y el respeto y, más importante, que ser parte de este proyecto le permite ser quien es sin pena.
Ambos reclusos comentan que sus compañeros de teatro son como su familia, porque, además de que actúan y conviven con ellos, se cuidan y se ayudan a hacer cada día mejores personas.