El arte de darle vida a un muerto
Tendida sobre una plancha metálica, con un aspecto pálido y un cuerpo ya muy frío, una joven de 17 años reposa en una de la sala de preparación de la Agencia Funeraria García. Es la menor de los cinco miembros de una familia que murió en un accidente vehicular.
La carne desnuda luce marchita para su corta edad, se le notan algunos moretones en el cuerpo y las huellas del accidente están a la vista. Manchas de sangre y aceite se muestran en su larga cabellera rubia, pareciera como si no hubiera tomado una ducha desde hace ya varios meses.
Tendida sobre una plancha metálica, con un aspecto pálido y un cuerpo ya muy frío, una joven de 17 años reposa en una de la sala de preparación de la Agencia Funeraria García. Es la menor de los cinco miembros de una familia que murió en un accidente vehicular.
La carne desnuda luce marchita para su corta edad, se le notan algunos moretones en el cuerpo y las huellas del accidente están a la vista. Manchas de sangre y aceite se muestran en su larga cabellera rubia, pareciera como si no hubiera tomado una ducha desde hace ya varios meses.
Robert García Pizano toma la regadera de mano y comienza a bañar el cuerpo inerte que está frente a él. La trata con respeto y le quita todo rastro de sangre y manchas que aparecen en su cuerpo, posteriormente una toalla grande recorre la piel de la adolescente.
Ya seca, recibe una inyección de formaldehído para que su cuerpo retrase su proceso de descomposición y posteriormente le es extraído los líquidos que aún contiene. Para esta joven de 17 años su tiempo entre los vivos se terminó, pero debe estar lista y presentable para sus familiares y amigos que llegaron a darle el último adiós junto a sus padres y hermanos que fallecieron en el mismo accidente.
No, Robert no es familiar de la joven. Para él, es un muerto más en su día a día como embalsamador y dueño de la Agencia Funeraria García, en donde ha dado servicio a cientos de familias y ha preparado a más de 10 mil cadáveres.
Dar vida a los muertos
Tres horas han pasado desde que Robert comenzó a limpiar y preparar el cuerpo, pero su trabajo no termina ahí, debe vestir y maquillar a la joven.
Debido al accidente, las heridas en su cara son muy notorias y no puede presentarse así ante sus familiares vivos. Por ello, García Pizano debe esmerarse para que el dolor y violencia que experimentó al morir sea borrado con maquillaje y técnica, y darle ‘vida’ al cuerpo inerte que llegó hace unas horas atrás.
Aunque su trabajo lo califica como “cualquier otro”, la realidad es que la ocupación de García Pizano exige un estómago y nervios de acero, así como amabilidad y paciencia para dar el mejor servicio a quienes acudieron a él.
Rodeado de algunos ataúdes de madera, urnas de mármol y acero, y cruces de todos tamaños, recibe a Reporte Índigo en una de las oficinas de Agencia Funeraria García, ubicada en Ecatepec de Morelos, en el Estado de México, donde con una sonrisa nos platica lo que le apasiona hacer.
¿Cómo empezaste en esto?
Es un negocio familiar, en el cual me inició mi padre, Baltazar García Enriquez, y que ha sido un legado de generación en generación.
¿Qué es lo mas difícil de tu profesión?
El ver devastados a los familiares por la muerte de un ser querido.
¿Qué es lo más difícil que has hecho en tu trabajo?
Me ha tocado ver desde muertes naturales hasta fallecidos por suicidio, asesinatos, quemados, mutilados, decapitados, con patologías de cáncer, sida, infartos, etc. He tenido que trabajar con cuerpos de bebés, niños, jóvenes, adultos, señores de la tercera de edad. Y aunque cada uno es distinto y unos han sido más complicados que otros, lo más difícil que me ha tocado experimentar ha sido una exhumación prematura.
¿Cómo es un día normal para ti?
Inicia a las 5 am cuando me levanto, preparo a mi hijo para que esté listo para ir a la escuela. Posteriormente me traslado a mi oficina a la que llego aproximadamente entre 7 y 7:30 de la mañana. Ahí me pongo al tanto con el encargado del turno nocturno y le damos seguimiento a los servicios que contrataron en la noche, así como los del día anterior. Asigno a cada uno de mis colaboradores la actividad a desempeñar. Además, hablo por teléfono con cada uno de los clientes con la finalidad de satisfacer los servicios contratados por los deudos y mi día termina una vez que atiendo todos los pendientes para poder ir a mi casa a descansar.
¿Le tienes miedo a la muerte?
No, en este trabajo he aprendido que la muerte es un proceso natural de la vida.
¿Como fue la primera vez que viste un muerto?
Mi padre me pidió que lo acompañara al Servicio Médico Forense y fue ahí donde por primera vez, a mis 12 años, tuve contacto con un cadáver.
¿Alguna vez no has podido dormir por tu trabajo?
Claro, en muchas ocasiones, pues la muerte puede llegar en cualquier momento y yo debo estar ahí para los deudos.
¿Cuál ha sido el día más triste que haz vivido en tu trabajo?
Cuando he tenido que trabajar y vivir el proceso de la pérdida de un ser querido.
¿Te gusta lo qué haces?
No solo me gusta, me apasiona y me encanta lo que hago.
¿Qué piensas de la muerte?
Es un proceso natural de la vida, que en algún momento lo vamos a enfrentar, el cual debe ser llevado de manera digna y respetuosa para cualquier ser humano. El estar todo el tiempo en contacto con la muerte me ha hecho valorar más la vida.
¿Con cuántos muertos has trabajado?
¡Uy! con cientos. Creo que aproximadamente 10 mil en mis 20 años de carrera. En la actualidad hago de tres a cinco servicios funerarios por día. ¡Haz la cuenta!
¿Cuál es el mayor aprendizaje que has tenido de tu profesión?
Que como cualquier otro trabajo debemos crear un prestigio. Hay que ser honestos, respetuosos y responsables. En este caso, nosotros estamos trabajando con personas, que aunque al final de cuentas están muertas, no por ello dejan de ser personas y merecen nuestro respeto.