“He gastado más dinero en Tower Records que en cualquier ser humano”, es una frase de Elton John que describe a la perfección lo que significó la tienda de música estadounidense, fundada por Russell Solomon, un visionario del negocio.
La anécdota relata que el músico británico llegaba a las 8 de la mañana con una libreta en donde tenía apuntado todo el listado de álbumes que estaba dispuesto a comprar, el chofer del famoso artista tenía que ayudarlo a cargar todos los vinilos, tres de cada uno, para las casas que poseía el inglés.
Para quienes llegaron a poner un pie en la famosa tienda, la experiencia era inigualable, un mundo de música a sus pies. En sus estantes, conviviendo en el mismo espacio, estaban desde Mozart a los Bee Gees, de Abba a Black Sabbath, incluso John Lennon y Tito Puente. En ese planeta, el gusto musical era la única frontera.
Este imperio nombrado Tower Records duró casi cuatro décadas, pero nació mucho antes en Sacramento, California, en una farmacia atendida por una familia, donde vendían discos usados a 10 centavos de dólar en la década de 1940.
Solomon vio la oportunidad, sabía vender y moverse en el mundo del negocio, ya que desde los 13 años estuvo en la droguería de su padre, fue hasta 1960 que el hombre abrió su primera tienda de discos.
Trabajar en ese lugar era vivir ahí mismo, así lo recuerdan varios exempleados, que aprovechando el furor hippie, el ascenso del rock y la vida al borde de las drogas y el alcohol, llegaban a abrir la tienda en un dudoso estado que no llegaba a la sobriedad.
Los anaqueles repletos de acetatos, cabinas para escuchar el sencillo del momento, la afluencia de personas no se detenía hasta las 12 de la noche, hora de hacer el corte y poner candado a las puertas del establecimiento. La expansión no tardó en llegar, abriéndose paso con la frase que le dio empoderamiento a una generación de melómanos en el mundo: “sin música no hay vida”.
Russell Solomon, fundador de esta industria que sobrepasó las fronteras de Estados Unidos, murió el pasado domingo 4 de marzo. “Russ” bebía whisky mientras veía los premios Oscar junto a su esposa. La leyenda de este amante de la música sigue viva para ser recordada por todos aquellos que conocieron en alguna ocasión Tower Records.
Drogas, rock y Tower Records
Oficialmente no estaba permitido el consumo de estupefacientes al interior de Tower Records, pero sus empleados eran conocidos por cerrar el lugar y hacer fiestas al interior.
El mismo Solomon era conocido por hacer grandes festejos en los que no se medía la vida, al estilo de los 60 y 70, pero ante todo estaba la responsabilidad de llegar a trabajar al día siguiente, fuera el estado en el que se encontraran los encargados tenían que cumplir.
También al empresario se le reconocía por las fiestas navideñas que organizaba en cada sede, ya que tras expandirse más allá de Sacramento, llegó a Los Ángeles, Seattle y otras partes de la costa oeste de Estados Unidos, hasta que logró conquistar Nueva York y de ahí dar el gran salto hasta Japón.
“Russ” parecía el rey Midas de la venta de discos, nada detenía su visión como dueño de las tiendas, siempre iba por más, además de que el negocio se adecuaba a las necesidades del mercado: pasaron de moda los vinilos, metieron el CD, para después comercializar los reproductores de Mp3, video juegos, DVDs, entre otras cosas.
Pero la gloria de Russell no pudo durar para siempre.
La caída de Solomon
Antes de que llegara el boom de la piratería, hubo algo que empezó a hundir a Tower Records, primero fue su crecimiento desmedido, ya que para 1990 se encontraba en Canadá, Hong Kong, Israel, Malasia, Filipinas, Singapur, Tailandia, Reino Unido y México, donde en el entonces Distrito Federal llegaron a tener un establecimiento de tres pisos con DJ en vivo.
Lo que también vino a hacer mella en las finanzas de la cadena fue que tiendas como WalMart y Best Buy llegaron para competir y vender mucho más baratos los LP, ya que por la mitad del precio se podían conseguir en tiendas de autoservicio, mientras que los costos de Tower Records ya no eran tan accesibles y competitivos en el mercado de la música.
Después vendría Napster, el programa de descarga gratuita de música que cambiaría todos los estándares de la industria, la herramienta informática terminó por destronar y ponerle un fin al conglomerado de Solomon, el cual se declaró en bancarrota en 2006.
Después de este episodio el melómano intentó alzarse de nuevo en el mundo de la música, regresando a Sacramento e inaugurar R5 Records, con los mismos colores de su empresa anterior, pero no logró sostenerse y en menos de tres años vendió la compañía.
Repasando el éxito
E l triunfo, el dominio y la debacle de Russell Solomon puede ser entendido en el documental “All the things must pass”.
En ese trabajo se toma el testimonio del empresario, sus exempleados y se cuenta a profundidad cómo era la vida al interior de Tower Records, el cual se encuentra disponible en Netflix.