Yo soy raíz, un homenaje a las mujeres en el FIC

La compañía Teatro de los sueños presentó una obra sobre Soledad, una mujer adoctrinada para formar parte de la sociedad desde su casa; su rol consiste en moldear la idiosincrasia de sus hijos, como hombres que en algún momento formarán parte del fenómeno de la migración
José Pablo Espíndola José Pablo Espíndola Publicado el
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Una mujer siempre aspira a ser como la tierra, pero como la buena tierra, aunque no sea fácil. Una guerra silenciosa, fuerte y absolutamente de pie, sola, pero de pie. Eso lo sabe Soledad, quien, ante el público, se desprende de algunas de sus prendas, pero, sobre todo, de sus recuerdos y miedos.

“Soledad, ese es mi nombre, bien podrían llamarme Alma, Luz, Clara, María o Inés, podría ser viento, tal vez agua, pero me gustaría ser lluvia, de esa que se escapa de los ojos como lágrimas rebotando en el colchón inmenso que habita mi cama”, dice la actriz, en uno de sus diálogos, de la puesta en escena “Yo soy raíz”.

Canta, brinda con el público, ríe, pero también llora cuando se acuerda de los adioses, de aquellas partidas que le rompieron el corazón. De aquellas lágrimas que se fueron y que a cambio se quedaron ausencias. El llanto sazonaba su alma y su nombre tomaba sentido.

“Aunque mi nombre es Soledad, aquella que camina a la sombra y cubre de baches los caminos de los hijos, aquella que adorna con trabajo a la Tierra, yo soy quien la vuelve fértil, quien la cosecha, quien le llora, quien le ama y quien le ríe. Aquella que vive en un palacio de adobe, una reina del campo con corona de sudor de todos los días. Últimamente he querido asomarme a todas las ventanas que han aparecido en mi vida, debo decir que con miedo me he rehusado a algunas”, asegura la protagonista del montaje dirigido por Israel Araujo.

La obra de teatro pertenece a la compañía Teatro de los sueños que se dedica a representar espectáculos adaptables a condiciones y contextos sociales, a través del lenguaje escénico.

Soledad asegura que no se es verdadera tierra hasta que se es madre, hasta que se es manipulada con una mano ajena y cariñosa que te regala una semilla y la coloca en tu vientre para que germine, una semilla que hay que cuidar poco a poco y sin prisa, amando cada uno de sus momentos para otras semillas y otros frutos.

“Me gustaría que un atardecer de viento helado me cobije la memoria y los recuerdos, que me congelen los deseos, uno que me regale silencio y figuras en las nubes. Prefiero seguir haciéndome trenzas que enreden secretos más profundos de alguien como yo, una mujer sola”, señala.

La actriz dialoga sobre la figura del padre, del ausente, ese que se roba la alegría con su mirada. Ese que se va lejos del campo y de su familia. Pero también platica sobre su madre y de cómo en sus brazos respiraba calma y el tiempo se detenía.

“Nunca voy a olvidar a mi mamá, sus miradas, sus comidas, sus canciones, sus aromas, sus palabras de aliento, sus chistes, su voz, sus secretos, nuestros secretos y mi niñez a su lado”, comenta Soledad.

Las madres son tierra fértil que alimenta y sostiene. Que da seguridad y cobijo. Que protege y enriquece, por eso hay que tener las manos siempre limpias para cosechar y tomar esa cosecha y acariciar sus semillas como esas que germinaron a la luz de los ojos del sol, que son alimento, son agua, que son vida.

“Nosotros somos la cosecha, somos el campo, somos las manos que colectamos lo que soñamos, porque hay que aprender a sentir y volverse sensibles, pero sobre todo, hay que aprender a amar, sí, a amar a la tierra, que es como la familia, un núcleo que nos mantiene fuertes, es por eso que la llamamos madre, madre tierra, ella es quien nos da el alimento de cada día, nos hace fuertes, pero también nos enseña con su firmeza y entereza como la mujer, fértil y delicada”, señala Soledad.

La tristeza es una muerte lenta, y soledad lo sabe, por eso canta y toma. Brinda con el público y dice “si tienes un hondo penar, piensa en mí; si tienes ganas de llorar, piensa en mí. Ya ves que venero tu imagen divina, tu párvula boca qué siendo tan niña, me enseñó a besar”.

Así se vivió “Yo soy raíz”, de Teatro de los sueños, obra que se presentó en Guanajuato, en las Catacumbas del Mesón de San Antonio, como parte de la programación de la edición 47 del Festival Internacional Cervantino.

Araujo, al finalizar la función, aseguró que el montaje se trataba de un homenaje a las mujeres, lo más valioso que había dado la tierra a la humanidad.

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