Taylor Swift vs. Cat Power

Vivir de la música es un sueño reservado para unos cuántos "productos" prefabricados y talentos perseverantes (intérpretes, compositores, DJs y una que otra banda), con la suerte suficiente para mantenerse vigentes en el gusto del público más allá de un hit. 

Es un camino complicado que depende de muchos factores. No es una ciencia exacta, aunque un selecto grupo de súper productores dominan a la perfección la fórmula necesaria para crear una buena canción pop, ya sea que la cante la nueva estrella juvenil de Disney o un coreano que baila chistoso.  

Juan Antonio Zertuche Juan Antonio Zertuche Publicado el
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Vivir de la música es un sueño reservado para unos cuántos “productos” prefabricados y talentos perseverantes (intérpretes, compositores, DJs y una que otra banda), con la suerte suficiente para mantenerse vigentes en el gusto del público más allá de un hit. 

Es un camino complicado que depende de muchos factores. No es una ciencia exacta, aunque un selecto grupo de súper productores dominan a la perfección la fórmula necesaria para crear una buena canción pop, ya sea que la cante la nueva estrella juvenil de Disney o un coreano que baila chistoso.  

Ganarse la vida como músico nunca ha sido sencillo, no es un fenómeno exclusivo de la era digital. Esta situación ha aplicado desde que existe la “industria de la música”. Lo que sucede es que quizá hoy es más evidente por la gran cantidad de oferta musical disponible gracias a la democratización de los medios de producción y distribución. 

Que toda esa “periferia” auditiva no llegue hasta nuestros oídos, esa es otra historia. La mayoría de la audiencia sigue confiando en la selección musical del DJ de la radio o es el objetivo del constante bombardeo publicitario que se traduce en canciones usadas en comerciales, series de televisión, telenovelas, películas, presentaciones en vivo en ceremonias como la entrega de los premios Grammy, los MTV Video Music Awards y hasta el medio tiempo del Super Bowl. 

Ante el desafío que representa la era digital (piratería en línea, servicios de streaming y la opción de almacenar en la nube), así como el cambio de hábito de compra en la audiencia que parece inclinarse por el formato de “sencillos” en lugar del concepto de “álbum”, la maquinaria de la industria de la música tiene que volver a aceitarse para contrarrestar la caída en la venta de discos en formato físico. 

Según datos de la Federación Internacional de la Industria Fonográfica (IFPI, por sus siglas en inglés), la caída en las ventas globales de la música se amortiguó un poco en comparación con 2010: las ventas cayeron 3 por ciento en 2011, en comparación con la caída de 8.9 por ciento que se registró en 2010. 

Pero ese dato no nos dice nada sobre los artistas. Para hacernos una idea de cómo y cuánto ganan, recientemente la revista New York Magazine publicó un ejercicio para conocer cuánto dinero podrían hacer por cada álbum que lanzaran “tres hipotéticos artistas de diferentes tamaños (…) basado en entrevistas con músicos y rumores de la industria”. 

La revista tomó en cuenta los ingresos por la venta de discos, las regalías por las descargas de la música en iTunes, las “ganancias” por cada stream en servicios como Spotify, la venta de merchandise y las entradas en una gira. 

Bajo este hipotético escenario, la banda DIY (“cinco desconocidos con una furgoneta prestada que graban un álbum cada 5 años”), podría recaudar 10 mil 881 dólares (algo así como 435 dólares por integrante… al año); el cuarteto indie (“alabados por el sitio Pitchfork, contratados por un pequeño sello discográfico y que lanzan un álbum cada tres años”), podría recaudar 966 mil 350 dólares (algo así como 126 mil dólares por integrante… nada mal); y el gran acto bajo uno de los tres sellos discográficos dominantes (“un artista en solitario –más grande que Beyoncé– que lanza un álbum cada dos años, con versiones remix y ‘de lujo’ entre cada álbum”), podría recaudar 32 millones 870 mil dólares cada vez que saque un nuevo álbum.

El paradigma Taylor Swift

Para sobrevivir la era digital, la piratería online y la caída de la venta de discos, no hay mejor ejemplo que el más reciente lanzamiento de Taylor Swift. 

La cantante y compositora de apenas 22 años se ha despojado de cualquier vestigio country en “Red”, su cuarto álbum, para convertirse en la nueva sensación del pop contemporáneo estadounidense con impacto global. 

Según los datos de Nielsen SoundScan, “Red” vendió en su primera semana 1.2 millones de copias, superándose a ella misma con las 1.05 millones de copias que vendió en 2010 de “Speak Now”, su tercer álbum. Con este ritmo seguramente se convertirá en el álbum más vendido del año. 

No solo eso, estos datos colocan a “Red” como el mejor vendido en su primera semana desde 2002 (una época más sana para la industria), año en que “The Eminem Show” de Eminem vendió 1.3 millones de copias.  

El talento de Swift es incuestionable. La jovencita sensación estadounidense tiene buena voz, compone sus propias canciones y tiene una imagen inocente, algo así como la respuesta recatada de Katy Perry, Pink y cualquier otra propuesta femenina del pop. 

