Algunos permanecen abrazados desde hace cientos de años. Otros se erigen solitarios e inconmensurables, y los más jóvenes festejan tres centenarios de nacer en tierras áridas que pocos conocen. Al fin y al cabo la naturaleza también encuentra sus formas de expresión, tal como ocurre en la Reserva de la Biósfera Tehuacán-Cuicatlán.
A 150 kilómetros de la ciudad de Puebla, por la carretera Cuacnopalan-Oaxaca, el lugar atesora más de 3 mil 100 especies de flora, el diez por ciento endémica de la región; declarada por la Unesco como Patrimonio Mixto de la Humanidad en julio de 2018.
¿Cuál fue el motivo de la distinción? En esta zona con más de 490 mil hectáreas e integrada por 51 municipios (21 de Puebla y 30 de Oaxaca), “se encontraron las primeras evidencias sobre las técnicas para cultivar el maíz“, señala José Martín, catedrático del Valle de Tehuacán.
Por eso la reserva es Patrimonio Cultural. El nombramiento de “Natural” lo reserva para los ecosistemas que habitan el sitio: principalmente árido y semi árido.
La clave: dejarse sorprender
Dicen que cuando cae el sol, es el mejor momento para adentrarse en los caminos sinuosos de la reserva. Los atardeceres son similares a los que prevalecen en las Barrancas del Cobre, en Chihuahua.
José Martín no exagera: decenas de cactáceas con más de 15 metros de altura, únicos a nivel mundial, bordearán el paisaje, envidiosos, cual si no hubiera cabida para nada más.
Con sombrero caqui y pantalón beige, Julián Vázquez, integrante de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) se abre paso hacia el Zotolín o “Pata de elefante”, un árbol con más de 2 mil 500 años de vida y que habita en este rincón del municipio poblano de Zapotitlán de las Salinas.
“Pueden abrazarlo para sentir su energía”, invita el hombre, preocupado porque el turismo aún no se hace presente en este “tesoro natural”.
“El gobierno de Puebla sólo se ocupa de los municipios circunvecinos, no de nuestra tierra”, dice Julián, quien asegura que la Reserva de la Biósfera Tehuacán-Cuacnopalan, ofrece todo lo necesario para ser visitada por paseantes internacionales, sin embargo, desde su nombramiento como Patrimonio Mixto de la Humanidad, apenas ha recibido algunos cientos de turistas.
La naturaleza sabe su lugar en la tierra
Los curiosos continúan su camino hacia la sierra. En su andar hallan raíces de árboles sobre la superficie; y es que la naturaleza es perfecta: están ahí para captar las tres o cuatro lluvias que caerán durante un año. Sí, en la superficie, porque la humedad no llegará al subsuelo.
“¡Miren!”, exclama José Martín señalando a un pájaro carpintero que se aferra a un cactus. “Es una lástima”, esgrime un visitante. “No, no lo es” replica Martín:
“Los escarabajos que consumen las cactáceas, son el alimento de los pájaros carpinteros, quienes así viven entre nosotros”. José Martín tiene más de 15 años divulgando el día a día de una reserva que pide a gritos ser tomada en cuenta.
Un observatorio natural
El último rastro del astro mayor es el aviso para voltear al cielo. El primero en asomarse es Venus.
“Aquí, al ser una región distante de las urbes, se pueden distinguir algunos planetas a simple vista, como Venus y Marte”, prosigue Julián.
El hombre no miente. La oscuridad permea la noche; sólo quedan los sonidos de algunos insectos y de ciertos mitos que se forjaron en esta tierra.
¿Ustedes han atrapado zorrillos? “Busca su madriguera, de ahí coge un poco de tierra y sal a buscarlos… esa es la llave, cazarlos con su propia tierra contaminada… ya los tienes… es una gran cura contra la artritis”, finaliza Julián, nativo del Valle de Tehuacán.
Son las 9pm. Los guías tenían razón: una diminuta esfera se dibuja en un cielo que parece negro. Venus volteó a la Tierra.
La reserva permite identificar a varios planetas y constelaciones. Sagitario y Capricornio se observan mejor con la aplicación móvil Sky View; sin embargo, la magia consiste en mirar arriba, sin más filtro que los propios ojos.
Invasiones
Tehuacán-Cuicatlán fue reservada para un turismo que no termina por llegar. En cambio sí lo hacen desarrolladores que, de forma irregular, venden predios en la zona, lo que va en detrimento del refugio natural.
Hace unos días, la regidora de Obras Públicas de Tehuacán, Yesenia Hernández Asunción, advirtió que al menos 25 asentamientos humanos, como la colonia 18 de Marzo, se ubicaron en áreas de la reserva ecológica, y por tanto, no es viable dotarla de servicios públicos.
Lo más grave es que pese a la carencia de drenaje, luz y alcantarillado, más de mil habitantes de estas nuevas comunidades siguen deteriorando la vida de un ecosistema irrepetible a nivel mundial.
Rescate del patrimonio
La Reserva de la Biósfera Tehuacán-Cuicatlán está en un punto de quiebre. La atracción de los turistas es un tema impostergable. De lo contrario, aquella región quedará como el elefante blanco, que alude a una de sus principales especies.
Hoy, los promotores del turismo están solos. Salvo los gobiernos municipales, no existe impulso del gobierno de Puebla o Oaxaca. El secretario de Turismo, Miguel Torruco, apenas visitó el sitio hace algunos meses; pero todo quedó en la anécdota.
El impuso a la reserva podría cambiar la vida de al menos dos mil familias, que siguen sembrando para vivir al día; contemplando a una zona que al parecer necesita mayores nombramientos para ser rescatada.
La preocupación en la zona es entendible, no en lo cuantitativo, sino en lo cualitativo. Esta reserva significa el atisbo de un turismo poco explorado en México; lejos de playas, ruinas o arquitectura colonial.
El turismo de esta Reserva de la Biósfera, es el México de ayer y del porvenir. Esa atracción que nos adentra en las comunidades indígenas y asoma en ese país que se arropa de su historia para no perderse en la modernidad.