Cuando Kelly Clarkson se subió al escenario del Staples Center el domingo pasado para recoger su Grammy a Mejor Álbum Vocal Pop, sin querer, resumió en una frase lo que sucede actualmente en el proceso de selección y votación de los premios que reconoce los “logros sobresalientes” en la industria de la música.
“Miguel, no sé quién diablos eres, pero necesitamos cantar juntos”, dijo la estrella más brillante que ha emergido del show de talento “American Idol”, en medio de la emoción de su discurso de aceptación.
Por fortuna, algunos de los más de 19 mil músicos, productores, ingenieros de estudios de grabación y otros profesionales de la industria de la música, miembros de la National Academy of Recording Arts and Sciences, quienes son los encargados de escoger a los ganadores del Grammy, sí sabían quién diablos era Miguel y lo nominaron a cinco categorías.
Para ser miembro de esta Academia se necesita tener “crédito creativo o técnico en al menos seis tracks de alguno de los álbumes de las disciplinas votadas” por los Grammy. Es, a fin de cuentas, un selecto club de nominados y ganadores quienes tienen voz y voto.
El problema es que es precisamente esa exclusividad y sesgo lo que podría explicar lo conservador –musicalmente hablando– de sus decisiones.
Miguel, como seguramente ya debe saber a estas alturas Clarkson, lanzó el aclamado “Kaleidoscope Dream”, uno de los mejores álbumes de 2012 (el onceavo mejor valorado, si tomamos en cuenta la suma de reseñas de la crítica especializada, tarea a la que se dedica el sitio Metacritic.com). “Adorn”, canción con la que abre su espectacular álbum, se llevó el premio a “Mejor Canción R&B”.
Si bien sus cinco nominaciones fueron meritorias, ¿cómo justificar la ausencia de discos como “Lonerism” de Tame Impala o “good kid, m.A.A.d city” de Kendrick Lamar? A pesar de que el álbum de Lamar fue considerado por consenso de la crítica como el segundo mejor de 2012, pisándole los talones al multinominado Frank Ocean, no obtuvo una sola nominación.
El problema está en el anticuado proceso de selección de los Grammy: el periodo de selección de material se estableció del 1 de octubre de 2011 al 30 de septiembre de 2012. Es decir, la música lanzada en los meses de octubre, noviembre y diciembre, no fue ni siquiera considerada. Algo ilógico, si consideramos que el álbum de Lamar fue incluido en la mayoría de las listas de lo mejor del año (fue lanzado el 22 de octubre).
No se le puede dar gusto a todos, mucho menos en cuanto a gustos musicales se refiere. Y aunque no hay ceremonia de premiación perfecta en el mundo de las artes y el entretenimiento, donde el sentido de apreciación puede variar radicalmente de persona a persona, la controversia es más marcada en la música.
Hay que reconocer que nadie, ni siquiera el crítico más dedicado, tiene la capacidad de seleccionar una terna perfecta de candidatos que cubra las exigencias y expectativas de la gran mayoría de los melómanos. Menos ahora, con la cantidad de música que se hace. Rara es la vez que un álbum se gana el consenso generalizado; fenómenos mundiales como “21” de Adele o “Thriller” de Michael Jackson, son cada vez más difíciles de lograr.
Mal precedente
En donde sí hay consenso, al parecer, es en los análisis posteriores a la entrega 55 de los premios Grammy. Y las críticas van dirigidas a los ganadores fun., Gotye y Mumford & Sons.
“Quejarse de los Grammy es perenne e inevitable porque la estructura de la entrega de los premios, que tiene fallas, está grabado en piedra: los representantes de antaño miden la calidad de los actos de hoy”, dice una de las críticas más severas publicadas en The New York Times.
En Twitter, Jim Fusilli, crítico de música de The Wall Street Journal, dijo: “Mumford & Sons, fun. y Gotye: los #Grammy sin emoción. No muerden, sin alma, sin músculo, sin riesgos. Una mala noche para el rock & pop”.
Y es que este año parece que los Grammy quisieron quedar bien con todos (menos con la canadiense Carly Rae Jepsen y su “Call Me Maybe”, claramente), incluso hicieron las pases con The Beach Boys al entregarles un premio especial (nunca ganaron un Grammy).
A pesar de que a simple vista los premios “importantes” (Mejor Álbum, Mejor Grabación, Mejor Canción y Mejor Artista Nuevo) fueron entregados a bandas “nuevas”, lo cierto es que no hay rastro de innovación o creatividad superior en quienes fueron premiados con los reconocimientos más altos.
“Mientras esos actos son jóvenes, o tienen ese aire joven, indefectiblemente se ciñen a estilos antiguos, que se remontan en algunos casos hasta la década de los 30 (…) la distancia que hay entre los votantes de la Academia y la música se hace evidente ante su parcialidad, basada en su edad (generación Baby Boomer), en favor de las bandas de jóvenes que suenan como almas viejas (The Black Keys, Jack White, Mumford & Sons)”, dice la crítica publicada por The New York Times.
Los Grammy pudieron haber dado un paso hacia adelante al premiar un álbum como “Channel Orange” de Frank Ocean, con todo y la desastrosa presentación en vivo de la canción “Forrest Gump”, que pisa terrenos más atrevidos que el “bueno a secas” de Mumford & Sons.
El fenómeno Mumford & Sons
La banda británica de indie folk ha perfeccionado un estilo épico de hacer música campirana para conciertos de estadio. En “Babel”, álbum reconocido como el Mejor del Año por los Grammy, este estilo es evidente desde el primer track homónimo. Aunque no tienen un baterista convencional, el vocalista Marcus Mumford repite una y otra vez con un bombo un ritmo in crescendo en cada canción, que inevitablemente –te gusten o no– hace que muevas la cabeza y el pie. Banyo, mandolina, ukelele, guitarra, acordeón… son los instrumentos del cuarteto, pero incluso rasguear la guitarra de forma épica tiene su chiste. Y no son los únicos, pero sí los que han podido trascender con la venta de millones de discos. Mumford & Sons suena como si Bruce Springsteen le hubiera enseñado a The Decemberists cómo tocar ante un estadio lleno.
Elementos del pasado
Los grandes ganadores de la gala de la industria de la música no se caracterizan particularmente por cruzar fronteras auditivas.
— Gotye
La influencia de Peter Gabriel y The Police se sienten por todo “Making Mirros”; pero hey, él no tiene la culpa de que a todos nos haya gustado ESA canción.
— The Black Keys
El rock & blues de este dueto puede escucharse hasta The Sonics, en la primera mitad de la década de los 60. La influencia es más notoria en sus primeros álbumes.
— fun.
Esta banda tiene la maldición de ser etiquetada como los “Queen de la nueva generación”. Nada más alejado de la realidad, aunque la influencia sí está ahí.
— Mumford & Sons
No solo en la ropa, la música de los británicos se puede remontar a la década de los 30. Incluso “Babel” también compitió por “Mejor Álbum Americano” (y perdió).