Sin embargo, para vender 1.2 millones de copias en una semana se necesita mucho más que talento y una bonita cara. Detrás de “Red” no solo hay una agresiva estrategia publicitaria, también la producción del álbum tiene los ingredientes necesarios para causar adicción. 

Big Machine Records, su pequeño sello discográfico de música country de Nashville, Tennessee, realizó los acuerdos publicitarios necesarios para asegurarse de que el álbum fuera un hit en Estados Unidos. En la estrategia están incluidas tiendas como Wal-Mart, Target (en donde se puede conseguir una versión de “lujo” y un paquete de disco con zapatos de la marca Keds por 49.99 dólares), Walgreens e incluso una promoción de 22 dólares para obtener una pizza Papa John’s con todo y disco incluido. (Continúa en la página 2)

En cuanto a la producción del álbum, todo fue cuidadosamente seleccionado. La súper dupla sueca de Johan Karl Schuster (mejor conocido como Shellback y quien ha producido para Pink, Katy Perry, One Direction y Pitbull) y Max Martin (responsable de crear gran parte del éxito de Britney Spears), participa en tres de los tracks de “Red” que quizá tienen el mayor potencial de convertirse en mega hits: “We Are Never Ever Getting Back Together” (primer sencillo, un éxito instantáneo), “22” y “I Knew You Were Trouble” (track en el que la cantante originalmente de country coquetea sutilmente con sonidos como el dubstep, influencia del éxito del señor Skrillex, seguramente).

El paradigma Cat Power

Del otro lado de la moneda están los artistas y sellos independientes que, sin el poderoso brazo publicitario de los grandes actos, se hacen camino en el gusto de una fracción del público.

Tal es el caso de una veterana del indie rock como Chan Marshall, mejor conocida como Cat Power. Después de una ausencia de 5 años en la que tuvo que lidiar con inestabilidad emocional (el rompimiento de su relación con Giovanni Ribisi), adicción a sustancias y problemas de salud (sufre de angioedema), este año lanzó su noveno álbum titulado “Sun”. 

El proceso de grabación de este disco dista muchísimo del de un álbum cobijado por un equipo de técnicos, productores, músicos y publicistas listos para catapultar las ventas en su lanzamiento. Marshall financió la producción del álbum que fue gestando desde 2006, justo después de “The Greatest”, su último álbum con material inédito.  

Marshall produjo, compuso y tocó todos los instrumentos en el disco excepto en dos canciones (“Ruin” y “Cherokee”). Para financiarlo, tuvo que dejar de pagar impuestos por dos años y dispuso de todo su fondo de retiro. Optó por tener plena libertad para crear un álbum sumamente personal a cambio de la bancarrota. 

Hace unos días Marshall publicó en su cuenta de Twitter que su gira por Europa corría peligro por dos motivos: su estado de salud y que está prácticamente en bancarrota. 

Uno de los mejores álbums del año, hecho en su totalidad por una de las voces más representativas del indie rock, pudo ser posible gracias a los ahorros de una artista que tuvo las agallas creativas para dejar el todo por la nada. 

 

Red vs. Sun

Uno de los mejores álbums pop del año frente a uno de los mejores del indie rock. Dos trayectorias dispares que ejemplifican los altibajos que atraviesan artistas y sellos discográficos en la era digital.  

— Edad
Taylor Swift > 22 años
Cat Power > 40 años

— Disquera
Taylor Swift > Big Machine Records (independiente; distribuido por Universal Music Group)
Cat Power > Matador Records (independiente; distribuido por Beggars Group)

— Copias vendidas
Taylor Swift > 1.2 millones 
Cat Power > 23 mil 

— Productores
Taylor Swift > Jeff Bhasker, Scott Borchetta, Nathan Chapman, Dann Huff, Jacknife Lee, Max Martin, Shellback, Taylor Swift, Butch Walker, Dan Wilson
Cat Power > Cat Power (ella misma se grabó y produjo, con un poco de ayuda de algunos amigos)

— Compositores
Taylor Swift > Taylor Swift (con la ayuda de Dan Wilson, Max Martin, Shellback, Liz Rose, Jacknife Lee, Ed Sheeran y Gary Lightbody)
Cat Power > Cat Power

— Colaboraciones
Taylor Swift > Ed Sheeran, Gary Lightbody (Snow Patrol)
Cat Power > Iggy Pop

— Músicos
Taylor Swift > Más de 40
Cat Power > Cat Power toca todos los instrumentos, excepto en “Ruin” y “Cherokee” (en donde recibe la ayuda de Judah Bauer, Gregg Foreman, Erik Paparazzi y Jim White)

— Trayectoria
Taylor Swift > 4to álbum, el más alejado del country y más inclinado al pop contemporáneo
Cat Power > 9no álbum, después de un receso de 5 años por inestabilidad emocional y problemas de salud

— Crítica**
Taylor Swift > 76/100
Cat Power > 78/100

*Fuente: Nielsen SoundScan
**Promedio acumulado en el sitio Metacritic

 

Nota 6 de noviembre 2012, 4:05pm: La versión original de esta nota decía incorrectamente que el anterior disco de Cat Power se llamaba “The Greatness”, cuando el nombre correcto es “The Greatest”. 

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