Cualquiera que haya cruzado la frontera entre México y Estados Unidos ha podido ver los monumentos que delimitan el territorio de cada país.
De aquí para acá es México y de aquí para allá, ya no.
De acuerdo al Inegi, las fronteras se establecen mediante acuerdos entre las naciones.
“Muchas veces se aprovecha la presencia de rasgos geográficos (montañas, volcanes, ríos, lagos o mares) para determinar los límites naturales, o bien, se utilizan monumentos, cercas, muros o líneas imaginarias (meridianos y paralelos) creados por el hombre para definir los límites artificiales”, refiere el Instituto en su pagina.
Pues bien, durante los últimos 7 años los gobiernos de ambos países se dieron a la tarea de medir centímetro a centímetro –pulgada a pulgada los del otro lado- los límites entre sus naciones.
Y es que estos monumentos fueron construidos por ambos gobiernos de conformidad con tratados acordados entre 1848 y 1882, cuando no había satélites ni GPS, así que las demarcaciones se realizaban mediante levantamientos geodésicos que son menos precisos.
Pero una vez que llegó la era satelital, ambos gobiernos acordaron que era tiempo de volver a medir.
No fue una tarea fácil, teniéndo en cuenta que México y Estados Unidos tienen 3 mil 185 kilómetros (1,915 millas) de frontera común.
Una vez ajustadas las medidas se buscó reubicar algunos de los 258 monumentos históricos que demarcan la línea divisoria internacional.
El monumento número 1 se localiza cerca de Ciudad Juárez en la frontera con El Paso; el 258, cerca de Tijiuana y la frontera con San Diego.
“Algunos de los beneficios de contar con demarcación definida por objetos espaciales naturales y artificiales de las fronteras de México con sus países vecinos , está el poder tener como base marcos de referencia geodésicos para aprovechar las potencialidades de los Sistemas de Información Geográfica en análisis geoespaciales sobre fenómenos económicos, demográficos, salud, medio ambiente, entre otros”, refirió el Inegi.