Con las manos embarradas de petróleo y una sonrisa radiante recuerdan los brasileños el anuncio del expresidente Luis Inacio Lula da Silva: habían descubierto un yacimiento gigantesco de petróleo en aguas ultraprofundas, bajo una gruesa capa de sal.
Comenzaba para Brasil una “nueva independencia”, el país duplicaría sus reservas. El yacimiento del pre-sal era un “pasaporte hacia el futuro”.
Corría el año 2008 y Dilma Rousseff dirigía el gabinete civil de Lula. Ahora es presidenta de Brasil y desde ese sitio observó la licitación del primer campo del yacimiento, llamado Libra.
Contrario a las expectativas iniciales, de que las mayores petroleras internacionales se interesarían en el esquema de producción compartida que ofreció el gobierno brasileño para el campo Libra, el resultado fue decepcionante para muchos.
El 21 de octubre se abrió el concurso y ninguna petrolera estadounidense participó.
Petrobras se quedó con el 40 por ciento de la operación del yacimiento. El resto irá a Royal Dutch Shell, la francesa Total y las chinas CNOOC y China National Petroleum Corp.
El miércoles 13 de noviembre, los brasileños anunciaron el descubrimiento del campo Franco, que podría ser tan grande como el Libra.
Pero el esquema en que estos campos entrarán en operación pone en pugna a distintos especialistas en temas energéticos.
Aunque difieren profundamente en sus consideraciones sobre cuál es el mejor modelo de operación para Petrobras, coinciden en que no se trata de la panacea que se ha pintado desde México en el contexto del debate sobre la reforma energética.
Consejos para México
Igual que en México, el consejo de este experto es que Petrobras se concentre en la extracción de crudo y deje en otras manos la continuidad de la cadena de valor.
Al cuestionarle qué lecciones deja el proceso brasileño frente a un escenario de reforma energética en México, advierte: “si quieres que Pemex sea eficiente, coloca entre el 25 y el 60 por ciento de la compañía en la Bolsa de Valores y luego déjalo solo.
“Esto dará lugar a recortes de empleo y mejorará rápidamente la rentabilidad, tendrás niveles mucho más altos de inversión, una sociedad cada vez más profesional y respetada y una empresa menos corrupta”.
Si el gobierno peñista quiere maximizar el flujo de caja en el Golfo de México, augura, debe abrirse a la competencia y proponer impuestos de manera apropiada.
El ideal de este modelo, visto desde Nueva York, sería que Pemex se quedara con el 40 por ciento de los proyectos en el Golfo. El resto serían operado por compañías petroleras internacionales.
Tampoco debía obligarse a que los contratistas tuvieran que comprar a proveedores locales.
“Mudarse a México es un tema común de discusión en la comunidad de servicios petroleros de Houston. México tiene menores costos de mano de obra, fácil acceso al mercado de EU y, por tanto, a la industria de Houston le gustaría pasar la mayor parte de su producción a México si pudiera”.
¿Cómo conseguiría México que estas empresas operaran desde acá?
“Ofreciendo condiciones similares a Houston”, dice Kopits.
Estas son: “impuestos razonables, infraestructura decente, una actitud acogedora y tasas laborales más bajas”.
El analista de Douglas-Westwood afirma que “debido a la intervención del gobierno, Petrobras es un gigante en decoloración. El único activo real (de la compañía) es el monopolio que el gobierno brasileño se ha concedido en las costas de Brasil.
“Históricamente, Petrobras estaba muy bien considerado por su fuerza en la ingeniería, pero la intromisión del gobierno ha puesto fin a eso”.
Las claves: ¿Cómo conseguiría México que las empresas operaran desde acá?
1. Ofreciendo impuestos razonables
2. Infraestructura decente
3. Una actitud acogedora
4. Tasas laborales más bajas
Mejor, monopolio brasileño
Desde Brasil el escenario presenta una óptica radicalmente opuesta.
El ingeniero Paulo Metri, quien estuvo en México como ponente en los foros sobre la reforma energética organizados por el PRD, considera que la reestatización del petróleo brasileño es positiva.
“El modelo de monopolio estatal de petróleo es mejor para la sociedad de un país que un modelo de oligopolio de los actos privados extranjeros en el país.
