Música palomera
Matthew Bellamy, el vocalista de Muse, es un virtuoso de la guitarra con una voz que bien podría suplir la de cualquier leyenda del metal con los agudos que alcanza.
Pero en lugar de estar afinando su garganta para competir con Dave Mustayne, Bellamy está al frente de una banda que en sus inicios fue tachada de imitar a Radiohead: y es que no es fácil sobresalir en una región que le ha dado al mundo actos como Oasis, Blur, Coldplay, etcétera.
Juan Antonio Zertuche
Matthew Bellamy, el vocalista de Muse, es un virtuoso de la guitarra con una voz que bien podría suplir la de cualquier leyenda del metal con los agudos que alcanza.
Pero en lugar de estar afinando su garganta para competir con Dave Mustayne, Bellamy está al frente de una banda que en sus inicios fue tachada de imitar a Radiohead: y es que no es fácil sobresalir en una región que le ha dado al mundo actos como Oasis, Blur, Coldplay, etcétera.
Pero hoy la historia de Muse se cuece aparte. La banda que encabeza Bellamy es uno de los actos más grandes del rock histriónico a nivel global. Y es que el trío británico le apuesta –como nadie– al sonido épico, un rock de estadio con sinfonía y coros que le agregan más dramatismo a su sonido.
Tener esa ambición ha mantenido a su base de fans más cautiva que nunca; sin embargo, otra historia se da con buena parte de la crítica especializada en Internet, que simplemente se toma muy a pecho la idea de la fusión del arte y el espectáculo. Por alguna extraña razón, Muse se ha convertido en una de esas bandas que odias o amas; independientemente en qué bando estés, nadie le ha podido quitar a Muse la capacidad de seguir expandiendo su estilo.
No hay mejor ejemplo de esto que “The 2nd Law”, su sexto álbum. No por nada fueron seleccionados por los Juegos Olímpicos de Londres para hacer retumbar con “Survival” la ceremonia inaugural; el sencillo encapsula en poco más de cuatro minutos el sonido más ambicioso y risible de la banda.
¿Por qué risible? Porque Muse ha llegado a ese punto de diversión en el que son capaces de todo, sin presiones de ningún tipo más que de crear un sonido potente, épico y divertido. No lo están haciendo “en serio”; la banda se escucha suelta, se deja llevar sin ningún temor y el resultado es un álbum “tutti frutti” con una mezcla de géneros que podrían confundir hasta el fan más hardcore.
“Follow Me” es pop post dubstep y Daft Punk; “Panic Station” es un homenaje a INXS, Prince y las trompetas en “Sledgehammer” de Peter Gabriel, quizá el track más divertido de todo el álbum; “Animals” es un paciente viaje espacial de guitarra que culmina en “Big Bang” (caos); “Explorers” tiene el espíritu musical de Keane; el sonido de “Unsustainable” podría inspirar a los cineastas más espectaculares a crear LA película del fin del mundo.
En resumen, “The 2nd Law” entretiene; te deja el mismo sabor de boca que una buena película palomera.