¿Por qué lloramos en los aviones?

La próxima vez que estés en un avión y tengas ganas de llorar al ver una película, puedes hacerlo sin pena. Al parecer, la intensificación de las emociones es inevitable en las circunstancias de un viaje de ese tipo: sin poder usar dispositivos electrónicos por varias horas, la compañía de un conocido o sin poder platicar cómodamente.

Ana Paulina Valencia Ana Paulina Valencia Publicado el
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La próxima vez que estés en un avión y tengas ganas de llorar al ver una película, puedes hacerlo sin pena. Al parecer, la intensificación de las emociones es inevitable en las circunstancias de un viaje de ese tipo: sin poder usar dispositivos electrónicos por varias horas, la compañía de un conocido o sin poder platicar cómodamente.

Hace dos años, la línea aérea Virgin Atlantic aplicó una encuesta a sus clientes, para descubrir detalles sobre sus experiencias emocionales mientras volaban. El 55 por ciento de ellos expresó que sus emociones se habían intensificado, y 4 de cada 10 hombres admitieron haberse “escondido bajo la cobija (que proporciona la aerolínea) para que otros pasajeros no vieran sus lágrimas”.

Al ver estos resultados, decidieron que al inicio de algunas películas pondrían un aviso: “La siguiente cinta contiene escenas que pueden causar ganas de llorar”. “Toy story 3” fue una de las obras elegidas.

Expertos se han preguntado las razones de este fenómeno y la conclusión es la misma. Por lo general se dice que llorar es una reacción biológica para pedir protección sin tener que hablar, útil especialmente para los bebés, en el caso de los adultos también sucede cuando hay “cambios abruptos en nuestras emociones”, explican los investigadores Jay Efran y Mitchell Greene.   

En un día pesado, por ejemplo, nuestro sistema nervioso está estresado, concentrado y funcional. Tu cuerpo no deja que llores y te hace actuar. Pero cuando no hay nada que puedas hacer o ya hiciste todo lo que pudiste, este sistema descansa. Y ahí aparece el llanto, justo en esa transición entre el exceso de estímulos y la ausencia de ellos.

Cuando subimos a un avión, llega el momento de descansar de un día de empacar, documentar y preocuparse por los horarios. Quizá se está dejando algo que se quiere o se siente miedo por comenzar una nueva etapa.

En cualquiera de esos casos se genera el cambio en el nivel de estímulos y llorar es la reacción natural. 

“Parece que ocurre en situaciones cuando actuar no tiene sentido”, señala Ad Vingerhoets, profesor de ciencias sociales y del comportamiento de la Universidad de Tillburg y especialista en llanto, “cuando no hay razón para hacer algo, tienes que lidiar con tus emociones”.

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