Detrás de sus lienzos o bloques de piedra, cientos de artistas quedaron en el anonimato al cual fueron relegadas. Hoy, las mujeres deben ser reconocidas y ubicadas en el lugar que les corresponde dentro de la historia del arte.
Ahora la responsabilidad es adentrarse en sus mundos para comprender lo complejo que fue para ellas hacer valer su derecho de ser llamadas artistas y creadoras, así como consolidar su obra frente a una sociedad que no estaba preparada para abrirles un espacio de expresión.
En el México del siglo pasado, a muchas no se les permitió vivir de su arte, fueron muy pocas quienes lo lograron, y lo hicieron a través de la lucha, de alzar sus pinceles en un momento en el que, las artes plásticas en México, estaban controladas por los hombres. Esta historia se entrelaza con el surgimiento del Salón de la Plástica Mexicana en 1949, uno de los pocos espacios donde tuvieron cabida y reconocimiento los trazos de las mujeres.
Cecilia Santacruz, actual directora del Salón, narra que la historia del pincel femenino en el país se remonta a los años 20 con el movimiento muralista en México. Rina Lazo, Aurora Reyes, Fanny Ravel y Elena Huerta fueron las cuatro mujeres que dieron testimonio de su tiempo, mostraron a través de su obra que el muralismo también tenía una crítica social y una postura de los acontecimientos históricos y políticos del país. Dejaron de ser las discípulas de pintores como Diego Rivera, José Clemente Orozco o David Alfaro Siqueiros para convertirse en pintoras.
De acuerdo con Cecilia, la Escuela Mexicana de Pintura replanteó la estética de la mexicanidad, pues anteriormente se trataban temas nacionalistas, pero con una estética europea. Y fue precisamente gracias a la visión de las artistas que se revalora la belleza de país, además de que mostraron un fuerte compromiso con la formación y educación del pueblo.
“La mayoría de las artistas no trabajaban en sus estudios, ellas iban a la comunidad, salieron a trabajar, retrataron al pueblo, comieron su comida, respiraron el aroma del campo, le dieron valor al arte mexicano pues realizaron testimonios reales de lo que sucedía en los pueblos y yo creo que hemos perdido esa esencia”, opina Cecilia Santacruz.
Con el surgimiento del Salón de la Plástica Mexicana, al que se incorporaron incluso mujeres extranjeras como Fanny Ravel (Polonia), Leonora Carrington (Reino Unido) o Rina Lazo (Guatemala), por mencionar algunas. Las creadoras participaron desde el inicio de todo este proceso hasta llegar a lo que es hoy, abrieron la brecha, les tocó luchar contra los hombres para que les dieran un muro, un espacio para exponer y lo lograron.
Sus obras se encuentran a lo largo del país, como La Familia, escultura monumental de la artista ucraniana Tosia Malamud, y que embellece un hospital del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS); o bien, las piezas de Frida Kahlo, Celia Calderón, Angelina Beloff y Olga Acosta. La lucha que sostuvieron muchas de las artistas provocó, incluso, que estuvieran presas.
‘Soy Concepción Báez y no soy nada de nadie’
“Las mujeres siempre hemos tenidos problemas, ahora nos hemos ido poco a poco defendiendo porque nosotras no teníamos los 10 mil años de experiencia de los hombres, no íbamos a la escuela. El destino de una mujer eran nacer, casarse, tener hijos y arruinarse, porque una no podía tener una identidad propia, siempre era ‘hija de’, ‘esposa de’, ‘la mamá de los niños’, entonces a mí me costó mucho trabajo”, narra la artista Concepción Báez, de 87 años.
Pese a que fue cuestionada por su decisión de estudiar pintura, Concepción fue de las pocas mujeres que pudo estudiar desde joven en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado “La Esmeralda”.
Tuvo la oportunidad de formarse, casi por cuatro años, con el muralista Carlos Orozco Romero, a quien considera su mejor maestro. Desafortunadamente, tras tener a sus cuatro hijos, tuvo que dejar en pausa su educación artística durante un lapso de 15 años.
“Estoy feliz de ser de la generación del cambio, empecé a pintar y a tener una identidad mía, ahora soy Concepción Báez y no soy nada de nadie, solamente la pintura es lo que me posee a mí; pero siempre ha tenido una el problema de que los señores tenían acaparado todo, pero poco a poco nos hemos ido abriendo paso”, comparte la pintora.
Báez inició siguiendo la estética de la Escuela Mexicana de Pintura, con obras figurativas que resaltaban la identidad mexicana, a los personajes del pueblo, pero a través de los años y de hacer un viaje a Chile, su pincel cobró fuerza y creó su propio estilo sobre un imaginario más abstracto, donde sus sueños y emociones cobraron vida gracias a la pintura.
“Si una no cambia, no evoluciona, siempre pinta lo mismo y no progresas, no te digo que yo haya progresado mucho, me falta muchísimo por aprender”, reflexiona Concepción.
El 2020 fue muy trágico para la pintora debido a la muerte de muchos amigos y seres queridos, entre ellos una de sus hijas, pero estos sucesos no la alejaron de su pasión por la pintura, de hecho, es a través de ella que ha logrado reponerse; dedicarse a su arte la salvó. Durante el último año ha creado alrededor de 40 dibujos que le han permitido alejarse de lo agobiante que implica un encierro.
Todavía, hacia mediados del siglo XX, las pintoras eran señaladas como señoras que sólo perdían el tiempo. Además, muchas de las obras realizadas por las artistas no fueron firmadas por ellas, sus piezas eran consideradas como adornos y no piezas de arte; si querían ser vistas como “buen prospecto”, las mujeres debían saber tocar el piano, coser, bordar y cocinar.
“Sobre las pintoras decían ‘esa mujer pintora, ¡qué espantoso, los pintores son loquísimos!’. En mi casa no me dejaban hablar con los pintores porque tenían una fama espantosa. Nosotros nos dedicamos al oficio, nos encerramos en nuestro estudio, como lo hacía Leonardo da Vinci. De verdad creían que estábamos en orgías y decían ‘se pone jeans, qué horror, pobre de su esposo, de sus hijos, ha de ser loquísima y sin embargo ni fumo cigarros”, detalla la creadora.
Ahora, Concepción Báez celebra que las mujeres puedan ser más autosuficientes, que tengan acceso a la educación, que puedan estudiar la carrera que deseen. “Agradezco que la vida me dio tanto tiempo para poder ver esto, porque yo pensé que nunca iba a ser posible”, concluye.
¡Entérate!
El INBAL, a través del SPM, realizó una investigación para rescatar del olvido la vida y obra de las artistas que han sido miembros del Salón, el resultado se materializó en la publicación de dos tomos de Mujeres del Salón de la Plástica Mexicana.