A través de 21 obras, Efraim Espino (Panamá, 1957), uno de los representantes más importantes de la pintura contemporánea en Latinoamérica, presenta en la muestra Metáfora Onírica, la realización de mundos imaginarios, líneas que van acentuando la materia, el color pigmentado, texturas y una característica de elementos sonoros: un método propio de transferencias que logran constituir la fusión plena entre mundos extraños de figuras oníricas.
Espino asegura que la metáfora onírica “es un sueño elaborado y llevado a un espacio poético; el inconsciente colectivo que guarda la sabiduría de culturas ancestrales. Lo onírico es una revelación de un mundo perdido, que nos devuelve a través de los sueños a la verdadera realidad”.
En su obra existe una transformación sucesiva, una revelación cromática y un cinetismo de las formas, algo que remite a una resonancia visual. Un vacío de unidad armonizada, por las metáforas del color. La pigmentación y las estructuras, como textura, que convergen poéticamente entre sus dos maestros de materiales pictóricos: Luis Nishizawa y Rufino Tamayo.
“Mi obra tiene una profunda conexión con las civilizaciones indígenas americanas; las imágenes totémicas y su cromo-cosmología, sus colores, su arquitectura, su visión del universo”, afirma Espino.
En Metáfora Onírica, lo fantasmal entre color y líneas, ofrece una formulación teórica que posee un signo poético abstracto de los elementos. “La partitura de atracción y repulsión. Imágenes de silogismos y analogías, generando un principio universal: la música y el tiempo”, porque para el artista panameño, cada color plasmado en su obra, contiene un sonido, “notas que han sido ejecutadas a través de la historia”, señala.
Metáfora Onírica se exhibe en la galería La Silvestre Atelier, hasta el 26 de julio.