My Bloody Valentine: El ruido (re)vive

En 2012 quizá no hubo mejor álbum de rock que “Lonerism”, el segundo en la discografía del grupo australiano Tame Impala. De igual manera –pero con un perfil mucho más discreto–, el sonido bañado en efectos y ecos que produjo “Melody’s Echo Chamber”, el disco debut del proyecto homónimo que encabeza la vocalista francesa Melody Prochet, acaparó la atención de la crítica con muy buenos comentarios . 

Juan Antonio Zertuche Juan Antonio Zertuche Publicado el
Comparte esta nota

Previo al dominio de la "música alternativa" de los 90, hubo un momento en el que el shoegaze parecía tener el potencial para ganarse la simpatía de una generación incomprendida, que después encontró refugio en los gritos de Kurt Cobain
El shoegaze aparece a finales de la década de los 80 y principio de los 90. El nombre surge debido a la imagen de los músicos, quienes tendían a mirar al piso (para presionar los pedales de las guitarras) casi todo el tiempo. La palabra compuesta viene del inglés “shoe” o zapato, más “gaze” o mirada

En 2012 quizá no hubo mejor álbum de rock que “Lonerism”, el segundo en la discografía del grupo australiano Tame Impala. De igual manera –pero con un perfil mucho más discreto–, el sonido bañado en efectos y ecos que produjo “Melody’s Echo Chamber”, el disco debut del proyecto homónimo que encabeza la vocalista francesa Melody Prochet, acaparó la atención de la crítica con muy buenos comentarios . 

¿Qué tienen en común Tame Impala y Melody’s Echo Chamber? La respuesta es el genio y la creatividad musical de Kevin Parker, el líder indiscutible –y guitarrista– de la banda australiana, y quien también le dio forma al sonido psicodélico que caracteriza al proyecto Melody’s Echo Chamber.

Pero, ¿esto qué tiene que ver con My Bloody Valentine? Directamente nada, pero el halo de influencia que está presente en las capas de guitarras, la repetición y los ecos hipnóticos, es innegable. A decir de una entrevista que fue publicada en 2012 por Los Angeles Times, Parker confesó: “He tratado de ir hacia una sensación más melancólica y de fantasía. Siempre he estado enamorado del ‘wall of sound’ (el sonido denso, reverberado y con muchas capas) que empleó My Bloody Valentine”. 

Este es solo un ejemplo de la relevancia que tuvo –y sigue teniendo– la agrupación irlandesa. Con apenas dos álbumes y un puñado de EPs lograron trascender con un sonido que fue opacado solo por el fugaz –pero brutal– paso del grunge de finales de los 80 y principios de los 90, así como el subsecuente poderío del Britpop. 

Pero previo al dominio de lo que después conocimos como la “música alternativa” de los 90, hubo un momento en el que el shoegaze parecía tener el potencial para ganarse la simpatía de una generación incomprendida que después encontró refugio en los gritos de Kurt Cobain. 

Eso nunca se cristalizó, o por lo menos no en la magnitud que sí lo hicieron bandas como Nirvana, Pearl Jam o Soundgarden en el grunge, hasta Suede, Oasis y Blur en el Britpop. Tal vez también “ayudó” el ánimo casi de autoboicot comercial que caracterizó a este movimiento–género del shoegaze; las desangeladas entrevistas que le dieron a la prensa especializada y prácticamente la nula promoción de su música, siempre estuvieron a contracorriente del tradicional manejo publicitario del rock.

Y es que en la segunda mitad de la década de los 80, bandas inglesas como Cocteau Twins, The Jesus and Mary Chain o Spacemen 3, comenzaron a distinguirse por la fuerte carga de distorsiones y “ruidos” producidos por los pedales de guitarra que contrastaban con el uso de voces “apagadas” o “desganadas”.

Los integrantes de estas bandas interpretaban las canciones de manera reflexiva, incluso daba la impresión de que lo hacían casi de manera desinterasada; buena parte del tiempo volteando al piso, producto del intenso uso de los pedales. Esa imagen le dio pie a la prensa inglesa de la época para comenzar a etiquetar al género o movimiento como “shoegaze” (del inglés “shoe” o zapato, más “gaze” o mirada). 

