Callar las armas en Iztapalapa
Aunque parece una película, El Caso Hendrick, el niño que recibió un balazo el 2 de noviembre en una sala de Cinépolis de Iztapalapa, no ha sido el único y ha rememorado otros episodios que también parecen ficción, pero que ocurren a diario en esta zona donde la posesión ilegal de armas forma parte del paisaje urbano.
Icela Lagunas
Aunque parece una película, El Caso Hendrick, el niño que recibió un balazo el 2 de noviembre en una sala de Cinépolis de Iztapalapa, no ha sido el único y ha rememorado otros episodios que también parecen ficción, pero que ocurren a diario en esta zona donde la posesión ilegal de armas forma parte del paisaje urbano.
Uno de los que más escandalizó a México, y entonces se dijo en serio que había que limpiar Iztapalapa de pistolas, fue la muerte de Dalia Gómez Moreno, que se debatió ante las cámaras, provocó la intervención de Derechos Humanos, e incluso, rebasó las fronteras. Dalia tenía 13 años, acudió muy temprano a la escuela ese 13 de mayo de 2004, cuando, de pronto, un estruendo provocó los gritos y luego el silencio en su clase. Dalia Gómez Moreno cayó al suelo, su cabeza chorreaba sangre. Alejandro, con cara de incredulidad, sostenía el arma caliente entre sus manos.
El episodio ocurrió en la escuela Ángel del Campo del barrio de San Sebastián Tecoloxtitla, en Iztapalapa. Esa mañana, Alejandro salió de casa con una pistola que ocultó entre sus cuadernos, entró con el arma en la mochila y, ya en su butaca, la sacó para mostrarla a sus compañeros.
Mientras la manipulaba, se accionó accidentalmente y le pegó un balazo en la cabeza a su compañera que estaba a unos metros del lugar.
La bala impactó el lado izquierdo de la cabeza de la niña, en la zona parietal, y le alcanzó el cerebro ocasionando daños irreversibles, según el informe médico.
Pese a todos los esfuerzos, su cuerpo seguía con vida y su corazón latió durante días después del disparo, conectado a un ventilador especial en el Hospital Xoco donde fue atendida.
Pese al milagro por el que todos sus hermanos, familiares y amigos rezaban, la joven estudiante murió el 19 de mayo de 2004.
El otro rostro de la tragedia era el de Alejandro, el estudiante de 13 años que había disparado sin querer contra su compañera de clase y que se había convertido en un asesino. La policía lo detuvo, aunque debido a su edad, fue puesto a disposición del Consejo Tutelar para Menores Infractores.
Una de las versiones que se manejaron en torno a este drama que conmovió a esta delegación, la más grande y marginada del Distrito Federal, fue que Alejandro consiguió ese arma para defenderse de unos delincuentes que le robaban el dinero y le agredían cuando salía de la escuela.
Para defenderse, el joven se la compró a un integrante de una banda que conoció camino al colegio.
Mochila segura
Como parte del proceso que las autoridades delegacionales en Iztapalapa tomaron para superar el drama, se retomó con más severidad la aplicación del polémico programa “Mochila Segura”, que daba pauta para que las autoridades escolares, en colaboración con los padres de familia, revisaran las mochilas de los menores antes de ingresar a los planteles escolares.
La medida fue puesta en marcha en las escuelas de Iztapalapa por el entonces jefe delegacional, René Arce Islas, y generó una gran polémica.
Los que más se opusieron fueron organismos de derechos humanos y algunos de padres de familia, pues consideraban que se invadía la privacidad de los menores al revisarles sus pertenencias.
Pese a las posturas, René Arce Círigo, y posteriormente su hermano, Víctor Hugo, que también gobernó Iztapalapa, persistieron en la aplicación de Mochila Segura, dentro de un proyecto más amplio denominado Escuela Segura, Sendero Seguro, que incluía la protección y vigilancia en las inmediaciones de los planteles.
Pero al cabo de los días, de los meses y años, la preocupación fue cediendo terreno y Mochila Segura, que se replicó como un modelo exitoso en otras escuelas de las delegaciones de la capital, incluso en otros estados de la República y de otros países, se extinguió.
400 bandas
Ahora, el crimen de Hendrick Cuacuas despertó de nueva cuenta la indignación, pero ¿dónde quedaron aquellas jornadas de canje de armas por computadoras, despensas o dinero en efectivo
La Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal, institución responsable de trabajar el tema en su etapa de prevención y en colaboración con la Secretaría de la Defensa Nacional, parece que olvidó el problema la proliferación indiscriminada de armas que existe en Iztapalapa y otras delegaciones de la Ciudad de México.
En cambio, en los últimos días de este sexenio, el secretario de Seguridad Pública local, Manuel Mondragón y Kalb, ordenó elaborar una extensa radiografía de las bandas delictivas que operan en cada una de las 16 delegaciones políticas de la capital, que obra en poder de Reporte Indigo.
La investigación arroja información sobre 400 bandas delictivas dedicadas al robo a transeúntes, de vehículos, autopartes y a transportistas.
La cifra es alarmante porque se trata de grupos que operan particularmente en una sola delegación, la más grande de la capital, y la que conecta directamente con municipios con altos índices delictivos del Estado de México.
De acuerdo con este documento, algunos de estos grupos o bandas detectados operan en motocicletas para facilitar el desplazamiento de sus integrantes por las calles de los barrios y colonias de la demarcación.
Según su “modus operandi”, algunas de estas agrupaciones tienen hasta 20 integrantes que operan en zonas exclusivas y que poseen sus propias guaridas en sitios abandonados, espacios semiconstruidos, callejones e incluso unidades habitacionales cuyo tamaño les permite el anonimato.
La lista es extensa, pero en ella aparecen los nombres de bandas como Los Kiss, Los Oscuros, Los Chavos, Los Dientes, Los del Beatle, Los Rojos, Los Valerios, Los Pitufos, Los Petacas, Los Tuzos, La Raza Loka Trece, Los Burros, Los Chupones, Los Pollos, Los Incorregibles, Las Viudas Negras, Los Bárbaros, Los Gatos y Los Borregos, entre muchos otros.
Sin embargo, la información que manejan los policías preventivos carece de rigor, pues, por ejemplo, en el caso del sector policiaco Quetzal, no lograron identificar en ningún caso los nombres o alias de la organización o líder de las casi cien bandas que reportaron.
En otro frente, las autoridades delegacionales de Iztapalapa pusieron en marcha la medida “No más balas”, en busca de que no se dispare al aire durante los festejos de los barrios.
Todo ocurre, se anuncia y se aplica mientras el crimen del menor Hendrick Cuacuas, quien murió supuestamente por una bala perdida mientras veía una película en el cine, se mantiene en el aire. ¿Cuál será el siguiente episodio de Iztapalapa o cualquier otra delegación que reactivará la indignación?