Un estudiante de la preparatoria del Instituto Tecnológico de Monterrey falleció ayer en las instalaciones del plantel.
En un primer comunicado, por la mañana, la escuela informó que se trataba de un suicidio, pero por la noche, en otro mensaje decía que las autoridades se encuentran investigando la muerte del alumno y que ya no darán más detalles por respeto a la familia.
Según información extraoficial, el joven, identificado como “Jakob H”, de 18 años, presuntamente era víctima de bullying, pero esta versión no ha sido confirmada ni por las autoridades ni por la escuela. Sin embargo, es un problema que está creciendo dentro de la sociedad mexicana.
La madrugada del domingo, Karen Michael Peralta Bernal fue encontrada sin vida por otros menores de edad en una casa conocida como el “Casino del Diablo”, en la colonia Los Arroyos, al poniente de Hermosillo, Sonora.
La adolescente de 14 años de edad anunció a través de su cuenta de Facebook que se quitaría la vida. En memoria de la víctima, la red social colocó en su perfil la siguiente leyenda: “Esperamos que los seres queridos de Karen encuentren consuelo visitando su perfil para recordar y conmemorar su vida”.
De acuerdo con el INEGI y sus últimos datos disponibles, en México, en 2016, ocurrieron 6 mil 291 muertes por lesiones autoinfligidas intencionalmente (suicidios), lo que representa una tasa de 5.1 suicidios por cada 100 mil habitantes.
En 2016, la tasa para el grupo de 20 a 24 años fue de 9.5 por cada 100 mil jóvenes; y de 8.2 en jóvenes de 25 a 29 años. Las entidades federativas que tuvieron mayores tasas de suicidio fueron Chihuahua y Yucatán, seguidas por Aguascalientes, Campeche y Colima.
Entre las causas que motivan a los jóvenes a suicidarse se encuentran los problemas familiares, amorosos, depresión y ansiedad, el abuso de alcohol y drogas. A estas problemáticas se ha sumado el bullying y el estrés.
La asociación Bullying Sin Fronteras señala que los casos en México van en aumento, donde siete de cada 10 niños sufren todos los días algún de tipo de acoso. Dicen que con los más de 40 millones de alumnos de nivel primaria y secundaria, “nos da un sufrimiento cotidiano que padecen unos 28 millones de niños y adolescentes. La población de Portugal, Bélgica, Uruguay y Chile juntas”.
Para el doctor Héctor Lara Tapia, de la Facultad de Psicología de la UNAM, asegura que este problema es muy complejo y que involucra principalmente a dos personajes: el que hace el bullying y el que lo recibe.
“Para empezar con el que lo hace, normalmente se ha encontrado que es un muchacho que es muy inestable emocionalmente y que además él también es sujeto de bullying, es decir, hay una cadena de agresión. Son niños que sufren de Trastorno por déficit de atención y problemas de conducta asociados a ese síndrome”, indica el psicólogo de la UNAM.
Además, comenta, viven en un ambiente familiar muy agresivo, es decir, el niño que hace bullying es porque seguramente está recibiendo agresiones en su casa. Puede tener un padre agresivo que golpea a su madre, ésta se desquita con los hijos y ellos lo hacen en la escuela.
“Siempre encuentran a un persona ‘pasiva’, habitualmente porque hay una diferencian física importante. Los niños que tienen TDH, hay una variedad que se llama beligerante, que incluso eso se ha continuado estudiando y es muy característico de todos los infractores juveniles. Entonces, ellos empiezan con conductas agresivas muy impulsivas, poco controladas y además como ahora ya no se les puede poner límites porque, dicen, se viola sus derechos humanos, como que la SEP también le agarra la pata a la vaca”, asegura Lara Tapia.
Por su parte, el que recibe los abusos, por lo general es un sujeto que se va deprimiendo y lo hace porque ve que es una especie de “chivo expiatorio” de todos los problemas que puedan pasar en su casa o en la escuela. Eso va creando un marco de personalidad depresivo, que hace que también sufran de problemas de personalidad.
