Sembrando en el espacio
Al imaginar los viajes de un astronauta vienen a la mente imágenes de vistas impresionantes, la posibilidad de flotar y trajes especiales. Y un aspecto que pocos consideran, que es uno de los menos agradables, es la comida en el espacio.
Pasando un promedio de seis meses lejos de la tierra, las provisiones tienen que cumplir dos requisitos: ser altas en calorías y no perecederas. Esto deja poco espacio para ingredientes frescos.
Ana Paulina ValenciaAl imaginar los viajes de un astronauta vienen a la mente imágenes de vistas impresionantes, la posibilidad de flotar y trajes especiales. Y un aspecto que pocos consideran, que es uno de los menos agradables, es la comida en el espacio.
Pasando un promedio de seis meses lejos de la tierra, las provisiones tienen que cumplir dos requisitos: ser altas en calorías y no perecederas. Esto deja poco espacio para ingredientes frescos.
Otro problema es el precio de llevar comida al espacio que, de acuerdo a Howard Levine, científico de la Estación Espacial Internacional de la NASA (EEI), puede ascender a 20 mil dólares por kilogramo. La cantidad de productos frescos que envían es tan pequeña que se consume con gran rapidez.
Por eso, en diciembre de este año, la NASA intentará sembrar lechugas, inaugurando así el Sistema de Producción de Vegetales, al que llaman VEGGIE.
Utilizando paquetes llenos de material parecido a la arena para gatos, plantarán seis lechugas romanas bajo luces LED de color rosa, las cuales estarán listas para comerse, en 28 días.
Sin embargo, por ser la primera prueba, las lechugas serán congeladas y traídas a la Tierra para realizar distintos análisis, específicamente para descartar o comprobar la presencia de microbios espaciales.
Beneficios más allá de simple alimentación
Los beneficios de cultivar plantas en una estación espacial van más allá de la posibilidad de consumirlas. Vigilar su crecimiento puede servir como una forma de sostenimiento emocional para los astronautas.
La terapia horticultural se basa en la idea de que cuidar plantas es “un bálsamo para la psique humana”, lo que quiere decir que ayuda a tranquilizar la mente. Los beneficios de esta práctica incluyen la reducción del estrés y mejoramiento del humor.
En el espacio, donde están confinados a un espacio muy pequeño durante largos periodos de tiempo, estas bondades pueden ser muy importantes.
Un astronauta llamado Don Pettit, que pasó seis meses en la EEI, documentó, en un blog, el crecimiento de tres plantas que él y sus compañeros cultivaron: un girasol, un brócoli y un calabacín.
El blog, llamado “Diario de un calabacín”, está escrito desde la perspectiva del vegetal y sirvió como un desahogo creativo.
“Considerábamos que eran compañeros”, explica Don Pettit, “era increíble tenerlas ahí, sentir sus hojas hacer cosquillas en nuestra nariz o ver al girasol florecer. Cambió la experiencia completamente”.