El Monumento a la Revolución es uno de los edificios más icónicos de la Ciudad de México, pero en su inicio no fue planeado para que tuviera el aspecto o la función que hoy conocemos. Su historia se remonta a 1897 con Porfirio Díaz y los planes para la creación de un nuevo Palacio Legislativo, que sería uno de los más lujosos del mundo.
No obstante, luchas sociales, muertes, abandonos y la transformación política y social de México atravesaron la conformación del monumento que hoy en día funciona como un homenaje a los héroes revolucionarios, así como museo y mirador.
Palacio Legislativo Federal
Corría el año de 1897, cuando Porfirio Díaz lanzó una convocatoria internacional para la construcción de un nuevo Palacio Legislativo Federal, el cual albergaría a los diputados y senadores, que a la par haría una conmemoración por el centenario del día de la Independencia, que se cumplía en 1910.
Díaz tenía la idea de que este se convirtiera en uno de los palacios legislativos más lujosos del mundo, por lo que destinó 14 mil metros cuadrados para él y fue Émile Bénard, un reconocido arquitecto francés, quien ganó la realización del proyecto, de acuerdo con la página del Monumento a la Revolución Mexicana.
1910: entre la revuelta y el abandono
Fue así, inspirado en el Capitolio de Estados Unidos y del Parlamento de Budapest, que Émile comenzó la creación del edificio en 1906 “con una masiva estructura metálica y tecnología de vanguardia para su cimentación”, de acuerdo con el sitio del monumento.
El 23 de noviembre de 1910, tres días después del estallido de la Revolución Mexicana, se colocó la primera piedra; no obstante, la construcción quedó abandonada ya que no había recursos para continuar con el proyecto debido a que se usaron para contener el levantamiento armado.
Fue dos años después, en 1912, que la construcción se suspendió, dejando abandonada su estructura metálica, que quedó expuesta por dos décadas.
Émile quiso rescatar su proyecto y le presentó sus ideas a Álvaro Obregón. En esta nueva planeación el Palacio Legislativo se convertiría en un panteón para los héroes de la guerra. Sin embargo, este intento quedó frustrado con la muerte de Obregón en 1928 y la del mismo Bénard en 1929, de acuerdo con el Monumento a la Revolución Mexicana.
El rescate: Monumento a la Revolución
Fue hasta 1933 que el arquitecto Carlos Obregón Santacilia rescató la obra inconclusa de Émile Bénard, ya que consideraba que tenía un gran valor arquitectónico, de esta manera “reinterpretó la estructura y los espacios para otorgarles un nuevo significado: el uso de la plaza como espacio público en torno a la conmemoración de una revolución constante”.
En su obra se logró un mestizaje entre el arte prehispánico y el cubismo; además, éste fue construido con cuatro pilares, obra del maestro Oliverio Martínez, que representan la Independencia, las leyes de Reforma, Agrarias y Obreras.
En 1936, el Monumento se constituye como mausoleo, en el que descansan los restos de Venustiano Carranza, Francisco I. Madero, Plutarco Elías Calles, Francisco Villa y Lázaro Cárdenas.
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La construcción del Monumento a la Revolución finalizó oficialmente en 1938, no obstante, ha sufrido remodelaciones y algunos cambios a lo largo de los años que nos han permitido conocer el monumento desde los cimientos hasta la linternilla.