Cuando estos niveles motivan al individuo a intentos suicidas, ya sean frustrados o consumados, se ha encontrado que hay otros tipos de trastornos depresivos previos o generalmente se asocia con antecedentes de depresión desde la infancia o de depresión familiar.
La identificación de este problema, enfatiza el experto, se hace porque el sujeto tiene muy poca vida social, son muy introvertidos, muy distraídos y muestran tristeza. Permanecen en aislamiento, tienen poca comunicación y una falta de participación social.
El psicólogo de la UNAM asegura que es necesario ponerle límites al “bulleador” porque no es normal que alguien agreda. Además es urgente , dice, la implementación de programas efectivos que cuenten con la participación de los maestros, los familiares y los alumnos.
Seguridad en las escuelas
El caso que sucedió ayer en la preparatoria del Tec de Monterrey no es la primera vez que un estudiante introduce un arma de fuego a una institución educativa. La mañana del 18 de enero de 2017, Federico Guevara, de 15 años, disparó un revólver en contra de sus compañeros de clase y de su maestra. Después, se disparó en la boca.
Para el psicólogo Lara Tapia otro factor que es muy interesante, es la influencia cultural americana que se da más en escuelas privadas y del norte del país. “En EU, si se revisan los hechos de agresión con armas de fuego son muy comunes y se proliferan mucho”.
¿Cómo evitar que las armas lleguen a las escuelas? José Antonio Álvarez León, profesor adscrito al posgrado en Derecho y Política Criminal de la FES Acatlán, señala que partiendo del marco jurídico nacional e internacional, lo que se tiene son protocolos de actuación para que las escuelas o los entornos escolares estén libres de violencia, pero en todos ellos lo que realmente se describen sólo son acciones preventivas que tienen que ser consensuadas entre los padres, el cuerpo docente y los administradores de las escuelas, pero en particular ninguno de estos instrumentos en concreto explican qué acciones tomar.
“Tienen que ser acordadas para evitar la violación de derechos o actitudes que puedan generar después problemas como el bullying. Lo que se tendría que hacer, con base en esos protocolos, es que cada escuela planifique de acuerdo con la mesa de padres de familia y alumnos, cuáles serán los consensos para poder ser revisados por lo menos, en un filtro básico, las pertenencias de los alumnos cuando entran a las clases”, sentencia el académico de la FES Acatlán.
Uno de los problemas a los que se enfrentan los protocolos, es cuando se habla de acceso en espacios públicos-privados, como las universidades públicas, es decir, cómo se podrían generar consensos de revisión, de detección de armas o de otro tipo de instrumentos, cuando los protocolos en general solamente describen las formas asociativas en la que todos los actores deberían estar de acuerdo.
“Las escuelas privadas al final confluyen con la definición de espacios públicos porque pueden converger cualquier persona, pero la restricción de ser espacio de acceso privado permitiría con mayor facilidad tener dispositivos de detección general”, dice Álvarez León.
Para el experto siempre es un buen momento para implementar campañas de prevención, para buscar que las recomendaciones sirvan como una forma o hábito de vida , pero reconoce que eso dependerá de cada sujeto.
Álvarez León afirma que ya es momento para que se legisle y se establezcan los mecanismos mínimos de detentación de metales, del acceso obligatorio controlado, porque en realidad no existen.
“Creo que ya sería momento de que los congresos legislaran en concreto zonas de seguridad en el caso de las escuelas de todos los niveles y filtros de revisión para evitar la violación a los derechos y el poner en riesgo a las personas con medidas concretas. Podrían ser sencillas, que no se vulneren los derechos humanos con participación de foros especializados para saber hasta dónde no hay una afectación a la integridad personal, pero al mismo tiempo permitiría salvaguardar bienes jurídicos de mayor jerarquía, como es la vida o ciertos tipos de lesiones”, explica el abogado de la FES Acatlán.
Para él, de nada sirven los protocolos sino se tienen instrumentos aplicables o leyes objetivas y concretas en los temas que se derivan. Dice que si sólo se tiene ahí y se piensa que todo es por consenso, no va a funcionar. “Estamos tristemente acostumbrados a que la ley nos debe, en principio, de educar obligándonos, pero creo que en estos temas deberíamos empezar a aplicar mecanismos”.