En su currículo aparecían todas las credenciales necesarias para llegar a la Casa Blanca: exprimera dama, exsenadora, excandidata en la primaria demócrata de 2008 contra Barack Obama, exsecretaria de Estado hasta el 2012 y, además: primera mujer en contender por un partido importante a la Presidencia de los Estados Unidos.
Sin embargo, la noche de ayer Hillary Clinton perdió la carrera, embestida por el huracán Donald Trump.
La candidata demócrata acudió a votar a un centro electoral de Nueva York alrededor de las 7 de la mañana acompañada de su esposo, el expresidente Bill Clinton.
Lo hizo entre aplausos de otros votantes. Después de emitir su voto, la exsecretaria de Estado se refirió al proceso electoral histórico que vivió Estados Unidos.
Esta fue la contienda más reñida, más polémica, más sucia, y también la más cara en la historia de Estados Unidos. Costó 3 mil millones de dólares entre los dos partidos y los dos candidatos.
Pero fue todo menos sencilla para la demócrata, quien tuvo que enfrentar numerosos escándalos.
Por un lado, el FBI cerró el caso de los correos electrónicos un día antes de la elección. Y aunque negó una “campaña electoral contra la demócrata”, el anuncio de la reapertura de la investigación dos semanas antes de la votación terminó por hundir una campaña electoral que muchos consideraron incapaz de conectar con el electorado.
Considerada como autoritaria, rígida y sin carisma, además de ser el estandarte del establishment político al servicio de la elite de Wall Street, Clinton perdió por una ligera mayoría frente a su también histórico contrincante, un populista sin experiencia política que se convirtió en un fenómeno imparable por ser el candidato antisistema.
Y finalmente estuvo el dinero. Los Clinton fueron acusados durante buena parte de la campaña por beneficiase de la secretaría de Estado que ocupó Hillary para recolectar pesadas sumas de dinero a través de conferencias muy bien pagadas. Hoy, su fortuna se estima en decenas de millones de dólares.
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