Las abuelas del basket
“Voy a jugar basquetbol hasta que Dios me lo permita”, asegura convencida Adela Ochoa.
La mujer tiene 75 años, aunque el vigor con el que entrena le hace parecer de muchos menos. Es contadora de profesión y practica el basquetbol desde niña.
Fue una de las integrantes originales del equipo Carta Blanca formad en 1959 en la ciudad de Orizaba, Veracruz, el cual sigue activo después de 60 años.
“El cuero es el que se arruga, el corazón nunca envejece”, dice Olga Irma, de 70 años, compañera de Adela.
Carlos Salazarhttps://youtu.be/iWKv1ByBI6M
“Voy a jugar basquetbol hasta que Dios me lo permita”, asegura convencida Adela Ochoa.
La mujer tiene 75 años, aunque el vigor con el que entrena le hace parecer de muchos menos. Es contadora de profesión y practica el basquetbol desde niña.
Fue una de las integrantes originales del equipo Carta Blanca formad en 1959 en la ciudad de Orizaba, Veracruz, el cual sigue activo después de 60 años.
“El cuero es el que se arruga, el corazón nunca envejece”, dice Olga Irma, de 70 años, compañera de Adela.
Ella también formó parte del equipo original en 1959, y cuando en 2003 la invitaron a reintegrarse, pero ahora para la categoría de mayores de 60 años, no lo dudó.
Practica el basquetbol desde los 10 años, y además ha jugado voleibol, pero en donde más ha destacado ha sido en el atletismo, donde fue campeona en los 60, 100 y 200 metros planos.
Como ellas, un grupo de mujeres de edades de entre 60 y 82 años siguen practicando el basquetbol representando a la ciudad de Orizaba, Veracruz, en los campeonatos organizados por el Inapam y mantienen la ilusión después de casi 60 años.
Volver a la duela
A mediados de 1973, María Rodríguez y su familia, que entonces vivían en el Distrito Federal, emprendieron el viaje hacia Orizaba, Veracruz.
Poco tiempo después de llegar, su hija Verónica le dijo que dos de las maestras con las que entrenaba basquetbol aparecían junto a su mamá en una fotografía de hacía algunos años.
Cuando revisó la imagen María se dio cuenta que era del año de 1959, cuando ella tenía 22 años y estaban en un torneo de basquetbol juvenil.
Las dos mujeres que el destino había vuelto a poner en su camino eran parte del equipo Carta Blanca de basquetbol femenil que representaba a Orizaba.
Esa escuadra que había sido formada por el ya fallecido profesor Humberto Gutiérrez Zamora en la década de los 50, seleccionando a las mejores jugadoras de basquetbol de las secundarias de esa ciudad veracruzana.
Las integrantes originales fueron pasando por todas las categorías, desde juvenil hasta Primera Fuerza, pero eso fue apenas la semilla de un amor por el deporte ráfaga que no acabaría con los años.
María, por ejemplo, regresó al equipo en 1976, cuando tenía 39 años. En ese entonces la invitaron a jugar nuevamente con la escuadra de Carta Blanca. Y la invitación había llegado justamente por parte de esas dos mujeres que aparecen en la foto que su hija Verónica le mostró 20 años después. Y aunque el equipo tuvo sus ires y venires, María recuerda con particular cariño la entrañable versión del 2003.
Ese año, María, ya con 69 años, se reencontró con Adela Ochoa y Guadalupe Almaraz, integrantes del equipo original y fue cuando decidieron formar una escuadra para competir en el torneo del Inapam.
En 2016, las veteranas de 82, 77 y 75 años, tienen en su palmarés 11 juegos nacionales del Inapam y 3 campeonatos. Pero no se quedan ahí, pues ya piensan en los partidos del próximo año, con los cuales lograrán su participación número 12 en el torneo.
Una segunda familia
Las integrantes del equipo Carta Blanca no solamente tienen en común el amor por el deporte y las ganas de vivir, sino el sentimiento de pertenencia.
Tantos años compartiendo giras, autobuses, campeonatos, alegrías y tristezas, jugando hasta tres partidos en el mismo día -con el mínimo apoyo, por cierto- su amor al deporte las unió como pocas amistades.
Es gracias a esa amistad y a los estrechos vínculos que crearon en esta travesía que todas reconocen que no sólo son compañeras de equipo, sino que son prácticamente una familia.
“Ellas son mi segunda familia, así como todas las basquetbolistas con las que he convivido”, asegura María.
Y su otra familia, su esposo y sus hijos, no se queda atrás en su corazón, pues para ella son lo mejor que le ha dado la vida.
“Mi esposo se ponía un poco celoso, pues me decía que mi pasión era el basquetbol, y yo le contestaba que sí, pero que él era mi gran amor”, reconoce.
La otra protagonista de esta historia es Guadalupe Almaraz, de 77 años, quien se siente orgullosa de ver que su hijo es ahora quien entrena al equipo Carta Blanca. Esa, asegura, es una de las mayores satisfacciones que le ha dado el basquetbol.
La otra ha sido haber conocido a tantas basquetbolistas y entusiastas del deporte como ella, incluso las rivales, pues fuera de la duela, la historia es otra.
“La relación entre deportistas es muy bonita, porque siempre que nos volvemos a encontrar nos saludamos, nos juntamos. Fuera de la cancha la rivalidad se nos olvida”, detalla.
Amor a la camiseta
A pesar de la edad, a pesar del paso del tiempo y a pesar, sobre todo, de la falta de apoyo para el deporte de la tercera edad, este grupo de jugadoras sigue manteniendo el espíritu competitivo y las ganas de jugar.
Actualmente ya se están preparando para los juegos nacionales del Inapam 2017.
A veces solo les dan apoyo para autobuses, pero no para el hospedaje, por lo que han tenido que viajar de madrugada, llegar a la sede y jugar dos o tres partidos en un mismo día.
Muchas veces cubriendo ellas mismas la gran parte de los gastos, otras consiguiendo de donde se pueda tanto los uniformes de juego como los pants o las chamarras.
Pero aseguran que si su edad no les impide seguir cumpliendo su sueño, todo lo demás parece secundario.
María Antonia, de 67 años y una de las más recientes adiciones al equipo Carta Blanca ve al basquetbol como una adicción, una motivación que le proporciona bienestar en el día a día.
“El día que no juego me irrito. El solo hecho de participar, de saludar a amigas de toda la vida, te ayuda bastante. Las amistades entre deportistas son sinceras”, confiesa.
Por su parte, Dora Quintero de 61 años, es parte de la “sangre nueva” del equipo. Su principal motivación es su nieto de 16 años que también practica el basquetbol e incluso usa su mismo número, el 15.
“Es algo muy bonito porque a él le motiva mucho que su abuela juegue. En la casa tene mos un tablero y ahí jugamos los dos, nieto y abuela”, dice.
Y aunque ya no son las mismas desde hace 30, 40 o 50 años, no parecen dispuestas a dejar la camiseta de Carta Blanca.
Las integrantes originales ya vislumbran el “relevo generacional”, las nuevas basquetbolistas de ‘apenas’ 60 años, pero mientras se sientan con fuerza y mantengan la ilusión, nada parece que pueda detenerlas.
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