La lucha por combatir el uso de los transgénicos y detener los daños que causa a la salud humana y al medio ambiente por fin dieron resultados. Con un decreto publicado en el Diario Oficial de la Federación el pasado 31 de diciembre, México prohibió el glifosato, el maíz genéticamente modificado y además eliminará gradualmente las importaciones de éste durante los próximos tres años.
Durante años, el movimiento “Sin Maíz No Hay País” denunció que la contaminación genética es irreversible e impredecible, pues aseguran que las variedades transgénicas contaminan genéticamente a otras de la misma especie o a especies silvestres emparentadas, ya que una vez liberados al medio ambiente los transgénicos no se pueden controlar.
En el Día Nacional del Maíz, la directora general del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), María Elena Álvarez-Buylla Roces, explicó que México dejó de ser soberano en producción de maíz y que la crisis alimentaria se agudizó a partir del incremento en la importación y uso de maíces transgénicos.
“Casi el 30 por ciento de las tortillas industrializadas contienen glifosato, un agrotóxico empleado en los sembradíos transgénicos y correlacionado con el desarrollo de enfermedades crónico-degenerativas”, sostuvo Roces.
Cifras oficiales indican que 10 millones de toneladas de maíz que se importan anualmente desde Estados Unidos deben usarse sólo para alimento de ganado o insumos industriales altamente procesados. Sin embargo, el 90.4 por ciento de las tortillas que se consumen en México contienen secuencias de maíz transgénico, lo mismo que el 82 por ciento de las tostadas, harinas, cereales y botanas de este grano.
Letalidad alimentaria del glifosato y los transgénicos
En entrevista, Viridiana Lázaro Lembrino, especialista en Agricultura y Cambio Climático de Greenpeace México, explica que el maíz modificado puede afectar a las 64 especies de maíz nativo que hay en el país.
De acuerdo con la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), el glifosato es el herbicida más utilizado en el mundo en actividades como la agricultura, silvicultura, jardinería e incluso en actividades domésticas, y fue comercializado por primera vez en la década de 1970 por la compañía Monsanto, con el nombre de Roundup.
Desde entonces y hasta 2014, con dicho herbicida, el cual penetra en el suelo, se filtra en el agua y sus residuos permanecen en los cultivos, se habían fumigado en el mundo más de ocho mil 600 millones de kilogramos. “Al beber o comer alimentos que hayan tenido contacto con glifosato, puede causar cáncer, dolor y muerte”, señala la Secretaría.
Además, también señala que la agroindustria utiliza el glifosato principalmente en monocultivos para exterminar lo que llama malezas, es decir, yerbas que forman parte de la dieta tradicional de los pueblos originarios.
Para Viridiana Lázaro Lembrino, el uso del glifosato debió prohibirse desde 2015 cuando fue catalogado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como un herbicida probablemente cancerígeno.
“Investigaciones científicas han demostrado que tiene graves consecuencias de la salud de los agricultores, consumidores y además daña el medio ambiente ya que puede provocar malezas agresivas, es decir, hierbas con una mayor resistencia que las que no fueron rociadas con glifosato y en las cuales se necesitan cantidades grandes de mezclas de plaguicidas para poder contener a estas plantas, todo este proceso sin duda daña masivamente el ecosistema”, sostiene.
La directora del Conacyt, María Elena Álvarez-Buylla, celebró el decreto que asegura es en defensa de nuestro maíz, raíz cultural y sustento de las comunidades campesinas, de su agricultura, el ambiente y la salud
A las consecuencias se agrega la afectación a diferentes especies de crustáceos, moluscos, oligoquetos, algas, hongos, fitoplancton y zooplancton, anfibios, tortugas, arácnidos, aves, mamíferos y, lo más preocupante, a insectos benéficos y polinizadores como abejas y mariposas, además de los colibríes.
El Instituto Ramazzini de Italia reveló que el glifosato debilita el sistema inmunológico humano y probable causante del cáncer del tipo Linfoma no Hodgkin (NHL), destruye una enzima esencial y modifica la flora intestinal, lo que deja desprotegidas a las personas contra infecciones como el COVID-19.
Para la especialista de Greenpeace, la prohibición del maíz transgénico y del glifosato sólo son el primer paso del camino que hay que recorrer para poder alcanzar la soberanía alimentaria.
“En México podemos lograr la agricultura ecológica, es lo que aspiramos hoy, todavía hay plaguicidas altamente peligrosos, alrededor de 80, también está pendiente la lucha contra la soya transgénica y el algodón alterado que esperamos también se prohíban, sobre todo al priorizar que hay que cuidar las tradiciones culinarias y proteger la bioculturalidad, apoyar a los y las agricultoras, invertir en la investigación con ellos y no dejarlos de lado”, sentencia.
Por último, la organización ambiental menciona que es preciso que en agricultura, el verdadero progreso sea la revaloración del trabajo campesino e indígena, el desarrollo y mejoramiento de las técnicas agrícolas sustentables, la conservación de la fertilidad del suelo, el desarrollo de modelos locales, basados en las variedades tradicionales y los agroecosistemas y así transitar hacia la construcción de un nuevo sistema agroalimentario y nutricional, para cumplir con los objetivos de alcanzar la autosuficiencia y soberanía alimentarias.