“El monopolio puede servir a intereses sociales que el oligopolio no cumple. Por ejemplo, maximizar el número de empleos en el país, las compras locales, ordenando la evolución tecnológica”.
En esta visión mucho más nacionalista, una petrolera estatal fuerte daña menos el medio ambiente y sirve mejor a la sociedad.
“Con el modelo de monopolio, el Estado nacional tiene el control sobre el petróleo que se produce, lo cual es muy importante para el país”, considera Metri.
Lejos de la visión positiva que tiene Kopits de un escenario de apetura, Metri considera que el sistema de concesiones fue “un gran fracaso para la sociedad brasileña”.
En su análisis, Metri no abunda en los números de producción de su país ni en los motivos por el que petroleras estadounidenses rechazaron participar en el campo Libra.
Como lección a México, dice que debe mantenerse el monopolio de Pemex sobre el petróleo mexicano, ya que la entrada de las petroleras extranjeras traería “pérdida de la soberanía y de la capacidad de mejora del pueblo mexicano”.
En medio de las protestas sociales y la quiebra de la compañía OGX, una de las mayores empresas privadas del país con inversiones en petróleo, el gobierno de Rousseff anuncia el descubrimiento del nuevo campo Franco, que pondrá nuevamente en disputa cuál es el mejor modelo para explotar el petróleo brasileño.
Una visión de apertura
En entrevista para Reporte Indigo desde Nueva York, el analista Steven Kopits, representante en esa ciudad de la consultora en temas energéticos Douglas-Westwood considera que el rechazo de las petroleras estadounidenses al pre-sal se debe a “la dificultad de hacer negocios en Brasil”.
Kopits considera que en el campo Libra los términos de la oferta eran pobres, lo cual no atrajo la atención de los inversionistas de EU.
“Hacer negocios en Brasil es difícil, debido al exceso de intervención del gobierno. El contenido local es un gran problema, lleva a grandes costos.
“El gobierno también ha obligado a Petrobras a asumir un papel de liderazgo en el pre-sal, por lo que Petrobras está simplemente sobrecargado. Es una historia muy típica en América Latina”.
Durante los últimos años, relata Kopits, maestro en Relaciones Internacionales por la Universidad de Columbia, el gobierno de Brasil ha aumentado su participación en Petrobras.
Es el revés del esquema de apertura aprobado a finales de los 90, que llevó a Petrobras a manejar sistema de concesiones.
A pesar de ello, la compañía todavía está en la lista de las diversas bolsas de valores, incluyendo la de Nueva York.
Su análisis parece una calca de lo que muchos analistas en pro de la apertura de Pemex estiman para México.
“El problema principal de Petrobras es que se le pide que haga demasiado. En primer lugar, se supone que es una empresa petrolera que maximiza el beneficio. Al mismo tiempo, proporciona combustible subvencionado a la población de Brasil, lo cual mata las ganancias”, asegura.
Sin explicar por qué, Kopits asegura que la petrolera brasileña se vio obligada a tomar un papel protagónico en el pre-sal.
Esto significa que “su gestión, el personal técnico y los activos de perforación y producción se extienden demasiado, lo que ha ralentizado el desarrollo y, de hecho dio lugar a una disminución de la producción petrolera de Brasil”.
Al contrario del panorama de apertura a los capitales que se promueve en México al referirse a la brasileña, el analista considera que las reglas de contenido local impuestas por Brasil, las cuales requieren que mucho de los insumos para los yacimientos provengan del mismo país, “lleva a la gran inflación de los costos y el suministro de los cuellos de botella”.
Su postura está lejos de los bombos al “milagro brasileño” mencionado por los defensores de la reforma energética propuesta por el gobierno de Enrique Peña Nieto.
Kopits asegura que el país sudamericano “ha visto poca rentabilidad y flujo de caja recientemente”.
El especialista insiste en que en los años recientes Brasil no ha generado efectivo suficiente con el cual suministrar el presupuesto del gobierno.
Después de un lustro de que se descubriera el primer pozo productor en el pre-sal, en 2008, apenas se han producido 250 millones de barriles, cifra menor a la esperada.