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Entre el Gerardo de los 13 años y el de los 36 ha pasado mucho tiempo: casi dos terceras partes de esa vida, narcotizadas.
“Yo veo a los chavitos que llegan aquí a temprana edad; me gustaría regresar el tiempo para no haber vivido aquellos años”, lamenta hoy el casi cuarentón, interno desde hace dos meses en la Unidad de Hospitalización Zapopan, de la asociación civil Centros de Integración Juvenil (CIJ), que trabaja con adictos a las drogas.
Tenía 13 años cuando comenzó con el alcohol. La cerveza, el ron, cualquier bebida etílica se convirtió en su principal muleta ante la vida. Días, semanas, vivió ahogado. Una vez, por casi medio año, nunca conoció un día sobrio.
El alcohol fue el puente hacia otro punto, cada vez con menos esperanza de retorno: las drogas ilícitas. Primero el “toque,” el “churro”, el cigarro de marihuana, de mota, como se le dice popularmente. Luego llegó la cocaína y por último, el cristal, una metanfetamina potente que estimula el sistema nervioso central.
“Yo andaba buscando otro tipo de drogas, como cocaína, pero al no haber pues agarré esa, el cristal”, relata Gerardo a Reporte Indigo, en una de las salas de juntas de la asociación civil.
Para cuando “el cristal” llegó a la vida de Gerardo, los 21 años de edad ya le rondaban. Era mayor de edad en los Estados Unidos, donde residía en California. El trabajo como trailero requería estar bien despierto, y el cristal era más efectivo que diez tazas de café.
En el tráiler o en la casa, el cristal hacía de las suyas en el cuerpo y en la mente de Gerardo. Se volvió un adicto, un esclavo de aquella droga. Paranoia, alucinaciones, insomnio, desesperación, temor, desesperanza lo acecharon por años… hasta hace dos meses, tiempo en el que ha permanecido “limpio”.
Gerardo es una historia, como las miles que no se relatan, pero que forman parte de las estadísticas en torno a un problema de salud pública.
De acuerdo con datos de 2014 del Departamento de Investigación Clínica y Epidemiológica de los CIJ, Jalisco está por encima de la media nacional en el consumo de drogas.
La mariguana, por ejemplo, acá es del 88.8 por ciento, mientras que a escala nacional la media es de un 87.4.
La cocaína en la entidad está en un 48.8, arriba del 33.3 nacional. Los inhalables en un 35.2, encima del 31.8 de la media nacional.
El cristal es casi el doble del indicador nacional de 17.8; aquí alcanza un 30.3 por ciento. Los alucinógenos en Jalisco tienen un 12.9 por ciento, mientras que la nacional es del 9.8.
El crack, un 22 en el estado, y en el país, un 18; y por último, las benzodiacepinas acá tienen un indicador del 20.1, comparado con el 13.5 nacional.
Los adolescentes y jóvenes son los principales blancos de las drogas ilegales: casi 5 de cada 10 que las consumen tienen entre 10 y 14 años de edad, y casi 4 de cada 10, entre los 15 y los 19.
Focos rojos
La adicción a las drogas ilícitas en Jalisco ha prendido focos rojos en instituciones privadas y en públicas, como la Universidad de Guadalajara y el Instituto Mexicano del Seguro Social, que han manifestado preocupación al respecto.
En marzo pasado, en una conferencia en el Centro Universitario de Ciencias Biológicas y Agropecuarias de la UdeG, Bertha Lidia Nuño Gutiérrez, jefa de la Unidad de Investigación Epidemiológica y en servicios de Salud del Adolescente del IMSS, refirió que el tema de las adicciones se ha convertido en serio problema de salud pública.
Señaló que en 9 de cada 10 casos de adolescentes con adicciones existían referencias familiares de consumo de drogas que hacían que eso fuera algo normal para ellos.
“Los chicos llegan después de seis años de haber iniciado con el consumo de la sustancia y las posibilidades de rehabilitación disminuyen drásticamente”, detalló en torno a las implicaciones por no atender a un adicto a manera puntual.
Cifras del Sistema de Vigilancia Epidemiológica de las Adicciones (Sisvea), del Consejo Estatal Contra las Adicciones en Jalisco (CECAJ), dan muestra de que en la entidad se ha mantenido una tendencia de inicio de consumo entre los 10 y los 19 años.
El 85 por ciento de las personas que se acercaron a los centros de rehabilitación del gobierno tenían este rango de edad cuando comenzaron a consumir drogas.
De igual forma estos mismo datos, proporcionados por quienes se acercan a los Centros de Atención Primaria de Adicciones (CAPA), evidencian que son los jóvenes quienes más acuden a tratamiento.
En el 2014, el 26 por ciento fueron adolescentes de entre 15 y 19 años de edad, mientras que el segundo grupo que más se acercó (el 13 por ciento) fue el de 20 a 24.
Otro dato revelador es el contraste con las cifras referentes a los géneros de las personas que llegan en busca de atención por adicciones a los CAPA, pues de 2012 a 2014 la cifra de varones descendió de 85 a 81 por ciento, mientras que las mujeres pasaron de un 14 a un 18 por ciento en el mismo periodo.
Mota y ‘metas’ de mayor impacto
En 2014 el Sisvea registró que las drogas ilegales de mayor impacto en Jalisco –por las que los usuarios acuden más a solicitar tratamiento– son la mariguana y las metanfetaminas, con 20.5 por ciento y 18.6 respectivamente, según los registros de pacientes que llegan a sus centros de rehabilitación.
Enrique Aceves Arce, coordinador regional centro-occidente de los CIJ, señala que el incremento del uso de drogas prohibidas en el país tiene una explicación en la normalización del consumo de mariguana por parte de los medios de comunicación, pues ha llevado a que los jóvenes no tengan preocupación de consumirla en la vía pública.
“Es tan poca o pobre la percepción de riesgo en relación a las sustancias que hicieron que se incrementara mucho su uso (…) se consume ya en la calle, en los parques”, mencionó.
La política de combate a las adicciones en el estado de Jalisco ha pasado desapercibida, las cifras –pese que existe una “cifra negra” de las personas que no llegan a una rehabilitación– muestran datos que debieran preocupar al poder Ejecutivo.
Pero la preocupación del Gobierno del estado se ha visto reflejada apenas en un leve incremento del presupuesto destinado para la operación de los 21 CAPA que existen en Jalisco, pues de 48 millones 300 mil en 2014, pasó a 61 millones para este 2015.
Dicho destino presupuestal es apenas para tareas de rehabilitación, que poco rumbo ven en la prevención de la materia.