Los gritos de auxilio quedaron ahogados en el tiempo. El 22 de abril es sólo un recuerdo para los tapatíos, una cicatriz para cientos de familias.
Pero 20 años después, ¿aprendieron la sociedad y las autoridades tapatías que deben aplicar una cultura de prevención de desastres?
En 1992, varias familias fueron víctimas de la desinformación por parte de autoridades municipales, estatales y federales. Y, hasta la fecha, nadie sabe dónde quedó la bolita.
Las instancias responsables de garantizar la protección civil, tanto en Jalisco como en Guadalajara, coinciden en que hoy las cosas son diferentes.
Sin embargo, la cantidad de inspecciones reportadas por los Bomberos de Guadalajara no indica lo mismo. De las más de 100 mil empresas instaladas en el municipio, apenas unas 18 mil han sido visitadas por la Unidad de Bomberos de Guadalajara.
Y una crítica de las autoridades encargadas de evitar tragedias es que los tapatíos siguen arrojando precursores químicos inflamables a las tuberías.
Nula cultura civil de prevención
En ese sentido, el Sistema Intermunicipal de Agua Potable y Alcantarillado (SIAPA) informó en enero de 2011 que las descargas domésticas eran considerables –atendían entre dos y tres emergencias semanales–, aunque el verdadero problema siguen siendo las empresas.
El SIAPA reconoce que durante 2011, y hasta la fecha, sólo han sido clausuradas 10 tuberías de descarga de un total de 400 empresas que generan severos daños al medio ambiente porque no disponen adecuadamente de sus desechos líquidos.
Desde las trágicas explosiones de hace dos décadas, la autoridad municipal intensificó la capacitación de la ciudadanía para enfrentar contextos de crisis. En lo que va de la presente administración, se han realizado mil 800 simulacros con la participación de 250 mil personas.
Y aunque el riesgo parece estar bajo control, aún son frecuentes las descargas de precursores químicos altamente inflamables en el drenaje.
Olor a gasolina
En 2009, vecinos de la Colonia San Antonio, de Guadalajara, alertaron sobre el alto riesgo de explosiones debido a la cantidad de industrias que se habían instalado en ese lugar.
Exigieron que fueran respetadas las zonas habitacionales en el marco de la revisión de los planes parciales de desarrollo, pero la solicitud no fue atendida, ni por el gobierno municipal de Alfonso Petersen ni por el de Aristóteles Sandoval. De hecho, aún continúa trabada la aprobación de dichos planes.
Por eso, las explosiones y el olor a gasolina son una constante en Guadalajara. En enero de 2011, por ejemplo, ocurrió un estallido en la Colonia Higuerillas, al sur de la ciudad, porque un vecino tiró dos litros de gasolina en el drenaje.
Luego de la tragedia del 22 de abril de 1992, que provocó alrededor de 900 muertos según cálculos no oficiales, Guadalajara debería ser una ciudad de vanguardia en cuanto a planeación urbana y protección civil.
Pero las descargas de líquidos inflamables en el drenaje, que deberían ser un problema superado, siguen siendo parte del presente de Guadalajara.