Buscar a un familiar: un tortuoso camino
Es un jueves cualquiera de enero del 2015, y Guadalupe Aguilar y otra mujer a la que apenas conoció hace tres meses observan fotografías de cadáveres.
Revisan, una por una, hasta 20 fotografías. Dos decenas de imágenes de cuerpos golpeados, mutilados, a las que hay que buscarle un rasgo: un tatuaje, un lunar, una marca, algo que les pueda decir a las mujeres que a lo mejor, ese cuerpo ya limpiado por el personal del Servicio Médico Forense, es uno de sus hijos.
Mauricio Ferrerhttps://www.youtube.com/watch?v=X7o2nr8BhXA&feature=youtu.be
Es un jueves cualquiera de enero del 2015, y Guadalupe Aguilar y otra mujer a la que apenas conoció hace tres meses observan fotografías de cadáveres.
Revisan, una por una, hasta 20 fotografías. Dos decenas de imágenes de cuerpos golpeados, mutilados, a las que hay que buscarle un rasgo: un tatuaje, un lunar, una marca, algo que les pueda decir a las mujeres que a lo mejor, ese cuerpo ya limpiado por el personal del Servicio Médico Forense, es uno de sus hijos.
Guadalupe ha tenido que acompañar a la mujer, una mujer pobre que trabaja limpiando casas, madre de varios hijos, y a la que un día de octubre, simplemente así nada más, dejó de ver al joven al que una vez le cambió los pañales cuando era un bebé.
Según varios testimonios de aquella vez en que el hijo de la mujer desapareció, éste se encontraba en una parada de autobús por la Plaza El Palomar, en el municipio de Tlajomulco, al sur de la zona metropolitana de Guadalajara, cuando de un automóvil bajó un par de hombres que se llevó al muchacho.
La escena la presenciaron varias personas, según relata Guadalupe Aguilar, quien hoy es una de las cabezas más visibles de la Fundación por Nuestros Desaparecidos Jalisco (Fundej), una organización que se formalizó ya en 2013, para hacer lo que las autoridades local han dejado de hacer (o han hecho muy poco): buscar por todos lados a personas desaparecidas.
Al hijo de la mujer se lo llevaron así nada más un día de octubre del 2014. Nadie sabe nada de él hasta ahora.
“Varios testigos que vieron lo que pasó, dijeron que el muchacho quiso correr, pero lo agarraron y se lo llevaron. La señora me contactó y la acompaño, es una mujer muy humilde, no puede dejar de trabajar porque tiene más hijos.
“Hay personas que se acercan a la fundación que afortunadamente tienen muchos medios para hacer la búsqueda de sus familiares. Hay otras personas que no los tienen, y yo procuro de acompañarlos, de ayudarlos”, dice Guadalupe Aguilar.
Guadalupe, una mujer arriba de los sesenta años, jubilada, sabe bien cada procedimiento en todo tipo de dependencias oficiales.
Las conoce como la palma de su mano: sabe con quién ir, qué pedir, qué ley la ampara, todo.
Ese conocimiento lo ha adquirido a lo largo de cuatro años. En este tiempo, ella ha buscado a su hijo José Luis Arana Aguilar, quien desapareció el 17 de enero del 2011.
En las instalaciones del Instituto Jalisciense de Ciencias Forenses (IJCF), ubicadas en el municipio de Tlaquepaque, Guadalupe entra y sale como si se moviera por su casa.
Un par de empleadas al ingreso de la dependencia le sonríen cuando la ven llegar. Le señalan dónde están las fotografías de los cadáveres no identificados de los últimos 10 días, y Guadalupe y su acompañante empiezan a observar minuciosamente cada imagen.
“Vemos las fotos de los cuerpos que no están identificados muy detenidamente y las comparamos con las fotos de nuestros desaparecidos. Las señoritas me enseñan las fotos que tienen de estos días, pero aún así le damos otra pasadita, aun cuando ya los hayamos visto, porque se pueden pasar muchos detalles.
“Cuando vas a ver un cuerpo sin identificar, ya está bañadito, en la plancha; nosotros queremos verlos como fue la última vez, la mayoría de ellos, ya golpeados o en descomposición, revisamos entonces desde el color de pelo, un tatuaje, el color de piel, alguna seña particular”, detalla.
“Pepe”, como le llama Guadalupe a su hijo, mide 1.74 metros de altura y pesa alrededor de 80 kilogramos. Tiene ojos verdes y la piel muy blanca; la única seña que tiene es un montón de pecas en la espalda.
Ha pasado casi hora y media, Guadalupe y su acompañante han visto cada centímetro de las fotografías. Nada, nada que les diga que alguno de sus hijos ha sido encontrado.
Una pena que une a familias
“No dejes a tus familiares. Aquí te esperan. Si sabes de alguien desaparecido, dile a su familia que venga a buscarlo”, se leía en un cartel que pendía a la entrada del Semefo, cuando éste se encontraba sobre la calle Belenes, en el centro de Guadalajara, recuerda Guadalupe Aguilar.
