Es inevitable no escuchar –o pensar– que Jason Momoa es la definición de sex symbol hollywoodense… sin los estereotipos de uno. Nacido en Hawái, el 1 de agosto de 1979, Momoa comenzó su carrera como modelo en la década de los 90.
Es budista y su primer encuentro con la actuación se dio en la televisión, en series como “Los vigilantes de la playa en Hawái”, “North Shore” y “Stargate Atlantis”.
Sin embargo, fue en 2011 cuando saltó a la fama internacional como el guerrero Khal Drogo, el jefe de los Dothraki en “Game of Thrones”. A pesar de que solamente apareció en la primera y segunda temporada de la emisión de HBO que aún está al aire y cuya octava temporada podría llegar hasta 2019, Momoa es de los personajes insignia de la que es considerada de las mejores emisiones de la historia de la televisión.
Y es que el actor que da vida a Aquaman en “Liga de la Justicia” es burdo, auténtico, casi como un bárbaro. Cuando fue elegido para ser el superhéroe acuático y apareció por primera vez como tal en la cinta “Batman v Superman” el año pasado, dijo sin tapujos que se veía “fantástico con mallas verdes ajustadas”. Como Aquaman, cuyo spin-off llegará el próximo año al cine, Momoa es rudo y sigue sus propias reglas en las mareas.
Y en la vida real sucede lo mismo. Es un guerrero espontáneo que en 2008 fue atacado en un bar hollywoodense y fue golpeado en el rostro con una jarra de vidrio rota. El también director tuvo que ser sometido a una cirugía reconstructiva, en la que le aplicaron 140 puntadas y de la que quedaron cicatrices que se han vuelto simbólicas y distintivas para los fanáticos del actor.
Además de que será Aquaman el próximo año, volverá a ser este personaje en “Liga de la Justicia Parte II”, en 2019.
Este mes se estrena la segunda temporada de “Frontier” en Netflix, serie en la que interpreta a Declan Harp.
Adora leer y escalar y aunque actúa como uno (lo que enloquece al público femenino), no se considera “un bárbaro”.