Estás en el cine y en medio de la película, en la butaca de enfrente, una persona saca su celular para ver Twitter, en una comida familiar se termina el tema de conversación y por inercia los comensales revisan su perfil en Facebook, o en un concierto, la selfie se convierte en el pretexto perfecto para dejar de prestar atención al artista y subir la foto a Instagram.
Este tipo de escenas, que son normales y comunes en la sociedad, son cada vez más un problema no sólo de educación, sino de salud pública, al menos así sucede en Estados Unidos, donde ya existen clínicas de rehabilitación para el uso excesivo de celulares, tabletas y de redes sociales.
Aunque en el país no hay estadísticas para medir y establecer si los mexicanos son adictos a las redes sociales, el Informe del Estado mundial del ámbito digital 2019, de Hootsuite, revela que en un año aumentó 7.7 por ciento el número de usuarios móviles, que es de 6 millones.
Hace unos meses, la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la adicción a los videojuegos como un trastorno mental, lo que podría a futuro también suceder con el uso continuo de las comunidades cibernéticas.
“Esto es un problema que venimos acarreando desde la era de la televisión, el tema con las redes sociales es que hay gratificación inmediata, como con los videojuegos, entonces la gente va disminuyendo su tolerancia a la frustración y buscan todo el tiempo ser recompensados inmediatamente”, indica la psicóloga Regina Fernández, en entrevista con Reporte Índigo.
Autoestima a un like de distancia
Obtener un “Me gusta”, saber que una conversación se quedó en “visto” o estar conscientes de los impactos que tuvo un tuit, son recompensas que motivan a las personas a revisar su celular por inercia, lo que puede generar un problema.
“Basan su autoestima en la gratificación inmediata y no trabajan para obtener ese resultado; entonces, cuando vienen frustraciones en la vida real, fuera de las redes sociales, es mucho más difícil enfrentarse a ellas, porque ya no cuentan con las herramientas para hacerlo”, agrega Fernández.
Esta falta de seguridad personal está incurriendo en que haya mayores niveles de depresión, los cuales en México han aumentado significativamente en la población juvenil. El pronóstico de la OMS es que esto se volverá una discapacidad para 2020.
“Están tan acostumbrados a la gratificación inmediata, que simplemente reaccionan con altos niveles de depresión y su autoestima se ve afectada cuando se enfrentan con la vida real, cuando allá afuera no hay alguien que les de un like inmediato o un buen comentario. Sí creo que las nuevas generaciones están teniendo graves problemas para tolerar la frustración”, comenta la terapeuta durante la entrevista.
Compensando el berrinche
Antes, el chupón era la manera fácil de callar a un infante, ahora el nuevo accesorio para entretenerlo es una tableta o un celular, por lo que apremiar el capricho se vuelve una conducta que acentúa la mala educación y hace proclive a las generaciones futuras a una posible adicción electrónica.
Para la experta en Psicología, este tipo de reacciones por parte de los padres es una forma de solapar el comportamiento de los menores, perjudicando su desarrollo personal a largo plazo, lo que, incluso, puede generar agresividad por una falta de comprensión a su tedio y a la desilusión.
“Están fomentando la idea de que cuando haces berrinche obtienes lo que quieres, y luego los papás se los quitan y se sorprenden cuando los niños reaccionan con agresión, por supuesto que van a reaccionar así, porque les genera mucha ansiedad, hay que tener cuidado, porque su cerebro empieza a funcionar así”, puntualiza la psicóloga Regina Fernández.
Recomendaciones
La psicóloga hace observaciones sobre cómo se pueden tomar precauciones para evitar caer en la adicción a las redes sociales o el uso exacerbado de dispositivos electrónicos
>Limitar el tiempo de uso, tanto en niños como en adultos.
> Tener la capacidad del autocontrol, sin dejar de usar las redes sociales.
>Propiciar mayor contacto social en persona con la familia, en la escuela y en el trabajo.
>Aprender a tolerar la frustración, sobre todo, los niños y adolescentes.