Cada 10 días aproximadamente, la mujer acude a la morgue a buscar a su hijo “Pepe”, un muchacho treintañero, padre de dos niños.
Desde 2011, cuando Guadalupe dejó de ver a su muchacho, ha dedicado todos sus ahorros y cada segundo del día para buscarlo.
Así, primero encontró cobijo en el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad que encabeza el poeta Javier Sicilia. Durante todo 2012, marchó hombro a hombro con otras familias en caravana hasta los Estados Unidos.
En 2013, se dedicó exclusivamente a la búsqueda de Pepe. Otras madres empezaron a buscarla. Y sin proponérselo, Guadalupe sirvió de guía para todas ellas.
Al tiempo, las mujeres de acá se pusieron en contacto con las de Coahuila, Tamaulipas y Monterrey. Dieron vida a Fundej, una agrupación que orienta a otras familias que viven el mismo episodio trágico.
Jalisco es la segunda entidad con más casos de personas desaparecidas. Hasta agosto de 2014, la cifra oficial era de 2 mil 113 desaparecidos en el estado, número apenas por debajo de Tamaulipas, con 4 mil 875.
Para Aguilar, la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas del Gobierno de la República ha tenido una posición “muy cómoda” con las familias de desaparecidos.
“Ellos dejan que nosotros hagamos todo. La Comisión debe prestar orientación jurídica, el acompañamiento ante el Ministerio Público, pero te dicen ‘háblenos por teléfono para ver si podemos acompañarla’, es la misma burocracia en todos lados”, dice.
Esas son las autoridades federales que, según la integrante de , ofrecen un trato mejor a las víctimas.
A nivel estatal, detalla, los principales obstáculos burocráticos hacia los familiares de personas desaparecidas radican en el constante cambio de personal del Ministerio Público y la falta de capacitación de los funcionarios de la agencia especial para desaparecidos de la Fiscalía General del Estado (FGE).
En cuatro años, el Ministerio Público ha tenido que volver a empezar la investigación de la localización del hijo de Guadalupe, en cuatro ocasiones. Cuatro veces ha sido cambiado el agente del MP a cargo de la búsqueda.
“Ni el estado ni el país estaban preparados para esta situación. Hay una gran incapacidad de las personas encargadas de las investigaciones. No se puede además tener un solo MP para tantos casos; los casos se acumulan, no terminan de investigar uno, cuando llegan dos”, añade.
Y más, el papel de las compañías de telefonía móvil. Cuando una persona desaparece, se puede solicitar la sabana de llamadas de su teléfono celular. Pero en lo que el Ministerio Público gira un oficio y la empresas otorga el registro, el promedio de entrega es de hasta tres meses.
Desconocimiento y revictimización
Guadalupe Aguilar relata además que la revictimización es una práctica común de las autoridades locales.
Si la persona desaparecida es un varón, las autoridades dicen que andaba en líos de drogas. Si es mujer, que tenía problemas familiares, estaba embarazada o se fue con el novio, detalla la cabeza de Fundej.
Guadalupe Aguilar comenta que la burocracia desconoce además la Ley de Atención a Víctimas del Estado, al momento de brindar servicio a las víctimas de desaparecidos.
Y aunque la misma legislación, aprobada en 2014 por el Congreso del Estado, establece la creación de una comisión local que atienda a las víctimas, en los hechos, esto no ha sucedido aún.
Ante tal panorama burocrático, que pone más trabas a las familias de desaparecidos, Guadalupe Aguilar no desiste en encontrar a su hijo Pepe, de quien no sabe nada desde hace cuatro años.
“Yo soy católica, voy de la mano de Dios. Cada día que amanece doy gracias por tener salud para seguir con esta lucha, que me siga dando fuerzas para seguir trabajando en esto.
“Por otro lado, no pierdo la esperanza de encontrar a mi hijo, si no con vida, aunque sea su cuerpo, para darle sepultura”, dice.
Guadalupe se despide. Su reloj ha marcado el tiempo suficiente que tiene para dirigirse a un aula de clases. Los seis meses próximos acudirá una vez por semana a estudiar un diplomado sobre identificación de personas.
¿Qué hacer en una desaparición?
La Fundación por Nuestros Desaparecidos Jalisco recomienda las siguientes acciones:
> Reflexionar y valorar hábitos y costumbres de la persona desaparecida.
> Hablar con las personas con las que se haya relacionado el día de la desaparición.
> Si no hay una explicación clara, acudir a las autoridades para presentar una denuncia y aportar todos los datos necesarios.
> Preguntar a las autoridades qué más se puede hacer para localizar a la persona.
> Hacer pública la desaparición en medios de comunicación y redes sociales.
> Editar información impresa con datos y señas del desaparecido, y repartirla en lugares públicos.
> Ponerse en contacto con otras instituciones que puedan ayudar a la búsqueda.
> Contactar a las personas con las que la persona desaparecida mantenía una relación importante (afectiva, de trabajo, de amistad).