Pero más allá de un nombre curioso, el sonido del shoegaze dejó una influencia innegable con bandas como My Bloody Valentine, agrupación irlandesa que alcanzó la cúspide creativa con “Loveless” (1991) para después desaparecer 22 años… y reaparecer con un nuevo álbum, lanzado apenas hace unos días. 

Segundo aire

Dos años de preparación (de 1989 a 1991), 19 estudios de grabación y medio millón de dólares después (que casi provoca la  quiebra económica de su disquera, Creation Records), My Bloody Valentine entregó “Loveless” en 1991, el segundo –y por 22 años su “último”– de su corta discografía. 

El álbum es considerado como una obra maestra del género; la revista Rolling Stone lo incluyó dentro de su lista de los 500 mejores de la historia (lugar 221) y como uno de los 100 mejores discos de la década de los 90 (lugar 39). 

Después del desgaste creativo que representó ese álbum, Kevin Shields, la mente perfeccionista y el pie detrás de los pedales de My Bloody Valentine, vivió dos décadas con la carga de haber producido un gran álbum.

En el camino, Shields se perdió… pero lo hizo casi al estilo de Brian Wilson o Syd Barrett: a punto de la locura, dejando a sus seguidores con un vacío musical de poco más de dos décadas que apenas este fin de semana se pudo llenar. 

En el ínter, Shields colaboró notoriamente con Primal Scream además de producir o mezclar para bandas como Placebo o Yo La Tengo. Pero fue hasta que Sofía Coppola lo invitó en 2003 a hacer la música de su película “Lost in Translation” que resurgió el interés en la estética auditiva del shoegaze. Su trabajo incluso le valió una nominación a los BAFTA por Mejor Música Original.

Después de reunirse brevemente en 2008 para una serie de conciertos en Londres y festivales europeos, creció la intriga sobre las posibilidades de que My Bloody Valentine lanzara música nueva, motivada también por la serie de declaraciones que el propio Shields se encargó de lanzar hasta hace unas semanas.

De pronto, 22 años después de que “Loveless” vio la luz, “mbv” fue lanzado de manera digital en el sitio oficial de la banda. El shock entre sus seguidores fue tal que por un momento el hashtag en Twitter superó el usado para identificar al Super Bowl, lo que provocó que su página no resistiera la cantidad de visitas.

Ahora Kevin Shields y compañía viven un segundo aire en sus carreras y enfrente tienen una nueva generación por conquistar.

Reunión shoegaze en Barcelona

My Bloody Valentine y The Jesus and Mary Chain están programados para encabezar el festival Primavera Sound de Barcelona este año.

Si planeas asistir a alguna de las presentaciones que darán, la recomendación general es llevar protección para los oídos ya que la banda de Kevin Shields es conocida históricamente por ser una de las más estruendosas en la historia del rock. 

En el 2000, la revista MOJO publicó una guía para conocer a las bandas más ruidosas de todos los tiempos. My Bloody Valentine ocupó el segundo lugar.

El sonido era tan alto que en la serie de conciertos que dieron en 1991 la prensa llamó “El Holocausto” a una sección de su show en vivo. 

Álbum recomendado

“m b v” (Independiente; 2013)
My Bloody Valentine
Escucha el nuevo álbum a través de su canal de YouTube

“wonder 2” es una canción que destaca. Aquí se puede escuchar la suma de rumores que alimentaron la espera de más de 20 años: el supuesto acercamiento de Kevin Shields al drum ‘n’ bass y el jungle queda de manifiesto con un base rítmica desenfrenada, bañada con un eco hipnótico de distorsión que podría confundirse con el sonido que hace un avión a la distancia. El álbum parece estar dividido en tres partes iguales: las tres primeras canciones, retoman el hilo conductor de “Loveless”, continúa con tres tracks que serenan el ambiente con el tradicional uso de reverberaciones y cierra con tres canciones que tocan nuevos terrenos (en un descuido, podrías pensar que se trata del “nuevo” The Horrors).

Síguenos en Google News para estar al día
Salir de la versión móvil