Trazos que inspiran a cuidar el medio ambiente
El cartonista Víctor Solís habla en su nuevo libro sobre los problemas ecológicos que existen en el país y busca, por medio del humor, fomentar acciones positivas para resolverlos
Fernanda Muñoz Velazco[kaltura-widget uiconfid=”38728022″ entryid=”0_37hknbp6″ responsive=”true” hoveringControls=”false” width=”100%” height=”75%” /] Sus manos crean trazos que reflejan los problemas medioambientales de México. A través del arte, Víctor Solís quiere transmitir el mensaje de que el mundo necesita protección y que es momento de actuar.
Solís, cartonista profesional desde los 15 años, considera que los políticos cuentan una realidad poco parecida a la que los ciudadanos ven.
“Desde que yo recuerdo, los gobiernos de México han utilizado este argumento de que el país es el mejor en biodiversidad, pero lo utilizan más como un medio de escape. Lo veo casi igual que las culturas prehispánicas, las presumimos pero, ¿qué hacemos sobre eso?, ¿qué hacemos por mantener ese hilo y continuarlo? Con el medio ambiente es la misma historia”.
A pesar de que el gobierno mexicano forma parte de tres convenios sobre el medio ambiente a nivel internacional —La Convención, el Protocolo de Kyoto y el Acuerdo de París—, y que existen diferentes organizaciones que impulsan a la gente a cuidar su entorno, el autor de Sin Decir Ni Pío admite que es importante ser críticos respecto a temas que nos preocupan.
“Siempre hay que estar alertas, hay que ser críticos y, aún más, serlo si son temas que nos preocupan. Cuando la gente rechaza las cosas es porque no cuenta con un conocimiento o fundamento de las propuestas o intensiones. Por ello, hay que informarse con científicos y gente especializada”, recomienda.
“Me decían que el medio ambiente no era noticia”
Cuando una persona es pro ambientalista la gente a su alrededor lo nota. Víctor, de 51 años, demuestra lo que vende, pues además de llevar su propio vaso a la cafetería para no comprar plástico, el colaborador de la revista Nexos admite que ha defendido su perspectiva desde que inició su carrera.
El joven que llevaba sus trazos iniciales a editoriales para lograr una publicación, era rechazado con el argumento de que los temas sobre medioambiente no eran noticia.
“A inicios de los 90, cuando empezaba a plantear mis dibujos a las editoriales, les gustaban, pero me decían que el medio ambiente no era noticia, que para que tuviera esa particularidad tendría que haber cuestiones de coyuntura”, admite.
Después de las negativas, Víctor decidió tratar ese tipo de tópicos con humor y no como denuncia, pues confiesa que el lado divertido es un vehículo bastante efectivo para decir las cosas de un modo amable y que no lo rechacen antes de conocer de qué se trata.
El libro que dice más diciendo nada
Hay diversos géneros caricaturales y el cartón es uno de ellos. Víctor Solís presenta 120 cartones en su libro Sin Decir Ni Pío, pero ninguno de ellos tiene una sola palabra.
“Este tipo de cartón de humor es viejísimo, desde inicios del siglo XX, en México. Pero es el tipo de caricatura que la gente mexicana no suele consumir porque somos mucho más políticos y nos gusta identificar a quienes están señalando todos los demás”, comenta.
El cartonista menciona que en ocasiones resulta tortuoso hacer conexión con el lector por medio de un dibujo sin palabras, porque esos trazos pretenden dar a entender lo que el autor trata de explicar desde su perspectiva.
“Es algo complejo y siempre piensas ‘¿lo lograré?, ¿lograré hacerlo efectivo?’ (…) Hay un lenguaje corporal en el que debes de narrar los sentimientos, lo que está pasando en la escena, llevar tus trazos a lo absurdo, exagerar un poco para que detone en las personas y logre algo dentro de ellas”, explica Solís.
La vida de un cartonista
Desde los cuatro años, Víctor tenía un lápiz en la mano. Su hermano, seis años mayor que él, era dibujante lírico, sin saber que años después Víctor viviría de su propio arte, y del cual, incluso, tendría guardados centenares de cartones que podrían publicarse en todos los diarios del mundo.
Cuando fue creciendo, al entonces menor de edad se le presentó el momento que la mayoría de los jóvenes viven y experimentan de la misma manera: elegir una carrera.
A pesar de que ya había intentado publicar su trabajo en medios, Víctor pretendía ser biólogo marino. Pero entre su conciencia y la observación de quienes estaban junto a él, al notar que esa no era su dirección, decidió seguir representando en papel lo que para él era importante.
“En el siglo pasado aún había ciertas ideas impartidas en gran parte por las familias, de que hay carreras que garantizan tu supervivencia. (Incluso) mi papá me llegó a comentar que estaba bien que yo dibujara, pero también me insinuaba estudiar otra cosa. Pero me mantuve, me mantengo y mantengo a mi familia con esto”, finaliza.