Tenxokotl: una fiesta de pueblo en la Ciudad
Los hermanos Mardonio y Pola Carballo abrieron el bar con un propósito: compartir con amigos una buena comida recalentada y una cerveza helada mientras escuchan la música de los huapangos originarios de su tierra veracruzana
Fernanda Muñoz
Cervezas frías, mezcal y comida de recalentado. Esto es parte de lo que ofrece Mardonio Carballo en Tenxokotl, un lugar que refleja una fiesta de pueblo, justo como en la huasteca veracruzana, de donde Carballo y Pola, su hermana y socia, son originarios.
“A la tradición de los pueblos que queremos, (el objetivo) es que cuando tú entres aquí te sientas en una fiesta de pueblo en la cual la bebida esté sobre hielos y la comida en una olla enorme para que se pueda compartir, que esa es otra de las cosas que hemos intentado: que nuestro espacio sea un lugar para convivir. Nosotros creemos mucho en la amistad, en el afecto, en la comunidad; la cual se genera con el trago y la comida”, admite Mardonio a Reporte Índigo.
Mardonio y Pola decidieron abrir Tenxokotl porque se dieron cuenta que a pesar de la extensa diversidad de gente y cultura que hay en la Ciudad de México, la mayoría de los lugares, como bares y restaurantes, comenzaban a ofrecerle las mismas cosas a la gente.
Por ello, los Carballo pensaron en su población, en la gente que habla una lengua indígena y que extraña las manías y costumbres de su pueblo desde lejos, viviendo en un lugar que de manera muy poco probable les puede ofrecer lo mismo, un baile con huapago, por ejemplo.
En ese sentido, Mardonio puso manos a la obra y consiguió que cada domingo un huapango visitara Tenxokotl para hacer música e incitar a los visitantes que dejen sus asientos y se pongan a bailar, un acto que, cuenta Carballo, se hace realidad haciendo que todo el sitio se llene de gente en busca de un pequeño hueco para mostrar sus mejores pasos.
“En la Ciudad de México se hablan al rededor de 50 lenguas indígenas de las 68 que se hablan en el país, eso quiere decir que cada grupo de personas o integrantes de un pueblo originario que viven en la Ciudad no tiene un espacio donde se les represente”, admite el también poeta.
Su secreto: el recalentado
El 13 de marzo pasado Tenxokotl abrió sus puertas. Ese día, la hermana de Mardonio se encargó de preparar uno de los guisos de su menú: frijoles negros. Cuando terminaron la jornada, se encargaron de tomar una porción de los guisantes para verterla en la olla que se calentaría el día siguiente, un acto que repiten diariamente hasta ahora.
“La comida tiene que ver con el nombre. Tenxokotl es una palabra náhuatl y, si se traduce tal cual, quiere decir boca agria o boca de ciruela. Pero en realidad es algo importante que sólo tiene la lengua náhuatl, o no sé si otras culturas: es ese no sé qué que sabe cómo, que hace que la comida sea más rica cuando se recalienta”, admite Mardonio.
El también periodista asegura que el vaciar una porción de la comida a otra recién cocida es una forma de concentración muy antigua que los pueblos indígenas acostumbran hacer.
“Nosotros no somos un lugar de comida, pero la gente viene aquí para comer porque nuestros guisos son muy ricos. Sólo tenemos cuatro platos, no más. Son picosos y no vendemos una sola lechuga, es importante que la gente lo sepa”, admite el poeta.
Para asistir a Tenxokotl no se necesita pagar un solo peso. Ya adentro, se ordena una bebida, sea cerveza, mezcal o agua fresca, para que después el equipo de Mardonio lleve a la mesa parte de sus guisos de manera gratuita. Los hermanos Carballo buscaban rescatar esa costumbre de los bares antiguos: tú pagas el chupe y nosotros te damos la comida.
“Tenemos tostadas de frijol negro con queso de Chiapas. De jueves a domingo hay tostadas de aguachile con camarón seco. Todos los días tenemos albóndigas huastecas (preparadas) con carne muy condimentada y chile, y con una especie de cebolla silvestre que sólo se da en la huasteca; y ya para los entrones está la costilla de cerdo, la cual está sobre un adobo hecho de múltiples chiles”, explica Mardonio.
Hasta pronto, Tenxokotl
El 19 de septiembre de 2017, la construcción donde ahora está Tenxokol sufrió una fisura. A poco más de un año del incidente, el inmueble será destruido y, con ello, el bar que los hermanos veracruzanos lograron consolidar por siete meses.
“¿Qué esperamos para el futuro? Vamos a buscar un espacio nuevo donde vamos a replicar esto mismo que ya comprobó ser un éxito, se ha vuelto enigmático e icónico en siete meses (…) y es un agradecimiento importante para la gente que viene”, cuenta Mardonio, no sin antes confesar que a partir del 3 de noviembre, Tenxokotl presentará 60 espectáculos diferentes cada día, los cuales serán protagonizados por grupos de huapangos o presentaciones de discos.
Además, aseguró que cerrarán el lugar con la anulación de los murales que el pintor Demián Flores, un artista zapoteco, le compartió a Carballo cuando recién decidió abrir el lugar.
“Esto es una parte de una exposición mucho más grande que tiene el maestro Demián, y que expuso por primera y única vez en Lisboa”, cuenta el escritor, quien también mencionó que dentro de Tenxokotl expone el pintor Gabriel Macotela, uno de los artistas más representativos de la escena de la pintura abstracta en México, de acuerdo a Carballo.
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